Por el siglo XIX el trabajo experimentó una profunda transformación como consecuencia de la rápida industrialización, y provocó un desacople entre las expectativas de la oferta de trabajo y las condiciones que imponía la demanda.
Esa tensión generó, entre otras, medidas de fuerza para reclamar una jornada laboral de 8 horas en lugar de las extensas horas a que eran sometidos hombres, mujeres y niños.
Una de esas protestas culminó en el incidente conocido como la Revuelta de Haymarket en mayo de 1886, donde murieron gran cantidad de personas y fue el evento que dio lugar al Día Internacional del Trabajador que se conmemora en muchos países.
Paradójicamente, actualmente nos enfrentamos a una nueva revolución tecnológica, que también produce profundos desacoples entre la oferta y la demanda de trabajo, muchos de ellos estructurales.
Uno de los principales retos es la escasez de talento, según la Encuesta de Escasez de Talento 2023 de ManpowerGroup, 8 de cada 10 empleadores de la Argentina no encuentra los candidatos con las habilidades que necesita.
A medida que las empresas se vieron forzadas a acelerar sus procesos de Transformación Digital, la brecha entre lo que las organizaciones necesitan y lo que encuentran en el mercado es mayor, y año a año este índice va en aumento.
Cubrir necesidades
Por otro lado, las necesidades de las personas y sus prioridades también cambiaron y ahora quieren elegir cómo y dónde trabajar, al poner el acento cada vez más en la flexibilidad, la salud, el bienestar, la integración entre la vida familiar y laboral.
No es casual que mientras las empresas se debaten acerca de cómo atraer y desarrollar el talento, se coló en la agenda el debate sobre una jornada de 4 días hábiles en lugar de 5.
Lo llamativo es que mientras que el 97% de los empleados que hicieron una prueba piloto en los Estados Unidos, quieren continuar con un horario comprimido, solo 1 de cada 10 organizaciones consideraría ofrecer este esquema.
La transformación digital se trata de cómo las organizaciones logran atraer, inspirar y unir al talento para que, adoptando la nueva tecnología, produzcan cambios competitivos a mayor velocidad.
En definitiva, se trata de una transformación humana, que requiere un profundo replanteo acerca de cómo entendemos el aprendizaje, cuál es el rol de las personas, las empresas y el Estado.
Esto implica, entre otras cosas, repensar nuestro sistema educativo para adaptarlo a las necesidades del mercado. Imaginar un secundario que atienda la necesidad de generar una real salida laboral o sistemas universitarios con oferta de más carreras cortas, dinámicas y actualizadas.
Cambio cultural
Muchas empresas se plantean si hoy por hoy el título universitario debe ser un filtro en algunas las posiciones y ante la falta de habilidades invirtien mucho más en capacitación de su fuerza laboral.
Finalmente, la idea del autodesarrollo requiere un cambio cultural importante. Con democratización del acceso al conocimiento y la proliferación de cursos gratuitos online, paulatinamente se transfirió una parte de la responsabilidad por el aprendizaje a las personas, y por eso una de las habilidades más requeridas es el "learnability", factor que implica tener predisposición para estar continuamente aprendiendo de manera autónoma.
Si algo hemos aprendido de cambios disruptivos tecnológicos es que la ruptura de viejos paradigmas y la tensión entre la oferta y la demanda, puede generar un proceso duro, traumático y muy doloroso para la sociedad.
Como una fuerza invisible ese proceso avanza hasta que el daño ya se produjo. Depende de todos nosotros anticiparnos y adoptar las medidas para que lo urgente no nos haga hipotecar el futuro de las próximas generaciones y pongamos en nuestra agenda de país el gran desafío que presenta el talento.
*Por Luis Guastini, Director General de ManpowerGroup Argentina