Técnicamente es un unicornio -según la definición que asignada por el mundo de los negocios a esta palabra-, ya que en 2011 llegó a valer los tan ansiados u$s1.000 millones.
Pero, además de cumplir con esa premisa, Airbnb tiene la particularidad de ser una "rara avis", ya que no fue fundada por personas del "palo" de la tecnología sino más bien por dos estudiantes de diseño.
Tampoco logró enamorar a los inversores de entrada, por lo que tuvo que apelar a la creatividad para conseguir sus primeros dólares. En los últimos años, abandonó su core de conectar viajeros con alojamientos temporales alrededor del mundo’ y se expandió en la fascinante industria turística, para convertirse en una empresa de viajes con aspiraciones de salir a la Bolsa en 2020.
Joe Gebbia y Brian Chesky se conocieron en la Escuela de Diseño de Rhode Island y decidieron ser roommates (compañeros de habitación) en San Francisco. Nunca fantasearon con convertirse en emprendedores ni mucho menos en ser millonarios, pero cuando tiene que ser, va a ser: el éxito tocó a su puerta un poco por casualidad y otro por necesidad.
Para llegar a fin de mes con algo más de holgura en sus cuentas bancarias, aprovecharon -con cierta dosis de ingenio- que se llevaría a cabo una importante conferencia de diseño en esa ciudad en 2008: ofrecieron su departamento en alquiler para aquellos que no hubieran podido conseguir hotel.
Rápidamente, crearon el sitio airbedandbreakfast.com dado que, a cada huésped le ofrecerían un colchón inflable (por eso airbed) y el desayuno (breakfast), a cambio de u$s40 la noche. Los tres espacios se ocuparon y los jóvenes vieron que la idea tenía futuro como negocio, por lo que incorporaron al ingeniero Nathan Blecharczyk, antiguo compañero de cuarto de ambos para que se encargara de los aspectos más técnicos de la plataforma.
Los primeros pasos no fueron nada fáciles. Para que el proyecto tomara impulso necesitaban dos cosas: clientes y plata, pero ninguna de las dos llegaba. Presentaron la idea en el prestigioso festival South by Southwest (SXSW) sin éxito, sumado a que los mensajes que le enviaron a varios posibles financistas fueron devueltos con negativas o el silencio. "No nos emociona ningún negocio relacionado con la industria del turismo", respondió uno de los siete a los que contactaron para ofrecerles el 10% de la compañía a cambio de... u$s150.000. Hoy, esos inversores deben estar dándose la cabeza contra la pared: en la última ronda de financiamiento (2017), Airbnb alcanzó una valuación de u$s31.000 millones y estiman que este año superará los u$s40.000 millones.
Última chance
La gran oportunidad del trío fundador llegó con la Convención Nacional Demócrata de Denver. Para promocionar Airbnb, apelaron a su expertise: el diseño. Crearon y comercializaron cajas de cereales temáticas con los candidatos presidenciales de aquel entonces: los "Obama O’s", por Barack Obama; y los "Cap’n McCain’s", inspiradas en el republicano John McCain. Vendieron cada una por u$s40 y dentro de ellas incluyeron información sobre la compañía.
Una vez más, cuando tiene que ser va a ser: entre tantas cajas, una llegó a las manos indicadas. Paul Graham, cofundador de la aceleradora Y Combinator, valoró la creatividad de los emprendedores y les ofreció un espacio para trabajar. Un año después llegaría la primera inyección de capital con una ronda de u$s600.000 liderada por Sequoia Capital.
El proyecto creció sumando cada vez más huéspedes. Sin embargo, los hosts (anfitriones) se convertirían en el verdadero corazón de la empresa. Desde la compañía se empeñaron en mantenerlos motivados con beneficios y mostrándoles los pros de alquilar de manera temporal sus viviendas o habitaciones.
El negocio se expandió rápidamente hacia Europa y América latina. A los tres años de su fundación ya habían superado el millón de reservas en su plataforma y la firma estaba presente en 90 países. Actualmente opera en 100.000 ciudades y sobrepasó los 7 millones de alojamientos disponibles.
Chesky, quien asumió el cargo de director Ejecutivo, se propuso como meta llegar a los 1.000 millones de huéspedes para 2028. Gebbia conserva el puesto de jefe de Producto, mientras que Blecharczyk se desempeña como director de Estrategia. Cada uno fue gravitando de forma natural hacia lo que mejor sabía hacer.
De un espacio reducido con menos de 20 empleados y un baño que hacía las veces de zona reservada para llamadas, pasaron a tener más de 10.000 dependientes y un gigantesco complejo de oficinas en el mismísimo centro de San Francisco.
Allí, diseñaron salas ambientadas como muchos de sus alojamientos más famosos. Incluso, tienen un lugar específico para Argentina: el establecimiento posee dos alas llamadas "Almagro" y "Barracas".
