Por la recesión y la inestabilidad de la economía, cada vez más personas y empresas eligen resguardar sus bienes físicos dentro de sus hogares y oficinas, una práctica que aumenta los riesgos por posibles robos.
La custodia de esos activos, que pueden ser desde billetes en moneda extranjera hasta obras de arte, impulsa el negocio de las cajas de seguridad, y la llegada de empresas privadas que compiten con la banca tradicional en esta actividad.
Una de ellas es Ingot, que con una inversión de 100 millones de pesos ofrece este servicio e incorpora tecnologías de avanzada.
El CEO de esta compañía es Juan Piantoni, pionero en esta actividad, quien desarrolló el concepto en 2014 con la primer empresa privada de alquiler de cajas de seguridad, empresa que vendió a mediados del 2018 y con la cual ahora compite.
Según fuentes del mercado, los bancos disponen de 800.000 cajas de seguridad en la Argentina, pero esa cantidad resulta insuficiente para satisfacer la alta demanda.
En algunos bancos se debe aguardar seis meses para disponer del servicio, que buscan miles de argentinos que retiraron del sistema financiero más de 13.000 millones de dólares en 2019.
Las oficinas de Ingot se encuentran en la avenida Corrientes, a pocos metros de la esquina con la calle peatonal Florida. Desde la vereda no se observa nada especial que lo distinga de otros edificios de la City porteña.
Ingot tiene allí una superficie de 1.000 metros cuadrados, con cuatro bóvedas, dos de ellas destinadas al resguardo de diversos valores: una para clientes particulares y otra para empresas. En total aloja 2.000 cajas de seguridad, aunque hay espacio para llevar esa cifra a 6.000.
Para diferenciarse de la competencia, las otras dos bóvedas tienen propósitos especiales: el guardado de obras de arte (hasta unas 300); y la custodia de billeteras físicas con el formato de un pendrive para acceder a monedas digitales.
Los bancos en la Argentina y en el mundo no tienen como eje de negocio al guardado de valores sino que apuntan a la transacción y el cobro de comisiones y tasas.
Solo permiten el acceso a las cajas durante las horas de atención del banco, lo que significa que no es posible acceder a los valores guardados fuera del horario bancario o durante los fines de semana, mientras que en Ingot duplican el horario de atención que ofrecen las entidades bancarias.
A diferencia de los bancos, donde las cajas de seguridad es uno más de varios negocios, en Ingot se especializan en alquiler de cajas de seguridad, el único servicio que brinda, por lo que todo el foco y los recursos están destinados a dar el mejor servicio y la mayor seguridad.
Ingot ofrece un horario extendido de lunes a viernes de 9.30 a 18.30 y los sábados de 10.00 a 14.00, además de salas de reuniones cómodas y seguras, que incluyen máquinas contadoras de billetes y servicio de cafetería. Y una cuestión vital: privacidad y confidencialidad, características que los bancos no pueden garantizar en niveles altos, a la luz de las frecuentes "salideras" bancarias. Todo al mismo precio que el promedio del sistema bancario para este servicio.
La instalación de Ingot cuenta con monitoreo las 24 horas, molinetes de alta seguridad, lector de huellas, escáner biométrico de rostro e iris, detectores de movimiento, paredes de acero reforzado en las bóvedas e ingresos, ascensor privado, sala de espera individual, amplias salas de escrituras y vigilancia las 24 horas los 365 días del año. En total son nueve los niveles de accesos. En los bancos hay sólo dos: la puerta de la bóveda y del cofre.
¿Qué se pueden guardar en las cajas? Dinero en efectivo, metales preciosos, joyas, documentos, cartas, cuadros, recuerdos y todo otro objeto que cada quién desee mantener a resguardo.
Los plazos de contratación pueden pactarse por unos pocos días, mientras que en los bancos los contratos suelen tener un año mínimo de duración
Para estar a tono con los tiempos, Ingot ofrece una aplicación con un semáforo que indica si hay demora para acceder a las bóvedas.
Para la contratación, los interesados deben acercarse a las oficinas y presentar el documento de identidad y un servicio a su nombre. Los datos se chequean en una base pública para descartar vínculos con terrorismo o narcotráfico.
Al igual que en un banco, reciben una llave (la otra queda en manos de la institución). A diferencia de las entidades bancarias, los datos del usuario son borrados del sistema y las personas se manejan con un alias.