Sin semiconductores no hay smartphone.
Sin semiconductores no hay ordenadores.
Pero tampoco automóviles, aviones, consolas de videojuegos, las más diversas y avanzadas tecnologías de la salud y un cuasi infinito etcétera, ya sea a la hora de elaborar estos productos o en su versión final.
Los semiconductores son ese minúsculo corazón que da oxígeno a las tecnologías del siglo XXI y apenas se fabrican de forma física o funden, según el argot del sector, en dos países ubicados en una de las zonas del mundo más calientes, donde se encuentran frente a frente los intereses occidentales y los de China entre tensiones que van a más y más. En Taiwán y en Corea del Sur. Pero sobre todo en Taiwán.
Porque en esta isla cuya soberanía está reclamada por Pekín, lo pequeño es grande. El 25% de su territorio, un espacio un poco más limitado que el de Asturias, concentra al 75% de toda su población, sobre 17 millones de personas. Y este la fabricación del 63% de los semiconductores de la totalidad del mercado en el mundo.
Sólo le sigue de lejos Corea del Sur, con el 18%. Entre uno y otro llegan al 81% del total. Un cuasi duopolio. Porque luego aparece China con apenas el 8% según datos finales del 2020 de TrendForce. Europa y EE.UU. son testimoniales. Y eso pese a que gran parte de su economía y estilo de vida dependen de ellos.
"La concentración de productos altamente complejos como este tipo de chips high-end en algunas regiones, no es algo extraño. Y es precisamente fruto de la idea de que su conocimiento tácito no es fácil de trasladar y suele agruparse", relata Clàudia Canals, economista principal de CaixaBank Research.
Se ve, por ejemplo, en las empresas tecnológicas estadounidenses, muy concentradas en Silicon Valley. Pero en el caso de las obleas en la base de la tecnología del siglo XXI, láminas las más de las veces de silicio en las que procesos microscópicos y llenos de color dibujan microcircuitos por fotolitografía casi imperceptibles (los últimos, de dos nanómetros, lo que equivale a dividir el grosor del cabello humano en 50.000 partes y recoger apenas dos), están en apenas dos manos. Y las más de las veces, además, en dos empresas privadas: TSMC (Taiwan Semiconductor Manufacturing Company) y Samsung.
La producción de chips en mano de sólo algunas empresas abre un debate político, económico, y de seguridad
La taiwanesa TSMC ocupa el 54% del mercado de los chips que permiten ejecutar operaciones a la velocidad de la luz y memorizar millones de bits de información. La coreana Samsung el 17%, según los datos del 2020 que continúan en este 2021. Entre ambas, el 71% del mercado. Y ambas en el mar de la China Oriental. Frente a Pekín. De ahí hoy el temor en Occidente a sus implicaciones para la cadena de suministro de estos componentes.
Porque aunque Occidente colidera el desarrollo de los diseños de componentes (TSMC utiliza de una forma mayoritaria equipos fotolitográficos de la neerlandesa ASML, por ejemplo), Taiwán y Corea del Sur dominan la fabricación de los chips y sus innovaciones. Aunque fuera Intel, con sede en Silicon Valley, California, quien sacara el primer microprocesador en 1971; hoy prácticamente ha desaparecido del negocio de fundición. Entre los clientes de estas empresas de Extremo Oriente están, de hecho, las empresas de chips sin fábrica (o fabless, como se las conoce en el sector) más grandes del mundo como Qualcomm, Broadcom, Nvidia o AMD. Empresas especialistas en su diseño y diseño que luego licencian.
Y de ahí la duda:
-"¿Por qué han hecho posible esta concentración?", se pregunta.
-"Desde los años 80 los circuitos se han ido miniaturizando y una fábrica que sea capaz de integrar transistores cuyo tamaño mínimo ronda los 10nm tiene un coste elevadísimo. Para rentabilizarla es necesario vender a gran escala, no sólo productos propios sino de otras compañías, lo que sólo se consigue en mercados de consumo. Por otro lado los precios de venta han bajado en los últimos años de manera muy importante. Esto ha propiciado una especialización", responde a La Vanguardia Susana Patón, profesora titular de tecnología electrónica de la Universidad Carlos III de Madrid.
Los costes de poner en marcha una sola fábrica se estiman en unos 10.000 millones de euros. "Sin chips electrónicos la economía retrocedería medio siglo pero instalar una planta moderna puede costar 16.000 millones de euros, más que una planta nuclear o que fabricar un portaaviones", aventuraba por su parte en Dinero Xavier Ferràs, profesor especializado en innovación de Esade. "No habrá respuesta rápida de la industria para compensar la sobredemanda", concluía.
Y de ello se ha aprovechado de forma clara Taiwán. Y más que en ningún otro lugar en el parque tecnológico de Hsinchu, al sur de Taipei, en la costa occidental de la isla. Allí tienen su sede TSMC y la gran mayoría de las compañías que fabrican de forma física los chips en el país.
-"¿Y por qué no se las replica?", se pregunta, de nuevo.
