En general y desde hace ya unos años, hay una generación que ha hecho correr ríos de tinta, concretamente la de los nacidos entre 1980 y 1995. Sus primeros años, por tanto, se caracterizan coincidir con la maduración del capitalismo tardío y el auge del neoliberalismo.
No vivieron la crisis del petróleo del 73, crecieron durante la burbuja económica y retrasaron su entrada al mercado laboral debido a la crisis financiera de 2008, todo ello adaptándose a la multitud de cambios tecnológicos durante su niñez.
Impacientes, idealistas, con confianza en sí mismos y bien preparados académicamente... Son la Generación Y, también conocidos como los millennials.
La generación más emprendedora
En el pasado, la juventud era un obstáculo para alcanzar el éxito profesional. Crecer, la edad, significaba más recursos, más conocimiento, más dinero y más experiencia. Pero los tiempos han cambiado, y quienes se han criado durante la revolución tecnológica de finales del siglo XX ven las cosas de forma distinta. Su ambición es comparable al mundo digital, dinámico, emprendedor e impaciente en el que se formaron.
Pero luego, ya en la madurez, no se entiende la entrada de los millennials al mercado laboral sin la crisis de 2008. La precariedad laboral les afectó de forma distinta que a sus padres y abuelos: en lugar de atesorar el trabajo, se convencieron de que cualquier empleo es transitorio e inestable, por lo que no se sienten comprometidos. No tienen miedo a cambiar de empresa. Tampoco de fundarlas, siendo mucho más emprendedores que las generaciones anteriores.
Esto también se explica a través de la educación. La Generación Y ha gozado en su niñez de muchas más oportunidades que sus padres y abuelos: sus títulos universitarios se dispararon (39% frente al 29% de sus padres) y aumentaron su formación durante la crisis. La precariedad, sumada al emprendimiento precoz, les ha arrastrado también a formar una familia mucho más tarde que sus progenitores.
Si anteriormente la nota predominante era la búsqueda de la estabilidad y el trabajo, la de los millennials es el equilibrio entre lo laboral y lo personal, por lo que son mucho más contestatarios con sus jefes. Según subraya Diego Vicente, profesor de liderazgo y comportamiento organizacional de IE Business School, "acatan la autoridad más que respetarla", les cuesta asumir los valores y la filosofía de la organización como propios, a menos que sean ellos quienes los hayan promovido.
Se parecen, por tanto, más a la generación siguiente (los centennials) que a sus progenitores. Les importa el impacto de las empresas en la sociedad, por eso no dudarán en terminar una relación con una marca cuando no estén de acuerdo con sus prácticas comerciales, valores o tendencias políticas.
Como emprendedores, por norma general se centran en la tecnología —a la que se han adaptado mejor que las generaciones anteriores— y la usan para cambiar y mejorar el mundo. Esto los hace ser ambiciosos y valientes, pero también les hace confiar más en las inversiones privadas y arrojarse a emprender a edades más precoces que sus padres.
Mark Zuckerberg
Uno de estos aventureros es Mark Zuckerberg (1984), que se lanzó a la aventura de fundar Facebook cuando sólo tenía 20 años. Ahora, casi 16 años después de su lanzamiento, este programador de White Plains es la octava persona más rica del mundo, además de ser el único menor de 55 años en la lista.
Zuckerberg tenía en su cabeza la idea de "crear un mundo más conectado" y fueron estas ansias por cambiar el mundo las que motivaron el ascenso de Facebook. Como persona se define como torpe, pero precisamente esto indica dos características clave del liderazgo: la autenticidad y la humildad. Sobre todo para alguien que gana casi dos millones de dólares por hora.
Conocedor de que los millennials no se comprometen con las empresas, la política de empleo de Facebook hacia sus trabajadores es muy clara: buscar que los trabajadores se impliquen no en la compañía, sino en valores comunes que hacen del mundo un lugar mejor, como la seguridad, la privacidad y la dignidad en las redes sociales. Los empleados incluso los cuelgan en las paredes.
Yiming Zhang
Un caso parecido es el de Yiming Zhang (1983), el empresario chino fundador de TikTok (2018). Este nombre, si ya tienes una edad, te sonará a las agujas de un reloj, pero si no sabrás que se trata de la aplicación de moda.
Con más de 1.500 millones de descargas en todo el mundo y un target puramente millennial o centennial (la generación siguiente), esta red social ha catapultado a la startup de Zhang —ByteDance— hasta ser la empresa emergente privada con una mayor valoración a nivel mundial: u$s 75.000 millones (68.2821 millones de euros).
Nada que ver con hace sólo 8 años, cuando este joven informático poco dado a las relaciones sociales tuvo que pasearse por toda China sin que ninguna gran empresa le financiase. Finalmente, el grupo de inversión Susquehanna International le brindó su apoyo.
Evan Spiegel
Junto con Zhang y Zuckerberg, Evan Spiegel (1990) completa el grupo de los únicos tres milmillonarios menores de 30 años en haber generado su fortuna desde cero —no heredándola— a partir de su propia empresa. En el caso de Spiegel, el éxito le vino con Snapchat (luego convertida en Snap Inc.), compañía que fundó en 2011 y de la que es CEO.
