La cuarentena obligatoria decretada para ralentizar los contagios de coronavirus exigió a muchas instituciones educativas de nivel superior (universidades y establecimientos análogos) a incorporar, en cuestión de días, una serie de recursos digitales que posibiliten el inicio del ciclo lectivo.
Muchas universidades ya brindaban educación a distancia, por lo que la implementación de la modalidad virtual para los cursos que hasta el año pasado eran presenciales se les hizo mucho más simple. Otras, directamente tuvieron que postergar el inicio de las clases por la imposibilidad de llevar a cabo el desarrollo de forma inmediata.
Lo que conocemos como buenas prácticas docentes nos indican que la implementación de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación (NTIC) debe supeditarse a las decisiones pedagógicas, y ambas a las decisiones curriculares. Esto quiere decir que el uso de estos nuevos recursos no deben modificar los objetivos de aprendizaje de un curso o asignatura, ni mucho menos los objetivos de un plan de estudio. En este sentido, podemos afirmar que las NTIC vinieron a facilitar el cumplimiento de los mismos objetivos.
Una gran ventaja de estas nuevas tecnologías es la reducción de las distancias (en realidad, la distancia pierde importancia) y el uso eficiente del tiempo tanto para el docente como para el alumno, gracias al aprendizaje asincrónico favorecido por la utilización de aulas virtuales con foros. Esto no es otra cosa que educación a distancia, virtual o e-learning.
Desde ya que el aprendizaje en el aula física (sincrónico) tiene sus ventajas, como la interacción directa entre los propios alumnos y entre éstos y el docente, seguramente superiores (al menos todavía) al empleo de videoconferencias.
Además, es de mucha importancia la evaluación presencial. Aunque hablamos de evaluación como proceso, incorporar instancias cara a cara puede ser más efectivo, por ejemplo, para evaluar ciertas competencias como la expresión oral en público. De ahí que cada vez es más utilizada en el mundo la modalidad semipresencial o b-learning (Blended Learning), que combina las dos anteriores.
¿En dónde vemos el problema?
Si bien, como dije antes, las NTIC sirven para aumentar la efectividad (eficiencia y eficacia) en el logro de los mismos objetivos, un curso diseñado para desarrollarse de manera presencial, al menos de la forma tradicional, no puede ser implantado directamente en una modalidad virtual (a distancia).
En Argentina estamos acostumbrados todavía un modelo áulico en el que el docente es el foco del proceso y es quien explica contenidos que luego los alumnos deben reproducir en una instancia examinatoria. Está claro que, bajo esos paradigmas (lo que conocemos como educación 1.0), de ningún modo puede desarrollarse un curso en la virtualidad, puesto que los estudiantes tendrían a disposición la bibliografía en el momento de los exámenes.
En educación, uno de los tres componentes claves es el docente (los otros dos son el alumno, y los contenidos y competencias a desarrollar). El gran desafío en todo esto es cómo lograr que profesores que han trabajado durante décadas con los métodos tradicionales puedan adaptarse, no solo al uso de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, sino también a las estrategias didácticas modernas.
La mayor dificultad es pasar rápidamente de la educación 1.0 a la educación 4.0, es decir aquella en la que predomina la autodirección, el trabajo en equipo y la autoevaluación con el uso de las nuevas tecnologías. Es necesario primero reforzar la enseñanza bidireccional, esto es, dando más importancia a la interacción entre los estudiantes con sus pares (educación 2.0), y luego el aprendizaje autodirigido fomentando la búsqueda digital de la información y estimulando competencias para la creación de los contenidos (educación 3.0).
No es que estos dos últimos paradigmas de la educación no tengan lugar en el país, pero muchas veces se observa la falta de métodos de evaluación rigurosa acorde a estas formas de aprendizaje.
¿En dónde vemos la oportunidad?
El aislamiento obligatorio nos forzó a modificar muchas conductas y una de ellas es la forma de impartir la educación. Insisto con que la tecnología no debe modificar los objetivos pedagógicos, pero sí es cierto que la educación virtual o semipresencial obliga al docente a utilizar métodos que están más alineados con los enfoques constructivistas de enseñanza y con la educación 4.0.
Seguramente, ni hoy ni en el corto plazo veremos mejoras en la calidad educativa por las dificultades a las que me referí anteriormente, pero estos cambios obligados por el contexto actual nos harán detectar (eso espero) la necesidad de un cambio de paradigma en la educación. L
a detección de la necesidad es el primer paso para generar el cambio, el cual debe incluir una importante formación en pedagogía a los docentes y una permanente actualización en los nuevos métodos de enseñar y evaluar.
* Santiago Lamberti es Licenciado en Administración de Empresas y Magíster en Management y Marketing Estratégico. Profesor del Seminario de Práctica Profesional de la Licenciatura en Comercialización de la Universidad Abierta Interamericana (UAI)