Las capitales vs Airbnb
La compañía se transformó en un sustantivo, al igual que Uber y Netflix, a raíz del surgimiento de nuevas plataformas que inspiraban su propuesta en su modelo. No obstante, con esto también llegaron los conflictos propios de los emprendimientos nacidos bajo la premisa de la economía colaborativa. Especialmente con la pata tradicional del rubro.
Desde la industria hotelera braman que lo de Airbnb es una "competencia desleal" y en muchos de los países en los que opera piden que se regule su situación. Algunas ciudades optaron por limitar la cantidad de días al año que los dueños pueden alquilar sus viviendas para evitar una fuga de propiedades de los contratos de largo plazo, lo que ocasiona una caída en la oferta y, por lo tanto, un alza en los precios.
Epicentros turísticos como Bruselas, París, Barcelona y Nueva York tomaron la lanza y se transformaron en los sitios más combativos contra su funcionamiento. Incluso, ciertas locaciones amenazaron con prohibir Airbnb en sus territorios y hasta presionaron a la compañía para que les entregara listas con los datos personales de todos los huéspedes.
La firma no siempre pudo salir victoriosa y, por caso, en su ciudad natal tuvo que eliminar a miles de usuarios cuyos listings no eran compatibles con las regulaciones locales.
La empresa debió reinventarse, golpe tras golpe, cachetazo tras cachetazo. Para no depender en su totalidad del negocio "core" primero lanzó Experiences, actividades turísticas organizadas por hosts locales. Luego adquirió la startup Hotel Tonight -enfocada en reservas hoteleras de última hora con rebajas- y la canadiense Luxury Retreats para expandirse en la gama premium.
En 2017, le cedió su marca a la desarrolladora Newgard Development Group para que lleve a cabo el proyecto Niido, dos torres dedicadas especialmente a hospedajes de Airbnb. Este año anunciaron dos nuevos emprendimientos de real estate, bajo la marca Natiivo, aunque esta vez serían edificios construidos de cero para llevar el sello Bélo.
Diagnóstico favorable
Todos los cañones de la empresa hoy apuntan hacia Wall Street. Su objetivo es marcar la diferencia con respecto a las otras firmas prometedoras que decidieron salir a la Bolsa este año y, al poco tiempo, se hundieron.
Incluso algunas, como WeWork, ni siquiera llegaron a acariciar la campana debido a la falta de confianza de los inversores en sus números. En este último aspecto es en el que Airbnb cimenta sus ambiciones.
Durante el segundo trimestre de 2019 reportó más de u$s1.000 millones en ingresos, la segunda vez que logra superar esa marca en un trimestre luego de hacerlo en el tercero del año pasado.
En 2018 no compartió cifras de revenue pero sí informó que su Ebitda fue positivo. Lo mismo sucedió en 2017, año en el que registró u$s2.500 millones en ingresos, un 50% más que el año anterior.
El 19 de septiembre, Airbnb confirmó sus intenciones de realizar su oferta pública inicial (IPO, por sus siglas en inglés) en 2020. En un principio, se había especulado con que el debut en el circuito neoyorquino se realizara este año, pero quedó descartado.
Si bien no hay fecha establecida para llevar adelante su IPO, lo que tiene en claro Airbnb es que este evento será una prueba de fuego: puede confirmar la salud de sus números y transformarla en capital fresco para desarrollar su expansión en la industria o sufrir un traspié en el camino rumbo a NYSE y finalizar esta aventura con un par de golpes encima.
Mientras, el trío Chesky, Gebbia y Blecharczyk disfrutan de una calma financiera que es la envidia de otras startups de altísimo perfil como Uber y WeWork. Su proyecto, que comenzó con unos colchones de aire y un desayuno incluido los convirtió en multimillonarios: amasan una fortuna de 4.100 millones de dólares, que crece conforme sube la cotización de la firma.
Sin embargo, el éxito no parece marearlos: Chesky sigue llevando una vida "relativamente modesta", según sus palabras y hasta hace apenas unos años seguía alquilando el departamento donde nació la empresa. Incluso, suele utilizar su plataforma para viajar por el mundo.
Los tres fundadores son, además, signatarios de la iniciativa Giving Pledge que lideran el inversor Warren Buffett junto a Bill y Melinda Gates, por la que se comprometen a donar más de la mitad de su patrimonio en vida.
El éxito de Airbnb está definido, en gran medida, por la obsesión de sus tres fundadores con la perfección. Hasta el punto de que en un primer momento llegaron a visitar las propiedades que se ofrecían en la plataforma en Nueva York para entender cómo llevar el servicio a otro nivel.
Entendieron que lo esencial para su éxito futuro no era únicamente que los visitantes estuvieran contentos, sino que los anfitriones adoraran el sistema. Hasta ahora, la receta parece funcionar a la perfección.