Cada vez más temprano, nuestros hijos acceden a información y puntos de vista sobre la realidad. Nos asombra la cantidad de datos que manejan y es inevitable compararnos con ellos a su edad, creyendo -como mínimo- que éramos más inocentes.
Sin embargo, no debemos confundir el acceso a información con su procesamiento o comprensión crítica. Tener un mar de datos al alcance no significa que sepan navegarlo con prudencia ni que desarrollen un pensamiento analítico sobre lo que consumen.
En los últimos años, creció en redes sociales y plataformas de video la presencia de influencers que promueven 'estilos de vida' donde el éxito no parece requerir esfuerzo. Muchos de ellos sugieren caminos financieros accesibles y supuestamente infalibles.
Aunque este contenido está dirigido mayormente a adultos, llega con facilidad a los adolescentes. Estos emprendedores suelen destacar los casos de éxito, pero rara vez mencionan los riesgos asociados.
Peor aún, junto a estos discursos aparecen ofertas mucho más crudas, como las apuestas deportivas online y los casinos digitales, que presentan la ilusión de una ganancia rápida y sin esfuerzo.
Las cifras son alarmantes: el 80% de los adolescentes y jóvenes ya apostó online o conoce a alguien que lo haya hecho en el último año, y el 95% sabe de la existencia de sitios y aplicaciones de apuestas.
Además, un 37% ingresa con frecuencia, incluso a diario. Su principal motivación es el dinero: más de la mitad apuesta con la intención de ganar, mientras que 30% lo hace por entretenimiento. A pesar de esta creciente tendencia, el 40% de los adolescentes jamás habló en su hogar sobre los riesgos de las apuestas online.
La transición de las apuestas a las finanzas es natural para los jóvenes, porque -aunque sus mecanismos sean distintos- ambos procesos activan respuestas psicológicas similares.
La posibilidad de generar adicción está presente en ambos casos, y la clave está en la recompensa variable: el sistema que vuelve adictivos, los videos cortos, los tragamonedas, las apuestas online y también ciertas formas de trading.
Al conversar con adolescentes sobre por qué apuestan online, aun sabiendo que las probabilidades matemáticas están en su contra, la mayoría responde que lo hace por la emoción y el entretenimiento. Esto nos indica que el problema no es solo racional, sino que estamos entrando en el terreno de la adicción.
Vivimos en una cultura dominada por la imagen, donde la idea de ganar dinero "inteligentemente" y sin esfuerzo está en todas partes. Las redes sociales muestran a personas que parecen vivir de vacaciones, lo que genera una inevitable comparación: ¿estamos haciendo algo mal?
Un adulto con experiencia puede entender que la publicidad es engañosa y que nada es tan simple como parece. Quienes trabajaron en el mundo financiero saben que el trading implica riesgos, estudio y preparación.
Sin embargo, lo que más visibilidad tiene es lo contrario: la promesa de independencia económica, libertad de horarios y riqueza fácil. Detrás de esa ilusión, miles de jóvenes ingresan a un juego de suma cero, donde los recién llegados son carne de cañón.
Estamos ante un fenómeno reciente: hace apenas unos años, el acceso masivo a instrumentos financieros desde el celular era impensable. Las generaciones anteriores (Boomers y Gen X) no tienen suficiente experiencia para aconsejar a sus hijos sobre estos temas, lo que agrava el problema.
No se trata solo de acceso a plataformas de inversión o apuestas, sino también de la falta de control y, sobre todo, de educación.
Educar en finanzas no es solo enseñar a calcular riesgos, entender la volatilidad de un activo o saber cuándo entrar o salir de una posición. La educación financiera debe ser integral, incluyendo una formación socioemocional que ayude a tomar decisiones informadas y responsables.
La adicción hace mella como un simbionte en un cuerpo con carencias existenciales, alimentándose de la fragilidad emocional y de la búsqueda desesperada de gratificación inmediata.
Por eso, la educación financiera, como cualquier otra, debe subordinarse a una formación humana que priorice el desarrollo de la libertad, la inteligencia y la voluntad, permitiendo a cada individuo conquistar objetivos arduos con esfuerzo y criterio propio.
Creemos, fundamentalmente, que un joven alegre, sano y consciente de su propio valor es menos vulnerable, no solo a las apuestas, sino a todo tipo de adicciones. Un adolescente con un desarrollo emocional sólido y un sentido de propósito tendrá más herramientas para resistir impulsos perjudiciales y, cuando tenga acceso a instrumentos financieros, lo pensará dos veces antes de asumir riesgos innecesarios.
Es esencial que al finalizar el bachillerato un estudiante tenga el criterio necesario para elegir un crédito informadamente, seleccionar activos financieros para resguardar su dinero, evaluar el riesgo de opciones más volátiles, planificar gastos en su presupuesto, diferenciar activos y pasivos, comprender la importancia del ahorro y la inversión y familiarizarse con la economía digital.
Desde la prevención inicial hasta el desarrollo de fundamentos económicos, existe un arco de aprendizaje largo pero posible.
En Funiversity, creemos que la educación financiera no solo debe enseñar conceptos económicos, sino también desarrollar la inteligencia emocional necesaria para tomar decisiones responsables.
Por eso, nuestro curso de educación financiera no se limita a explicar cómo funciona el dinero, sino que integra aprendizajes socioemocionales y fomenta el pensamiento crítico en comunidad.
Acompañados por otros jóvenes de toda Latinoamérica, los estudiantes exploran juntos cómo gestionar sus recursos con criterio, construir hábitos financieros saludables y entender la economía desde una perspectiva práctica y consciente. Porque aprender a manejar el dinero no se trata solo de números, sino de libertad, autonomía y visión de futuro.
*Por Damián Villaronga, emprendedor argentino y fundador de Funiversity