Una idea por sí misma no vale nada. La afirmación peca de perogrullo, pero no por eso deja de ser cierta.

Raptos de genialidad, momentos epifánicos que iluminan la mente y traen consigo nuevos enfoques hasta ese momento en penumbras: el impulso para crear algo nuevo puede llegar en cualquier momento, pero de poco servirá si no se ponen manos a la obra y se lleva ese impulso a un plano tangible.

Las aplicaciones, en este sentido, son las grandes vedettes de los emprendedores de la era digital. Se trata de plataforma ubicuas, sin fronteras aparentes y con un mercado potencial que abruma: el ecosistema móvil mundial se cuenta por miles de millones de smartphones vendidos, donde cada unidad activa es vistacomo un potencial cliente.

Los últimos datos aportados por IDC confirman además la tendencia alcista. La firma de análisis espera que para 2022 se despachen 1.600 millones de teléfonos inteligentes al año, acompañados de precios promedios de venta más altos, producto de la búsqueda de terminales con mejores prestaciones. Es decir, más aptas para soportar una gran variedad de programas.

América Latina, en particular, posee una de las tasas más altas del mundo en lo referido a uso de apps. Según datos de Endeavor, éstas concentran el 90% del tiempo que los usuarios pasan en sus móviles. En la Argentina, el panorama es similar: Ignis Media Agency asegura que el 87% de los usuarios de Internet acceden a la red a través de plataformas mobile, mientras que el promedio de apps instaladas es de 20 por usuario.

Las cifras transmiten entusiasmo, ¿pero que tan seguro es que una idea llevada al plano digital resulte un éxito? Al igual que cualquier otro emprendimiento, se trata de un espacio que tiene sus propias encrucijadas y vicios inherentes.

La puesta en marcha

"Las apps tienen una barrera de entrada muy baja, con peligros y oportunidades al mismo tiempo. Si tenés un amigo programador y sabes algo de diseño, es tu tiempo y nada más", explica en diálogo con iProUP Mariano Stampella, business developer y socio fundador de Intive-FDV, compañía argentina orientada al desarrollo de aplicaciones móviles.

"No conozco muchas industrias en las que se pueda acceder a mercados internacionales y exportar, pero esas barreras bajísimas antes citadas hacen que la competencia sea muy alta. En cualquier momento puede surgir un nuevo jugador en el mercado", agrega.

Actualmente, incursionar en esta industria es más sencillo que nunca, de la mano de una mayor accesibilidad de las herramientas tecnológicas.

Para Ignacio Barrea, director académico de Digital House, "gracias a la masificación de skills digitales, hoy es mucho más fácil poder convertir una idea en un proyecto".

Y completa: "Ya no se necesita tercerizar el desarrollo en grandes empresas ni agencias de marketing para realizar campañas de adquisición y awareness (fijación de la marca). Cualquier grupo de personas puede emprender y llevar a cabo todas las tareas necesarias para transformar una idea en un negocio".

El especialista aclara que es fundamental "pensar en una estrategia global y no creer que la creación de un producto es únicamente el desarrollo técnico".

"Empezando por identificar la necesidad, generar empatía con nuestros potenciales usuarios, prototipar el producto y validar si es lo que realmente necesitan, hasta una estrategia de adquisición y retención de usuarios cuando el producto esté listo. Si no contemplamos todas las aristas de nuestro plan, estamos en una gran desventaja frente al mercado", reflexiona.

Por su parte, Juan Carlos Ferraris, director de Diseño de Experiencia de Usuario de redbee, sostiene que "lo primero que uno tiene que hacer es entender qué problema va a estar resolviendo con su aplicación".

"Una idea que muchas veces surge desde la necesidad o de la oportunidad, pero ¿por qué consideramos que va a ser mejor, o diferente, o que la gente la va a utilizar? El primer norte, entonces, es identificar ese aspecto", argumenta el ejecutivo en diálogo con iProUP.

La idea, al igual que un primer flechazo amoroso, puede resultar embriagadora. Hacer caso omiso a los "cantos de sirenas" será clave para discernir entre el buen o el mal camino que tomará el proyecto. No todo impulso es necesariamente innovador o disruptivo. Mucho menos en un mercado digital abarrotado de apps.

"Es importante tener un buen entendimiento de lo que queremos hacer. Al primer momento que uno se encuentra con una idea, se tiene un enamoramiento, parece inmediatamente aplicable y sumamente redituable. Pero esa mirada y la fragilidad que tienen los proyectos en sus etapas iniciales muchas veces no nos dejan ver esos talones de Aquiles que, de poder avanzar, van a resultar críticos y hasta mortales en algunos casos", advierte Ferraris.

Stampella también suma su visión crítica ante la mirada romántica en las primeras etapas del proceso de encarar un proyecto de estas características.

"A nosotros nos pasa constantemente, empresas grandes incluso, que quieren llevar proyectos a la práctica, simplemente porque se les ocurrió a algún gerente y luego fueron apoyados por dos o tres personas que dijeron que sí porque querían quedar bien. Enseguida quieren ponerse en marcha, a pesar de que uno les cuenta de los procesos necesarios, como validar la idea y construir un prototipo mínimo viable (MVP) para testear su aceptación. Creen de su parte que ya todo está validado y solo hay que desarrollar la app y nada más", asegura.

Al respecto, añade: "Hemos construido aplicaciones sabiendo que no iban a funcionar y después, efectivamente, no funcionan. Es muy raro que una idea que no se necesite validar, de la que no se hagan prototipos y de la que no sea necesario analizar el mercado, realmente salga bien desde el arranque".

