Se crió en una familia dedicada a un negocio tradicional. Estudió en una universidad de la Ivy League. Lanzó su propia empresa en un garage. Creció, estuvo a punto de cerrar, intentaron comprarlo, sobrellevó crisis y ahora comanda la compañía más valiosa del país.
Esta parece la historia de un típico multimillonario que encabeza el ranking de Bloomberg, pero se trata de uno criado en la mismísima provincia de Buenos Aires.
Ya pasaron casi 20 años desde que Marcos Galperín fundara Mercado Libre –su idea original era llamarla Libre Mercado – y su discurso pasó de querer "ser la empresa de subastas online más grande" a izar la bandera de la democratización del dinero y el comercio.
Nacida a imagen y semejanza de eBay, la firma fue mutando y ahora se asimila más al modelo de Alibaba, aunque muchos la describen como la "Amazon criolla".
De una avivada bien "argentina" en un aeropuerto para lograr su pitch, a ser el modelo emprendedor local cool sin oficina propia, Galperín se erige como gran self made millionaire argentino del nuevo milenio.
En agosto de 2019, Mercado Libre cumplió 20 años. En ese lapso tuvo que adaptarse a las circunstancias e ir mutando. Se transformó de una empresa de simples subastas online a una que también procesa pagos -mediante Mercado Pago-, otorga créditos, financia emprendimientos y hasta permite invertir en fondos comunes de inversión.
De 5.000 usuarios registrados durante su primer mes pasó a reportar un total de 267 millones en su último balance anual. Además, su propio core cambió, ya que la pata de venta de artículos le cedió el trono a la de pagos, que en 2018 procesó u$s18.450 millones, un 35% más que en el año anterior.
El surgimiento de MeLi –sigla con la que cotiza en Nasdaq desde 2007 y con la que los propios empleados se refieren a ella– se gestó en las entrañas de la Universidad de Stanford, donde aquel chico criado en San Isidro realizaba su MBA.
Si bien en aquel momento atravesaba épocas de bonanza económica gracias a Sadesa, la curtiembre fundada por su abuelo materno en 1941, su familia no era acaudalada. Los Galperín llegaron sin dinero desde Rusia previo a la Segunda Guerra Mundial, al igual que los Lebach, la familia por parte de su madre, que eran oriundos de Alemania.
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Antes de pasar por la universidad californiana, ya se había convertido en el primero de su clan en estudiar fuera del país. No realizó su formación de grado en Argentina sino que, motivado por el caos de la universidad pública y sin privadas que lo contentaran, consiguió ingresar en la Escuela de Negocios Wharton de la Universidad de Pensilvania.
El niño nerd que programaba en lenguaje Basic y leía libros de ajedrez se había transformado en un joven rugbier antes de dar el salto a los Estados Unidos. De regreso a tierras argentinas comenzó su primera experiencia laboral dentro del área financiera de YPF.
Al poco tiempo las ganas de viajar para estudiar volvieron a invadirlo, más allá de la motivación por el networking de lujo, que le brindaba la oportunidad de pasar por una universidad de la llamada "Ivy League".
La génesis
El gen emprendedor ya estaba en su organismo. Sin embargo, en 1995, aún no pasaba por su cabeza la idea de volcarse en el, por entonces, incipiente negocio del e-commerce.
Todo cambió cuando quedó desempleado. Galperín continuaba trabajando a distancia para YPF; no obstante, la compra de la petrolera por parte de Repsol hizo que desmembraran su departamento, por lo que comenzó a pensar proyectos.
Es más, su primer boceto de emprendimiento tenía que ver con un sitio de información económica y operaciones bursátiles. Pero, investigando modelos de negocios de compañías, vio una oportunidad en el mundo de los remates en línea.
Durante el MBA, Galperín adoptó como gurú a uno de sus profesores de finanzas, Jack McDonald –fallecido en enero de 2018-, quien tenía la costumbre de llevar a sus clases a celebridades del mundo de los negocios.
Incluso, en una ocasión, estuvo sentado (sin saberlo) unos diez minutos en el aula junto al mismísimo Warren Buffett, situación que consideró casi imperdonable, por lo que pidió a McDonald que lo pusiera en contacto con algún peso pesado del mundo de las inversiones para poder contarle su idea. Fue así como se gestó el famoso "pitch del aeropuerto" que le dio la primera gran inyección de dinero a su proyecto.
En noviembre de 1999, Mercado Libre, con sólo tres meses de vida, consiguió levantar u$s7,6 millones para su financiamiento. Uno de los que apostó por el joven emprendimiento por HM Capital Partners, cuyo socio fundador era John Muse.
Galperín lo había convencido unos meses antes, cuando el inversor visitó Stanford para contar su experiencia. Durante aquella jornada, McDonald arregló que el argentino llevara a Muse al aeropuerto de San José, pero no contaba con que dos amigos del estudiante, bastante extrovertidos, se subirían al auto.
