Como emprendedor y pionero de un nicho que no existía en nuestro país hace casi 3 décadas atrás, cuando solo tenía 23 años, visualicé un modelo de negocios que no existía en el país, el uso de baños químicos para eventos y para la industria de la construcción.
En ese momento, personas de distintas industrias tildaron mi propuesta como innecesaria y hasta un fracaso.
Hoy, ese negocio sigue vivo y en pleno crecimiento, al punto de haber ser la primera empresa en que monitorea más de 5.000 activos modulares a través de IoT para tener un gerenciamiento más eficiente de sus recursos.
Cuando un emprendedor inicia un negocio, hay mucha expectativa y energía puesta para que un proyecto funcione, pero frente al primer obstáculo o alguna crítica negativa muchos suelen abandonar sin detenerse a analizar acerca de qué es lo que no está funcionando o que está pasando en el mercado.
Uno de los primeros aprendizajes que tuve desde el inicio de mi empresa fue que una parte importante del éxito se trata de ser paciente y ver las oportunidades que se presentan, por más que no sean las óptimas o sean muy mínimas, pero siempre hay que aprovecharlas.
Espiritú versatil
El ADN de un emprendimiento debe ser el de un espíritu versátil para buscar posibilidades y nuevos desafíos.
Una de las claves a tener en cuenta es que sin innovación y sin generar nuevos desarrollos el posible futuro éxito puede quedar trunco o no va a ser permanente.
Es importante tener visión de lo que está pasando en el mercado, a nuestro alrededor, que se puede mejorar, transformar o qué cosas nuevas se pueden desarrollar.
Tener esa perspectiva lleva a que uno siempre tenga una visión que esté observando más allá de lo inmediato, sino en los próximos pasos.
Las oportunidades de negocio están allí donde se encuentran las principales necesidades de las personas.
Y estas necesidades cambian continuamente, siempre surgen nuevas demandas, lo que nos lleva a reinventarnos para poder tener un crecimiento sostenido.
Se trata de ir resolviendo nuevas necesidades según la demanda que va apareciendo, por un lado, y detectar oportunidades en otros nichos de negocios.
Hay que ser ágil para poder moverse y adaptarse a las exigencias del mercado, que demandan desarrollos innovadores, a velocidad.
Considero que otro factor de éxito es el nivel de compromiso y medir el grado de posibilidad y capacidad frente a un proyecto.
Cuando se acepta un desafío nuevo se tiene que asumir la responsabilidad con un doble compromiso para poder cumplir con las expectativas y ese cumplimiento es lo que también permite el crecimiento y desarrollo.
Un buen equipo es clave
Nacemos emprendedores, pero tenemos que aprender a ser empresarios. Cuando se emprende, se debe tener la mirada de largo plazo.
Sobre todo, porque estamos en un país donde la incertidumbre está a la orden del día y eso nos obliga a estar mirando al futuro, pero sin perder de vista el presente y los cambios que se puedan dar.
Se trata de girar la rueda para aprovechar las crisis y ver espacios para convertirlos en oportunidades.
Tener un equipo que acompañe a los procesos es clave, ese es el camino, por más demandante y exigente que pueda ser.
Tiene que ser un equipo sólido y estar dispuesto a los cambios y a acompañar las nuevas propuestas de innovación.
Por último, y no menos importante, hay que saber que cuando se emprende se está haciendo un esfuerzo enorme.
Hay que ser flexible, aprender a parar y pensar. Considerar todas las alianzas que se puedan tener con socios comerciales y proveedores, y si las mismas ayudan a cumplir con los objetivos dispuestos.
*Por Juan Pablo Rudoni, presidente de Ecosan