Cada vez son más las grandes empresas que recurren a las impresoras 3D por su flexibilidad y por el gran ahorro de costos que permite su uso
09.08.2019 • 11:12hs • Tecnología
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Fábricas 4.0: ¿cuáles son las ventajas y beneficios de la impresión 3D en las grandes industrias?
La fabricación aditiva o 3D es uno de los pilares en los que se apoya la Cuarta Revolución Industrial, si bien la impresión 3D lleva ya varias décadas en la industria, en los últimos años ha experimentado un importante salto gracias al desarrollo del software y la evolución del hardware. Este salto promete transformar radicalmente la organización de los medios de producción y la forma de trabajar en las fábricas.
Javier García, ingeniero de aplicaciones NX en Siemens explica que "esto no es algo nuevo, ahora se han abierto nuevos caminos pero en 1995 yo ya estaba fabricando piezas en 3D. Desde entonces han evolucionado mucho las máquinas y, sobre todo, el software".
Los procesos aditivos construyen objetos añadiendo material capa por capa, depositándolo en forma de hilo o polvo, mientras que la fabricación sustractiva elimina el material de forma sólida para crear piezas a través de un molde. Esto se traduce en un importante ahorro ya que se reduce al mínimo el desperdicio de material y la gran capacidad de personalización de productos.
García explica que la impresión 3D "permite obtener un alto grado de personalización ya que se puede diseñar cada pieza de forma individual, pero no se pueden hacer grandes series. La única forma de hacer 1.000 piezas al día es teniendo 1.000 impresoras y eso eleva mucho el precio".
Dado que los diseños son digitales y las impresoras 3D son fáciles de instalar y no requieren una gran inversión, Ramón Pastor, vicepresidente mundial y director general del Negocio de HP 3D afirma que "la fabricación 3D trae consigo un cambio de paradigma en la producción pasando de un mundo donde la fabricación se hace en masa y de forma centralizada, principalmente en Asia, a otro más equilibrado y distributivo entre los países".
"Lo que esta tecnología permite es producir dónde está la demanda, en el momento que se necesita y con las características que se requieren. Casi todas las industrias se están planteando incorporarlas", explica Pastor.
Naiara Zubizarreta, gerente de la Asociación Española de Tecnologías de Fabricación Aditiva y 3D (ADDIMAT), considera que "aunque esta tecnología encuentra mejor acomodo en piezas con geometrías complejas, la fabricación aditiva se está revelando como transversal a todos los sectores, de manera que todas las industrias están encontrando soluciones competitivas".
Según la consultora IDC, cuatro de cada diez fabricantes adoptarán este tipo de tecnología en un plazo de tres y cinco años. Se espera que el negocio de la fabricación 3D mueva este año casi 14.000 millones de dólares y que crezca hasta los 22.700 millones para el año 2022.
El sector automotriz ha sido uno de los primeros en comenzar a aplicar estas técnicas a sus procesos de producción. "Uno de los problemas que tienen estas empresas es que desde que venden el último coche de un modelo deben tener piezas de recambio durante treinta años. No tener que almacenar todas esas piezas y poder fabricarlas en función de la demanda supone un gran ahorro", explica el directivo de HP.
La multinacional trabaja con fabricantes como BMW en el desarrollo de algunos de los componentes del Z8, fabricado entre 2000 y 2003. Otro fabricante como Volkswagen emplea desde 2014 impresoras 3D en su factoría de Portugal, para producir herramientas para uso interno en la cadena de montaje.
El sector aeronáutico es otro de los que se muestra interesado aunque los requerimientos legales hace que de momento su adopción sea limitada y nunca con piezas estructurales de los aviones como las alas o los estabilizadores. "Están muy interesados porque el volumen de piezas que necesitan es pequeño y porque permite hacer diseños y geometrías más eficientes. Pero están sometidos a un proceso de calificación que lleva muchos años", señala Pastor.
Pese al interés, señalan desde Siemens, el uso no es ni mucho menos generalizado en el sector industrial. El gran atractivo es el ahorro ya que una impresora 3D cuesta entre 200.000 y 300.000 euros y permite fabricar multitud de piezas. En comparación, el precio de un molde tradicional es de 100.000 y únicamente permite producir una pieza determinada. "Estas máquinas ocupan menos espacios en las factorías y consumen menos electricidad. Los costes en general son mucho más baratos", concluye García, de Siemens.