-"La clave del negocio de fundición es no competir nunca con los clientes y mantener la propiedad intelectual en secreto. Esto las empresas de Taiwán lo han hecho muy bien mientras que otras del mundo pensaron en desarrollar sus propios productos. Además este negocio requiere de una acumulación de experiencia y disciplina en la gestión del negocio para garantizar un alto rendimiento. Y las empresas de Taiwán tienen ambas", detalla Kuan Neng-Chen, especialista en ingeniería electrónica y el vicepresidente de la taiwanesa Universidad Nacional Yang Ming Chiao Tung.
Es así que da igual si los chips a veces adquieren la forma de microprocesadores, otras de chips de memoria, a menudo de tarjetas gráficas, y más. Este producto, minúsculo, que en el día a día pasa más que desapercibido y la más de las veces es comercializado por otras marcas, es básico en alrededor del 70% de los productos tecnológicos del mundo, según la consultora Deloitte. Sean de Apple o Alibaba. De Volvo, Airbus o Nintendo. Y se funden en contados países y empresas.
Lo asume en primera persona en conversación con este diario Wayne Huang, vicepresidente de operaciones de Fairphone, compañía neerlandesa para la fabricación de los smartphone con la sostenibilidad por guía: "Nosotros empleamos una estrategia de desarrollo de producto similar, porque invertir en la manufactura tiene muchos más riesgos que construir un equipo de ingeniería. Por ejemplo, en inversión de capital inicial, que especialmente para las fundiciones es enorme. Mientras TSMC y Samsung están avanzando con su I+D y reduciendo sus costos al producir más chips de un tamaño fijo, los demás lidian con costos aún más altos. No es una sabia decisión empresarial el seguir con su negocio de fundición".
La producción de chips está principalmente concentrada en Taiwán y Corea del Sur
La decisión de qué hacer, con todo, también es de seguridad nacional.
Porque con Taiwán en su centro, resurge el dilema sobre las consecuencias de ubicarse en lo que The Economist tildaba del lugar "más peligroso de la tierra". Por tener detrás a EE.UU. Delante a la República Popular de China. Y por quedar en medio de un juego entre potencias el epicentro de un producto indispensable y "estratégico", en palabras del comité de Exteriores del Senado de EE.UU.
-"¿Cómo puede afectar a la seguridad global?"
-"Cuando China parecía un país amigo, todos se sentían cómodos con una cadena de suministro global centrada en la costa del Pacífico. Pero con la pandemia los gobiernos están nerviosos y EE.UU. ha identificado en la dependencia de Taiwán y Corea del Sur un posible punto de estrangulamiento en el que China podría intentar ejercer una influencia perjudicial. Cómo actúa en Hong Kong, Xinjiang y los mares del sur es muy preocupante. No hay peligro inmediato, pero Washington y Bruselas no están dispuestos a correr el riesgo", dice James A. Lewis, director del programa de tecnologías estratégicas y vicepresidente del Center for Strategic and International Studies estadounidense.
Por eso que EE.UU. planee aumentar su producción de semiconductores. Europa hace algo similar. Son de los mayores consumidores de semiconductores del mundo junto a China, y en ambos casos se busca con la colaboración tecnológica de Samsung o TSMC –las dos, es más, ya firman acuerdos en Washington y hacen lobby. Pekín, por su lado, también invierte. Masivamente. Con incentivos que cubren gran parte de sus costes de producción (se mencionan orquillas de entre el 45-70% de los recursos). Contemplándolo en su plan quinquenal para el periodo 2021-2025. Con la fundición SMIC, la más relevante (y la más avanzada) del país, centrando todos los esfuerzos. Porque como fábrica del mundo compra buena parte de los semiconductores totales, el 24% según Boston Consulting Group. Los estadounidenses el 25%; Europa el 20% y Japón, completando el ranking, el 6%.
Todos quieren ser menos dependientes. Y dar contenido a su capacidad instalada de producción, hoy escasa y en disminución en el pastel total del sector incluso sin tener en cuenta su competitividad y peso en el mercado. En Europa es del 8%. En EE.UU., del 10%. El 77% de la potencia manufacturera está en Asia, según reconoce la Asociación de la Industria de Semiconductores norteamericana.
Y ya ha habido shocks.
Desde el año pasado hay escasez de ciertos tipos de chips. Por el crecimiento de todo lo digital con la pandemia tras un primer parón. Sea por las redes 5G. O por la inteligencia artificial. O por el llamado internet de las cosas y el hoy más habitual teletrabajo. Aumento de la demanda que ha obligado a pisar el freno en algún momento en la fabricación de coches por parte de todos los grandes constructores (incluida Seat en Martorell, con costes para el empleo en la forma de un ERTE) y que ha afectado a los sectores de tarjetas gráficas y videoconsolas como Xbox y la PlayStation, por ejemplo.
"En un momento de fuerte recuperación económica en países como EE.UU., empezamos a ver cuellos de botella en numerosos sectores y la lentitud en la provisión de chips, o semiconductores, es un caso que ejemplifica la dificultad que tiene la oferta de cubrir esta demanda boyante. Es algo que debería ser transitorio pero que ejemplifica que si se quiere mayor robustez o seguridad en la producción es importante asegurar que hay alternativas a unos componentes clave en la cadena productiva", incide Canals.
En la fabricación de los semiconductores manda el business to business, el negocio de empresa a empresa; un cuasi duopolio en una de las zonas calientes del planeta y de la que dependen todas las grandes potencias y empresas.
Da pie a la guerra de los chips.
Fuente: La Vanguardia