El gobierno de Javier Milei, al cumplirse los primeros ocho meses de su mandato, ofrece un panorama complejo, donde las expectativas iniciales de cambio radical y recuperación económica se enfrentan a la cruda realidad de un país en crisis.
El presidente, conocido por su fuerte discurso liberal, ha delegado la mayoría de su gestión ejecutiva a un pequeño círculo de confianza, compuesto principalmente por su hermana y un asesor sin cargo.
Esta concentración de poder en un entorno reducido ha sido objeto de críticas, especialmente cuando se considera que solo el 18% del plantel necesario para gestionar las diversas áreas gubernamentales ha sido ocupado por personas de confianza de Milei.
Uno de los pilares en los que se sostiene la esperanza de la población, con un respaldo aún superior al 50%, es la notable disminución de los niveles de inflación.
Sin embargo, esta baja ha venido acompañada de un costo significativo: la postergación de la finalización del plan de emergencia y la incapacidad para corregir la distorsión de precios relativos.
Además, la corrección del evidente atraso cambiario sigue siendo un desafío no resuelto. El presidente ha insistido en una política de convergencia hacia un 2% de inflación, 2% de tasa de interés y 2% de crawling peg, metas que muchos consideran utópicas en el contexto actual.
Las encuestas reflejan un apoyo sostenido, pero también un creciente escepticismo entre los agentes económicos, que observan cómo la depresión económica persiste y amenaza con profundizarse si no se ajustan los parámetros macroeconómicos.
Aunque el índice CONTRUYA, indicador clave de la actividad constructora, ha mostrado cierta recuperación, esta se debe más a la brecha cambiaria que a un verdadero impulso de la inversión en nuevas obras.
Esto anticipa un aumento en el desempleo, sumándose a los 100.000 trabajadores informales que han perdido su empleo desde diciembre de 2023 y la reducción de 330.000 cuentas sueldo en el sector formal.
El panorama hacia las elecciones de medio término se presenta sombrío. La falta de un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI), en medio de un año electoral en Estados Unidos, dificulta cualquier avance significativo.
Con reservas negativas en el Banco Central, que ascienden a aproximadamente u$s6.000 millones, el escenario económico parece encaminarse hacia una crisis más profunda.
La recuperación en forma de V, pipa de Nike o incluso W parece cada vez más lejana, con un panorama más cercano a una L, donde llegar a mediados del próximo año sin un estallido social se percibe como una tarea titánica.
En este contexto, solo los sectores más vulnerables, que se benefician de la asistencia social, han logrado ganarle a la inflación.
El resto de la población, especialmente los asalariados, ha visto cómo sus ingresos quedan cada vez más rezagados frente al alza inminente de los precios regulados, como el transporte, la electricidad y el gas.
El futuro inmediato presenta dos medidas que podrían mitigar en parte la crisis:
- un blanqueo que, con suerte, podría exteriorizar u$s20.000 millones
- el Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones con CEPO CAMBIARIO, una medida que, aunque positiva, tendrá impacto recién en el mediano plazo.
Sin embargo, el CEPO cambiario parece destinado a perdurar mientras no se logre una acumulación significativa de reservas.
En síntesis, el gobierno de Javier Milei enfrenta un desafío monumental: convertir la esperanza en confianza, con 22% de la población por debajo de la línea de pobreza y 55,4% de pobreza.
De no lograrlo, es probable que la imagen presidencial sufra una caída significativa hacia fines de 2024, marcando un punto crítico en su gestión y en el futuro del país.
La recuperación económica aún no asoma en el horizonte, y el tiempo para revertir la situación se agota rápidamente.
*Por Marcelo Trovato, manager de Pronóstico Bursátil