Entonces, Galperín utilizó su "viveza criolla": fingió equivocarse en una salida de la carretera para ganar 20 minutos de viaje y poder realizar su speech. Finalmente, Muse dijo las tres palabras que el emprendedor tanto quería escuchar: "Voy a invertir". En mayo del 2000, al desembolso de HM Capital se le sumó el de otros interesados que inyectaron u$s46,5 millones en la segunda ronda de inversión de la firma.
Primeros pasos
Pero, como en toda empresa las primeras olas no fueron fáciles de sufear. Solo había una treintena de sitios que vendían artículos por Internet siendo eBay, fundado en 1995, su principal exponente.
Al poco tiempo surgieron competidores locales, con De Remate como su gran némesis –incluso copiándose entre sí estrategias de visibilidad como la de pagar publicidad durante los partidos de fútbol-, pero el gran cimbronazo lo enfrentó con la burbuja de las puntocom.
Ese fue el primer momento en que Galperín vio muy de cerca el final de "MeLi". Incluso, admite que fue la primera vez que lloró por la empresa. Aunque logró sobrellevar la crisis, gracias a una agresiva estrategia de ajuste tanto de gastos como de ingresos, volver rentable la compañía se transformó casi en una odisea, algo que recién logró en 2005.
A esto se le sumó una oferta de compra por u$s200 millones de la mismísima eBay, con la cual se convertirían en socios estratégicos en 2001, a cambio de un 19,5% de la compañía. Así, nacía el primer unicornio argentino.
Al mismo tiempo que la economía local atravesaba una de las etapas más críticas en su historia, la compañía de Galperín comenzaba a remontar vuelo. "En 2002 fue récord de crecimiento por el contexto recesivo que impulsó a que la gente vendiera todas esas cosas que no necesitaba", reconoció el mandamás de ML.
La expansión regional no tardó en llegar, primero con Uruguay –país en el que se radicó de 2002 a 2016 y desde el cual viajaba a Buenos Aires todas las semanas para trabajar-, México y Brasil, y luego con Ecuador, Chile, Venezuela y Colombia, hasta llegar a los 19 países en los que opera actualmente.
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A pesar de haber nacido en territorio nacional, Argentina es el segundo mercado para la empresa, ya que aporte 26% del share de la facturación neta. En primer lugar se encuentra Brasil con el 60%, es decir, unos u$s1.213 millones
De emprendedor a empresario
Galperín quizá no sea un self made man si se toma a este concepto bajo su estricta definición del "hombre que se hizo desde cero", pero sí logró fabricar su propia fortuna por fuera del negocio familiar.
Fue el cuarto de cinco hermanos varones y su relación con la curtiembre de la familia se limitaba a una ayuda durante los veranos. Aunque sobrevuela el ‘mito’ de que "MeLi" comenzó en un garage, este concepto tiene que ver más con una visión romántica que literal.
A diferencia de Apple, que dio sus primeros pasos en el garage de la casa de Steve Jobs, Galperín y los "Stanford boys" ocuparon dos lotes del estacionamiento de un edificio ubicado en Saavedra que pertenecían a su familia. Primero cerraron con durlock un par de parcelas y, a medida que iban creciendo, sumaban espacios. Hasta que tuvieron que mudarse.
En estas dos décadas, varios logros fueron sumándose. Fue nombrado por la revista Forbes como uno de los 40 empresarios más exitosos menores de 40 años. En 2017, ya con 46 años, ingresó al ranking de los más ricos del mundo con una fortuna de u$s1.000 millones, siendo el 7º argentino en aquella lista.
En 2007, Meli se transformó en la primera firma argentina en cotizar en Nasdaq y una década más tarde reemplazó nada menos que a Yahoo! en el Nasdaq 100, índice que nuclea al centenar de empresas tecnológicas más importantes.
Dos años más tarde de aquel logro, Mercado Libre casi duplicó su capitalización bursátil –US$ 24.400 millones– e incluso recientemente logró colocar con éxito u$s1.000 millones en la Bolsa estadounidense.
Pese a lo expuesta que está su empresa, siempre fue cultor del bajo perfil. Un empresario de buzo y jeans, sin oficina propia que se maneja con su laptop a cuestas a piacere por los pasillos de los tres pisos que ocupa en la Torre Al Río, ubicada en Vicente López. "
Todos estamos esperando que salga otro Mercado Libre, yo soy el primer que quiere que suceda", confiesa. Mientras, continúa pergeñando la contínua transformación de su compañía, que cada vez se vuelca más al negocio financiero. Asegura que los bancos no qué preocuparse: "No los veo como competidores, ya que apuntan a públicos diferentes".
Galperín está convencido de que "la suerte es importante para emprender, pero cuando estás en el momento indicado y de la forma indicada. Si hiciste todo para estar donde querés, vas a tener suerte". Pese al imperio que creo y a lo mucho que le resta por hacer con "Meli", su alma inquieta lo hace mirar al más allá: "En algún momento quiero decir que ya es hora de hacer otra cosa. No quiero que toda mi vida haya sido solo Mercado Libre".