Desde sus inicios, las universidades son los centros de formación del conocimiento. En las aulas, los alumnos desarrollan sus capacidades de investigación, razonamiento y aprendizaje, acompañados por los docentes que buscan ser un nexo con el mundo exterior.
En la era del conocimiento, las casas de altos estudios funcionan cada vez más como un conector entre los desarrollos e investigaciones que se llevan adelante y las necesidades del mercado.
Si bien las universidades privadas fueron las primeras en crear sus clubes de emprendedores, las instituciones públicas apelaron a sus secretarías de desarrollo y transmisión tecnológica para agregarle valor a la comunidad.
"Somos un nodo y trabajamos con cada uno de los proyectos que llegan para lograr esta vinculación y transferencia tecnológica", afirma a iProUP Leandro Valentini, director de la Oficina de Vinculación y Transferencia Tecnológica de la UBA.
"Al fin y al cabo, lo que queremos lograr es que todo el conocimiento que se desarrolla en las universidades llegue a la sociedad. Estamos en el medio e intentamos vincular a las partes", completa.
En 1988, la institución vislumbró el futuro del sector y la necesidad de crear lazos. Por eso, creó UBATEC, que funciona como un puente legal (a través de una sociedad anónima) entre el Gobierno de la Ciudad, la Cámara Argentina de la Industria y la Unión Industrial Argentina.
El objeto es articular los intereses del sector público y el productivo de forma orgánica. Hoy, esta dependencia convoca entre 1.500 y 2.000 equipos cada dos años y ya reúne a más de 12.000 investigadores.
El aporte de las universidades privadas
Junto con el aporte de instituciones públicas que empujan al ecosistema desde sus propios centros, las privadas también detectaron el potencial emprendedor.
La Universidad Argentina de la Empresa (UADE) es una de las pioneras en este sentido. Posee un área de emprendedores que trabaja hace 15 años y un club que consolidó una comunidad del que participan más de 1.300 personas.
Este grupo realiza distintas actividades, como charlas mensuales, reuniones semanales y asesoría a quienes inicien su proyecto. Asimismo, inauguró recientemente su espacio de coworking, el primero dentro de una universidad en la ciudad de Buenos Aires.
"Nos enfocamos en el proceso de asesoría técnica. Los emprendedores tienen la oportunidad de cambiar algo, generar una masa crítica y desarrollar una cultura para dar valor a nivel social", explica a iProUP el responsable del Club de Emprendedores de la UADE, Juan Artuso.
El Instituto Tecnológico de Buenos Aires (ITBA) es otro de los protagonistas de este cambio. Con un fuerte hincapié en su comunidad de desarrollo, la institución tiene cursos para iniciar una startup –que duran 15 semanas–, además de una estructura de incubación para proyectos en el Centro para Emprendedores ubicado en su sede de Parque Patricios.
"Los acompañamos para que se sumerjan en este mundo. Para ello, ponemos a disposición el cuerpo de profesores y la infraestructura", asevera Sebastián Mur, decano de la Escuela de Postgrado del ITBA.
Agrega que el acompañamiento incluye el contacto con organismos, el Gobierno y otras incubadoras que ofrecen capital, más allá de colaborar en la formalización de los emprendimientos.
De cara al 2019, el ITBA cerró un acuerdo con el Intituto Tecnológico de Massachusetts (MIT) de EE.UU. para sumar mentores, además de generar interacción y potenciar un nuevo 100K Latam, su competencia para startups que tuvo su primera edición este año.
"Al inicio, somos formadores y, en la siguiente etapa, acompañadores", subraya Mur, quien añade que la institución no se queda con el equity (porción accionaria) de las empresas ni les aportan dinero, sino que las ayudan a conseguir fondos y capitales semilla.
Lo importante es que, tanto el ITBA como la UADE, empezaron a cambiar la mentalidad hacia la comunidad.
"Antes, las universidades formaban gerentes o directivos. Ahora, cambiaron su foco para pasar a crear nuevas empresas y generar impacto social. Nuestro objetivo pasa por poder trabajar con todas las carreras para que haya más oportunidades", cierra Artuso.
En ambos casos, las instituciones no se cierran a sus propios círculos de estudiantes y graduados, sino que abren sus puertas a los emprendedores a partir de distintas actividades y posibilidades, para así sumar al ecosistema.
El rol de la universidad pública
La UBA no es la única institución pública que une a los saberes académicos con la industria. Las universidades nacionales de San Martín (UNSAM) y de Quilmes (UNQUI) tienen sus propias oficinas que funcionan como un nexo entre los emprendedores y el mercado.