Al igual que el líder de Facebook, este californiano abandonó la universidad para poner en marcha su idea junto a un compañero de fraternidad, Bobby Murphy, que actualmente es jefe de tecnología de Snapchat. Aunque ambos han visto años mejores, se hicieron millonarios en un abrir y cerrar de ojos.
Su objetivo nunca fue perseguir a una gran masa de usuarios, como sí hacen Facebook, Google y otros gigantes de internet, y a la larga fue eclipsado por Instagram (propiedad de Facebook), que basó sus stories en el modelo de Snapchat y terminó adueñándose de su nicho.
Cotizando actualmente a u$s 12,41 por título, las acciones de Snap Inc. han vuelto a resultar atractivas a ojos de muchos analistas que creen en la remodelación de la empresa a partir de su rediseño, el cambio en el modelo de publicidad y su nueva aplicación Android. Sólo el tiempo dirá cómo termina su historia.
Brian Chesky
Zuckerberg y Zhang comparten no sólo nicho de negocio, sino también profesión, pero hay otros muchos millennials que se han alzado con el éxito empresarial sin pertenecer a él.
Es el caso de Brian Chesky (1981), CEO de Airbnb, cuya única experiencia laboral antes de fundar la empresa era la de culturista. Chesky creó la plataforma con 27 años, en 2008, llegando a deber hasta u$s 25.000 en diversas tarjetas de crédito. Menos de 2 años después, ya lideraba una de las startup más cotizadas del mundo.
Ahora, la compañía, que no tiene ni una sola habitación entre sus activos y sólo pone en contacto a sus propietarios con potenciales clientes, está mejor valorada que muchas cadenas hoteleras.
Evan Sharp
A principios de los 2000, Evan Sharp (1982) no sabía lo que se le venía encima. En 2009, este joven de Pennsylvania (EEUU) trabajaba para una empresa de esta lista, Facebook, como diseñador de producto —aunque era arquitecto de profesión— y, en su tiempo libre, redactaba lo que más tarde sería el código de lanzamiento de Pinterest.
Él mismo defiende que la idea innovadora de Pinterest no es crear una red social, sino una página de uso personal. "Una red donde no compartes, sino que acumulas ideas o proyectos", indica Sharp.
Todo nació, precisamente, del deseo de Sharp de abandonar Facebook y de volver a centrarse en la arquitectura. Creó Pinterest para organizar sus proyectos y fuentes de inspiración, lo compartió con amigos y familiares y al poco tiempo... voilà. Ahora es el milmillonario propietario de una empresa cotizada.
Carlos Rodríguez
En España tampoco faltan ejemplos de emprendedores millennials. Uno de ellos es Carlos ocelote Rodríguez (1990), CEO y fundador del club de esports G2, valorado en u$s 105 millones. Creó la compañía en 2014 con el dinero de su propio bolsillo y, dos años después, ya era uno de los clubes de deportes electrónicos más exitosos del mundo y el más laureado de Europa.
Rodríguez, conocido por su sobrenombre ocelote en el universo de los videojuegos, se reconvirtió de jugador de esports a empresario. Olvidado como profesional, este madrileño cambió el teclado y el ratón por el traje y el maletín cuando sólo contaba 24 años de edad. Ahora pertenece a la lista 30 Under 30 de Forbes, que incluye a los 30 mayores multimillonarios menores de 30 años.
Arantxa Unda
Arantxa Unda (1987) es la CEO de Sigesa, una empresa fundada en 1993 dedicada al desarrollo e implantación de software especializado en gestión sanitaria. Aunque no la fundó, esta madrileña ha protagonizado la última gran etapa de expansión de la firma, actualmente presente en España, Portugal y Latinoamérica.
Unda dejó su prometedora carrera en el mundo de las finanzas, que le había llevado a trabajar en los bancos de inversión Goldman Sachs en Nueva York y Morgan Stanley en Londres, para ponerse al mando de la empresa familiar en 2015. Es graduada en Ciencias Empresariales y tiene un MBA.
Entre sus logros está haber sido elegida por Forbes para encabezar la prestigiosa lista 30 under 30 Europe en la categoría Ciencia y Salud.
Óscar Pierre
Si preguntas por la calle sobre la startup de presencia internacional que más ríos de tinta ha hecho correr en los últimos tiempos, la mayoría de las respuestas probablemente refieran a Glovo. Fundada y dirigida por Óscar Pierre (1992) en Barcelona, esta empresa emergente ha crecido exponencialmente desde su nacimiento, en 2014. El padre de este joven CEO no es otro que Óscar Pierre Prats, exmiembro del consejo de administración de RTVE y dueño de la multinacional de software Aggity.
La premisa —y la idea original de Pierre hijo— es simple. ¿Necesitas algo? Un glover irá a comprarlo y te lo llevará a tu ubicación en menos de una hora. Su ascenso como compañía en el último lustro le ha supuesto alcanzar la categoría de unicornio al superar, en diciembre de 2019, los 1.000 millones de dólares de valoración.
Al joven, por su parte, le ha valido un puesto en la lista de 30 Under 30 de Forbes, pero también un conflictivo historial de denuncias por parte de sus trabajadores. En la actualidad, la Justicia española se encuentra dividida en cuanto cómo abordar el estatus laboral de los riders la empresa. Ésta, por ejemplo, fue recientemente condenada a considerar relaciones laborales la actividad de varios de sus glovers, que ejercían como falsos autónomos, indicó Business Insider.