La pandemia puso de manifiesto las desigualdades existentes en el país con respecto al acceso a servicios financieros por parte de los sectores más vulnerables.
El contexto del aislamiento social, preventivo y obligatorio provocó que muchas entidades financieras desplegaran soluciones digitales en pos de avanzar hacia un sistema más justo e inclusivo.
Esto se evidencia en el alto grado de bancarización que se logró en tiempo récord. El aumento en el uso de cuentas bancarias estuvo asociado en una importante proporción a la extensión de prestaciones sociales y la apertura de cuentas sueldo para jubilaciones y/o pensiones.
A pesar de esto, el uso de medios de pago digital tiene todavía un amplio espacio para continuar creciendo. Según el último informe de inclusión financiera del BCRA, publicado en noviembre 2021, los medios de pago electrónicos más utilizados son las tarjetas de débito y de crédito, mientras las transferencias tienen una participación menor.
La pregunta que surge es, por qué si las billeteras digitales se desarrollaron tanto en los últimos dos años, todavía no se consolidó un ecosistema de pagos digital que logre desplazar a los medios de pago tradicionales.
La respuesta es sencilla: existe una brecha de acceso que afecta a los sectores sociales más vulnerables. Y es que de nada sirve crear un método de pago digital si carece de aceptación en los comercios.
Si ahondamos un poco en su historia, notaremos que el modelo operativo tradicional de pagos, definido hace 40 años utilizando terminales de punto de venta, es costoso.
Por ejemplo, las comisiones de las empresas intermediarias oscilan entre el 2% más IVA para las comisiones de las tarjetas de crédito (reguladas por el BCRA) y el 7% más IVA, que es lo que pueden llegar a retener algunas aplicaciones de cobro digital.
Para un comercio de cercanía esto es una pérdida en sus ganancias imposible de afrontar, es por esto que, al aceptar estos medios de pago, frecuentemente terminan por trasladar ese costo al valor final del producto.
Además del problema de las comisiones, está el tiempo transcurrido entre la aceptación del pago y la acreditación en la cuenta del comercio, ya que en los pagos tradicionales, los plazos para que se acredite una venta con tarjeta de débito es de un día, y si es de crédito se alarga a 8 días para las micro y pequeñas empresas.
Esto demuestra que todavía hay una deuda pendiente con respecto a la adquirencia digital, porque si se le otorga a una persona un método de pago, pero no tiene dónde usarlo, siempre volverá al efectivo.
En este punto se percibe con claridad que la capilaridad de la adquirencia es fundamental para que tanto comerciantes como usuarios se puedan beneficiar de las ventajas de tener pagos digitales a disposición.
Una de las opciones para poder superar esta situación en la que los costos no juegan a favor de los comerciantes, y por ende de los usuarios, es que haya una mayor oferta de aplicaciones de cobro digital que puedan salir a competir.
De esta manera, tenderá a cero el precio que los negocios deben pagar por tener disponible un medio de adquirencia digital.
Un ejemplo de esto es Cuenta DNI Comercios, una aplicación de cobro digital que permite a los pequeños y medianos negocios aceptar pagos de cualquier billetera, tal como estipula la iniciativa Transferencias 3.0 impulsada por el BCRA.
El gran valor agregado de esta solución es que su comisión es gratuita durante los tres primeros meses para el comerciante, y luego esta comprendida dentro del rango del 0,6%.
En este sentido, para que podamos dar el salto a un ecosistema de pagos 100% digital será preciso impulsar los métodos de aceptación de pagos digitales de forma económica para aumentar la adquirencia entre los comerciantes.
Pero también es importante seguir trabajando en la educación financiera entre la población y que haya un acuerdo de industria para fomentar un sistema más justo e inclusivo.
*Por Marcelo González, CEO y Co-Fundador de Veritran