"Trabajamos en varias líneas. El conocimiento generado dentro de la universidad lo podemos categorizar y así brindar servicios a partir de laboratorios", cuenta a iProUP Cintia Hernández, asistente en la Secretaría de Innovación y Transferencia Tecnológica de la UNQUI.
"Cualquier empresa o persona que quiera contratar alguno de los servicios que prestan los emprendedores de nuestra institución puede hacerlo y gestionarlo a través de la universidad", completa.
Con menos de tres décadas de vida, la UNQUI cuenta con su secretaría desde hace 12 años. Allí trabajan en tres áreas de proyectos: industrias creativas, de base tecnológica y tradicionales.
"Tratamos de valorizar o transferir el conocimiento de los investigadores y generamos ventanillas para el mundo académico. Pueden acercarse para apoyarlos en la generación de emprendimientos y expandirse a la comunidad local, donde hay necesidades reales", completa Hernández.
Actualmente, la UNQUI trabaja en una patente que protege el diseño de un sistema para control biológico que otorga ventajas a la industria maderera.
La universidad trabaja en el patentamiento de los proyectos, para resguardar la propiedad intelectual y llevarlos a una etapa de producción.
Este apoyo y vinculación logran la integración entre la tecnología y la necesidad real de las empresas. En este camino, las casas de altos estudios tienen un rol fundamental (y fundacional) por haber incubado a los investigadores.
¿Cómo es este acompañamiento? "Depende de la situación. En general, se realizan actividades de capacitación emprendedora", señala Hernández.
Y completa:"Allí, se da formación para estudiantes y la comunidad externa, ayudando a identificar fuentes de financiamiento y formular iniciativas para distintas líneas. Lo importante es generar un diálogo con una masa de emprendedores".
Por otro lado, se van acercando a las empresas para entender sus requerimientos y ayudarlos a definir sus líneas estratégicas de innovación.
Por su parte, Mara Alderete, coordinadora de Proyectos Tecnológicos y Vinculación del Instituto de Nanosistemas de la UNSAM, desarrolló una investigación de forma mancomunada con el CONICET y la empresa ADOX.
"Estábamos todos dispersos y esto funcionó como una forma de vinculación". Sin embargo, ellos tienen la primera opción de licenciamiento del desarrollo.
Esta investigación se basa en un producto que puede aplicarse en diferentes superficies y ofrece una cobertura que actúa en forma "de escudo" para evitar que se desarrollen bacterias u hongos durante 48 horas.
Gracias a la interacción entre ADOX, UNSAM y CONICET, se formó un grupo de profesionales que logró coordinar los intereses del capital privado con las necesidades y capacidades de las instituciones públicas.
Con potencial para ser utilizado en distintos establecimientos, se generó un proyecto rentable y efectivo que funciona como ejemplo de la vinculación científico-tecnológica con un desarrollo universitario. "De esta forma, se gana dinamismo y se evita la fricción", acota Alderete.
De Argentina al mundo
En la era de la comunicación y la tecnología, el relacionamiento de las empresas –tanto nacionales como internacionales– es parte fundamental del crecimiento de las compañías.
Por eso, la UBA, la UNQUI y la USAM participaron de Sinaptec 2018, una iniciativa organizada por la Dirección de Ciencia y Tecnología de la Ciudad, dependiente del Ministerio de Educación e Innovación.
El premio consistió en una visita a Israel, en la que se relacionaron con instituciones de investigación y desarrollo, centros de innovación y expertos y referentes del ecosistema de innovación científico-tecnológico.
"Estamos trabajando para reportar estrategias propias de la ciencia y tecnología. Tenemos que generar un ecosistema donde podamos atraer más al sector privado, trabajar en conjunto y generar la agenda", explica Hernández.
En este sentido, hay que destacar que la secretaría de la UNQUI tiene 150 proyectos, de los cuales 70 están activos y el resto posee un mayor grado de maduración.
"Es importante seguir desarrollando estas ideas. Hay que dar a conocer estas herramientas para que los equipos sepan que hay gente lista para asistirlos y conozcan los principios relacionados con propiedad intelectual y vinculación tecnológica", agrega Valentini.
Con un gen resiliente desde la concepción gracias una constante formación en épocas de crisis, los argentinos están preparados para sumergirse en los desafíos que implica emprender.
"Vivimos en constantes ciclos de cambio y las cuestiones burocráticas son las que menos nos frenan. Nos acostumbramos a que nada es fácil y siempre podemos encontrar la forma de resolverlo", suma Artuso.
"Fomentar las inversiones de riesgo y los capitales privados es vital para mostrar el impacto en la sociedad", finaliza Valentini.
Por eso, este ecosistema necesita de nuevas herramientas de financiamiento para lograr que la relación entre la universidad, el gobierno y la industria desarrolle el potencial de los proyectos.