Un dato interesante para tener como ejemplo es que mientras que la población en Estados Unidos creció nueve veces entre 1860 y 2010, el ingreso per capita aumentó 130 veces, la producción de maíz se elevó 17 veces; al mismo tiempo superficie cultivada de maíz fue 40% inferior en 2010 a la utilizada en 1925.
El punto de inflexión se produjo en 1940; y el área sembrada con maíz comenzó a partir de allí a separarse de la línea de producción, que inauguró un ciclo de ascenso permanente que ha durado hasta nuestros días.
De pronto, desde 1970, el área maicera sembrada volvió a expandirse nuevamente como consecuencia de su uso creciente como insumo básico de la producción de etanol.
Así, el porcentaje de maíz utilizado en la producción de biocombustibles en EE.UU pasó de 2% del total en 1990 a 20% en 2006/2007, y trepó a más de 40% en 2011 (FAO / 2012).
Esta tendencia llevó a más de 12 millones de hectáreas sembradas con maíz en 2006 / 2007 en el plano global, semejante a la superficie del Estado de Iowa – eje de la producción agroalimentaria norteamericana- y a 25% de la de Francia.
Entre 1850 y 1910, el territorio de EE.UU se triplicó, en especial a partir de 1870, concluida la Guerra Civil (1861/ 1865) y completados los 2 ferrocarriles transcontinentales iniciales (1872), que integraron a la nación estadounidense en un solo espacio soberano de Costa a Costa, del Atlántico al Pacifico.
Esta fue la "Conquista del Oeste", la gran hazaña épica de la historia norteamericana, que al tiempo que triplicaba el número de granjeros y ganaderos, reducía drásticamente, en sentido inverso, la superficie cubierta por bosques de las inmensas praderas estadounidenses.
Entonces, se desató la industria maderera en gran escala, con bosques que desaparecían en tanto la producción aumentaba, en una proporción 3 a 1 en los siguientes 70 años.
En términos globales, esto significó que EE.UU (40% del total), la Unión Europea, y Canadá, representaron más de la mitad de la producción mundial de maíz y un 1/3 del desarrollo global del trigo en 2007 (FAO).
En ese momento, China, India, y Asia irrumpieron en el mercado mundial. En la República Popular, la población se duplicó en los últimos 50 años, en tanto que el ingreso per cápita aumentó 45 veces; y en ese periodo, el consumo calórico se multiplicó por 3, incluyendo 8 veces más huevos y 14 veces más litros de leche y kilos de carne.
El consumo chino de carnes creció muy por debajo del alza del ingreso por habitante. Pero a partir de 2001 / 2003 (incorporación a la OMC), la ingesta cárnica tendió a alcanzar el auge del PBI per cápita, hasta llegar a una virtual paridad en el momento actual.
La tierra labrada con maíz de la República Popular se duplicó entre 1960 y 2010, pero la producción por hectárea aumentó 4 veces y ½ más en ese periodo. Significa que 120 millones de hectáreas dejaron de ser utilizadas en esa etapa (2 Francias); y los bosques volvieron a expandirse (más de 30% entre 1990 y 2010).
Ahora está en pleno despliegue en el mundo una nueva revolución industrial –la 4ta en la historia del capitalismo y la más disruptiva de todas-, pero con esta particularidad: es la única que tiene una dimensión biológica, a diferencia de las 3 anteriores que fueron profundamente mecánicas.
La nueva revolución industrial es la informatización completa de la manufactura y los servicios realizada a través de la Inteligencia artificial, la Internet de las cosas y la robotización.
Lo hace a través de un proceso de transformación cualitativa de lo físico, lo virtual y lo biológico: crea una nueva materia que ya no es una "cosa", sino una realidad inteligente dotada de vida.
El biogenoma es la secuencia descifrada del núcleo de la vida, convertida en proyecto estratégico de construcción sistemática y deliberada de múltiples y novedosas actividades vitales (ingeniería genética) a través de la nueva revolución industrial.
Por eso ha establecido una nueva relación con la naturaleza, a la que no "explota" -destruye-, como hicieron la 1ra, la 2da y la 3ra. La 4ta revolución industrial, centrada en las "ciencias de la vida", es profundamente sustentable en términos agrícolas.
De ahí que "desmaterialice" la producción y necesite menos inversión en "capital fijo" o "hundido", en tanto multiplica su intensidad en el software de la alta tecnología, en una proporción 4 a 1.
Coloca el énfasis en el despliegue del "capital humano", en el stock de conocimiento de la fuerza de trabajo, en todos los casos de alto nivel de calificación, convertida en el principal factor de producción del capitalismo del siglo XXI, indicó Clarín.