Financiamiento: mitos y verdades

La pata económica de un proyecto siempre es motivo de stress. Para la industria del software, los costos son relativos: se puede encarar el diseño y desarrollo de una plataforma móvil sin necesidad de invertir millones, pero si lo que se busca es jugar en las "grandes ligas", convertirlo en un verdadero negocio, la ecuación es diametralmente opuesta.

"El desarrollo de aplicaciones es costoso, pero está al alcance de cualquier programador poder afrontarlo por sí mismo. Gracias a servicios del tipo BaaS (Backend as a Service) y PaaS (Platform as a Service), hoy cualquier equipo de programación puede acceder a infraestructura escalable, de excelente calidad y con un precio acorde a su público", sostiene Barrea.

Sobre este tópico, puntualiza: "Hace algunos años, publicar una app para miles de usuarios era prohibitivo, limitado a empresas con la infraestructura necesaria para soportarlo. En la actualidad, al solo pagar por lo realmente utilizado, cualquier equipo con una buena idea puede llevarla a cabo, publicarla y ser un éxito".

Para el ejecutivo, "estas nuevas alternativas ofrecen planes gratuitos para aplicaciones con pocos usuarios y sus precios escalan proporcionalmente a la demanda del producto".

El financiamiento, para el directivo de Digital House, es crítico a la hora del awareness (fijación de la marca) y la adquisición de usuario.

"Estamos en una etapa de mercado muy saturado de aplicaciones, con más de 250.000 nuevas apps cada mes en el Play Store de Google, pero donde el 80% de ellas no son descargadas ni 100 veces. Sin una clara estrategia de marketing, donde conozcamos a nuestro cliente objetivo, como hacer que conozca nuestro producto y ofrecer algo de valor distintivo, estamos ante un proyecto destinado al fracaso", advierte.

De esta forma, según su análisis, "la financiación ayuda mucho en la primera etapa para llegar a los usuarios, pero si el producto no tiene valor agregado, no cuenta con un excelente UX y si no funciona de forma correcta, no hay manera de que haga funcionar el proyecto".

A lo largo del día, el usuario se mueve a través de un limitado grupo de servicios que ocupan el grueso de su tiempo. Whatsapp, Facebook, Instagram y Twitter suelen formar parte de ese selecto grupo.

Para un nuevo emprendimiento, pasar a integrar ese espacio selecto no solo es difícil, sino que implica destinar grandes sumas de dinero para tal fin.

Stampella asegura que construir una app que se pueda considerar "competitiva" en el mercado móvil requiere de, por lo menos, una inversión de u$s100.000. Incluso, se anima a deslizar que "para difundirla y que la gente la conozca, la inversión debería ser por lo menos del doble o pensar en u$s300.000 como mínimo".

"Los casos de personas que con u$s10.000, u$s20.000 o u$s30.000 hicieron una app y tuvieron un gran éxito fue hace años y no se ve que siga pasando. Es uno en un millón, ejemplos increíbles, como el vietnamita que hizo el Flappy Bird. Es como sacar un boleto de lotería de u$s20.000. ¿Lo comprarías?", grafica el experto.

En la misma línea, Barrea subraya que "la nueva discusión gira en torno a si es realmente necesario realizar una aplicación para un nuevo proyecto".

"Como mencioné antes, el mercado está saturado de aplicaciones pero también es extremadamente concentrado en muy pocas plataformas de grandes jugadores de la industria. Es decir, una buena app que tenga éxito es un negocio seguro y con un excelente futuro, pero las chances de lograrlo son cada vez más difíciles", completa.

Por supuesto, estas ingentes sumas de dinero no deben ser desembolsadas si, como ya se ha dicho, no se está seguro del proyecto que se quiere encarar.

Ferraris cita como ejemplo su experiencia con una firma que buscaba entrar al segmento de insurtech (insurance technology).

"Les habían presupuestado una cantidad de pesos y equipos y todo lo que necesitaban hacer era una página HTML con un pequeño formulario donde pudieran probar la intención de compra. Demostrar que el público al que apuntaban efectivamente estaba buscando una solución como la de ellos. Con eso bajo el brazo, ya podían enfrentarse a cualquier venture capital o inversor angel para incorporarlo como socio al proyecto", relata a iProUP.

La Argentina, tierra fértil para la innovación

A pesar de los vaivenes económicos, los entrevistados coinciden en que la Argentina es un terreno propicio para el desarrollo de programas móviles.

Para Barrea, "el ecosistema de emprendedurismo y la gran cantidad de startups tecnológicas exigen que estemos en elevado nivel de exigencia y competitividad con el exterior".

En este sentido, subraya que "el gran porcentaje de angloparlantes y la compatibilidad horaria con EE.UU. son factores que siempre beneficiaron a la Argentina para ser considerada una de las mejores opciones de outsourcing".

Stampella, por su parte, destaca a los "unicornios" que han surgido a nivel local y celebra que "haya aceleradoras que lograron tener un número aceptable de empresas que ya están ganando plata".

La ausencia de fronteras en el medio digital hace posible que los desarrollos locales puedan escalar a otras tierras. De la misma manera, desde afuera ven con muy buenos ojos a los desarrolladores argentinos, que crecen en demanda y se animan a ser artífices de aplicaciones pensadas en cualquier punto del globo.

"Estamos viendo cómo la Argentina se posiciona como gran competidor en ingeniería de la información, contra otros países que parecían tener la hegemonía de ese terreno, como India, los países del norte de Europa o Rusia", detalla Ferraris.

Y concluye: "El país se abre camino desde el conocimiento; esa es una gran ventaja que tenemos, la mano de obra calificada".

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