En los últimos años se ha hablado mucho del fenómeno fintech, estas empresas que ofrecen servicios financieros sin licencia bancaria y que utilizan la tecnología como ventaja competitiva. El hecho de no ser banco las ha eximido de cumplir con las tediosas normativas de los organismos de control, permitiéndoles mayor flexibilidad, agilidad y capacidad de innovación.
A medida que la cantidad y calidad de estas empresas fue en aumento, el fenómeno que parecía estar dirigido a un mercado de nicho, se fue transformando en un verdadero reemplazo a los servicios bancarios tradicionales. Los bancos, viendo amenazado un mercado que suponían cautivo desde hace siglos, se vieron obligados a trabajar en procesos de transformación digital para hacer sus servicios cada vez más amigables para el usuario. Cambiar el foco y poner al cliente en el centro se transformó en prioridad uno.
Mientras ocurre este proceso, mucho se habla de esta dualidad bancos/fintech como un péndulo que oscila entre el conflicto y la colaboración. Las fintech han incursionado en el mercado de los medios de pago, las transferencias de dinero, las inversiones y los créditos, a veces ofreciendo productos mejores y más baratos que los bancos. Pero también han sabido atender al público no bancarizado: personas que jamás hubiese podido entrar a una sucursal bancaria esperando salir, después de 4 horas, siendo cliente.
Este péndulo toca el extremo del conflicto con argumentos de competencia desleal, declaraciones desafiantes de importantes ejecutivos y normas del gobierno que intentan igualar la cancha; y toca el extremo de la colaboración cuando se producen asociaciones, los bancos lanzan sus propias fintech o los reguladores generan espacios de diálogo, buscando la integración de los distintos ecosistemas.
Las fintech avanzan a paso acelerado entre los no bancarizados
Mientras el dilema se produce a un nivel de mercado y colocación de productos, en la era de la información hay una guerra por librarse en el sistema financiero: los datos de los usuarios.
La tecnología relacionada con la obtención y procesamiento de datos para conocer, predecir e influir en el comportamiento de los usuarios está siendo explotada cada vez más, y son las bigtech (Google, Apple, Amazon, Facebook, Samsung, Alibaba, etc.) las que están al frente en esta carrera.
Durante el año pasado y lo que va del actual, todas estas empresas anunciaron algún tipo de proyecto relacionado con incursionar en el mercado financiero. Ya no se trata de intermediar en el comercio físico con plataformas de e-commerce, u ofrecer espacios de publicidad en redes sociales o buscadores, o dar servicios de hosteo en la nube, o proveer de una plataforma de email; ahora se trata de consolidar ese ecosistema de productos a través de un servicio financiero barato, transparente, eficiente e inmediato que permita a los usuarios relacionarse y gestionar su dinero con las herramientas digitales que usa todos los días.
Imaginemos todo lo que conoce una de estas empresas sobre nosotros. Incluso a veces podríamos decir que nos conocen mejor que nosotros mismos. Google, por ejemplo, posee la información de qué es lo que cada usuario de Android busca en la web, qué aplicaciones usa, a dónde se fue en las últimas vacaciones, a quién le envía correos, qué dicen esos correos, qué lugares visita y con qué periodicidad.
El uso de aplicaciones bancarias facilita la interacción con los usuarios
Toda esta información es totalmente ajena a los bancos y fintech, y aunque tuvieran toda esa masa de datos, probablemente serían mucho menos eficientes en su utilización. Tienen acceso a los consumos, al comportamiento financiero y a datos demográficos genéricos, pero no están ni cerca de compararse con las bigtech.
Mientras que el sistema financiero lucha por tener modelos de riesgo crediticio más abierto para poder ofrecer nuevos productos, las bigtech parten de una ventaja por su capacidad de generar y procesar datos de usuarios que podrían generar sus propios scores sin necesidad de consultar modelos de bureau tradicionales.
Tampoco tendrían la necesidad de generar beneficios genéricos para sus clientes, sino que podrían hacer que sus usuarios tuvieran una experiencia realmente personalizada en descuentos dirigidos en sus consumos recurrentes. Por ejemplo: se podrían generar acciones de descuento a un usuario en un restaurante que está a una cuadra del hotel que contrató hace una semana, recomendaciones de ahorro para comprar un producto que escribió en el buscador o generar opciones de crédito dirigidos a alcanzar ese sueño que los bancos llaman "préstamo personal". Todo esto sin limitarse a un país o región, sino a escala global.
La experiencia personalizada e integral de la vida financiera y la vida cotidiana impondrá un nuevo paradigma en la forma en que las personas se relacionan con su dinero. Los verdaderos enemigos de los bancos no son ni serán las fintech, sino los dueños del insumo más preciado para su industria: los datos.
*Alejandro Tomás Scasserra es Business Development Manager en Wilobank.