Fue como un antes y un después en cuestión de una semana. Los consumidores no podían recorrer sus ciudades y pueblos viendo los efectos, pero con solo analizar lo que pasaba en las tiendas de su calle se daban cuenta de que algo había cambiado para siempre. En marzo de 2020, de pronto, tiendas de todo tipo se lanzaron a aceptar pagos con tarjeta y pagos móviles, a preferirlos y a potenciarlos.
Tiempo de cambios
El cambio vino, como tantas cosas en los últimos meses, a partir de la crisis surgida a partir de la pandemia global de coronavirus COVID-19. Era el momento del confinamiento y no se tenía totalmente claro cómo se transmitía el virus.
Nadie quería tocar más de lo necesario y mucho menos hacerlo con dinero, que había pasado de mano en mano. Tras años de resistirse, hasta las pymes más reticentes habían aceptado los pagos sin efectivo.
Lo cierto es que tampoco es que se pudiese decir que antes no había pagos sin efectivo. La realidad es que estos crecían de forma destacada en los últimos años y algunos grupos de consumidores ya lo pagaban todo con tarjeta o no llevaban casi nunca efectivo con ellos.
La pandemia aceleró esos procesos y además apuntaló los nuevos formatos, como los pagos móviles. Tiene cierta lógica. Al fin y al cabo, lo que no se puede discutir es que los ciudadanos aumentaron el peso que la tecnología tiene en su vida y que el smartphone es una parte cada vez más constante de su día a día.
El dispositivo está plenamente integrado en la vida cotidiana. Y si el teléfono está con cualquier persona todo el tiempo es esperable que se integre en nuevos usos y funcionalidades.
Si se paga cada vez más con el teléfono y si las tarjetas se convirtieron en un elemento preferible para hacer pagos, el daño colateral de esta situación será el dinero en efectivo. ¿Están los consumidores acelerando la transición hacia una sociedad cashless, en la que no exista efectivo?
Los planes en esa dirección fueron múltiples en los últimos años y los países escandinavos fueron los que lideraron el cambio. Las razones que esgrimían para este proceso eran muchas (por ejemplo, el fraude fiscal es más fácil sin se opera en efectivo), pero los consumidores continuaron aferrados al 'dinero de verdad' durante todos estos años. Para ciertos grupos de edad, de hecho, ese es el dinero y la forma de pago que resultan cómodas.
Escasez de monedas
Los cambios durante la pandemia migraron la situación hacia un plano totalmente nuevo. Este verano, por ejemplo, los Estados Unidos se enfrentó a la sorprendente situación de encontrarse ante escasez de moneda.
Las tiendas tenían problemas para dar cambio, no solo porque se estaba emitiendo menos moneda porque había menos personal, como explicaban entonces en la CNN, sino porque los consumidores la estaban usando menos para pagar.
El dinero circulaba mucho menos y eso hacía que no llegasen tantos ejemplares de dinero físico a las cajas de los negocios. Restaurantes o tiendas pedían a sus clientes que pagasen cantidades justas o con sistemas cashless.
La crisis aceleró el uso de formas de pago alternativas. Europa piensa, incluso, en eliminar las monedas de centavos de menor valor.
¿La prueba final?
¿Es esto el empujón definitivo hacia una sociedad cashless y para que se acaba de usar dinero en efectivo? A pesar de que la idea de una sociedad sin efectivo tiene, a nivel social, problemas (para los ciudadanos sin cuenta bancaria o para aquellos de más edad que solo se sienten cómodos operando con efectivo), hay quienes creen que el contexto creado por el COVID-19 hará que la llegada de ese momento sea más pronto de lo esperado.
Cada vez se usan menos billetes
"Creo que el dinero en efectivo va a desaparecer", apuntó Anne Boden, CEO de Starling Bank, en diálogo con Financial Times y puso como fecha plausible para el fin del efectivo "entre 2033 y 2034", aunque podría ocurrir incluso en 2030 (y eso que, como recuerda el diario económico, la retirada de efectivo en cajeros ingleses subió justo en cuanto se terminó el confinamiento, aunque al mismo tiempo aumentaron los negocios que no aceptan efectivo y solo pagos con tarjeta).
"Nos encontramos inmersos en una imparable transición hacia una sociedad cashless", explica Marta Echarri, directora general del neobanco N26 para España y Portugal. Y añade: "los datos demuestran que la preferencia de pagos móviles frente a los pagos en efectivo continúa ganando terreno y que estamos un paso más cerca de conseguir que, por fin, la banca sea 100% digital".
Según los datos de este banco móvil, el uso de Apple Pay y Google Pay subió en 79% en 2020. También crecieron las operaciones de compra en TPVs en 4,4%, mientras las retiradas de dinero cayeron 31,25%.
Fuente: Puromarketing.com