En épocas en las que varios países de América Latina se acercan a sus elecciones, ya sea de gobernadores, alcaldes o presidentes, la tensión también crece por la posible influencia de lo mejor de la inteligencia rusa tanto en el proceso de elección, como en los posibles resultados.
Una de las formas más "sencillas", a simple vista, pero que de igual manera requieren de una fuerza tecnológica para su realización, es la de la creación de "granjas de trolls", o centenares de cuentas falsas en las diferentes redes sociales, que atacan a los candidatos de cada país, dependiendo de los intereses que se muevan con Rusia.
Estos 'trolls' se dedican además a crear noticias falsas (fake news), para desacreditar a los políticos y así poner la balanza a favor de otro candidato, mover a las masas en torno a opiniones que ni siquiera han salido de la boca de alguien o incluso crear movimientos para hacer contraposición a los partidos ya establecidos.
Hace unos meses, la Universidad de Carolina del Sur y la de Indiana lanzaron un estudio en el que revelaron que la proporción de 'bots' dentro de la red Twitter era entre el 9 por ciento y el 15 por ciento del total de sus usuarios.
Esta cifra se extiende a que aquellos perfiles controlados de forma automática que están entre los 30 millones y los 48 millones.
"Un ‘bot’ es una herramienta automatizada que se programa para realizar cierta función. La palabra viene de ‘robot’ y se refiere al uso de máquinas para ejecutar acciones sin intermediación humana. En la interacción en línea, por ejemplo, es posible programar un ‘like’, dar un ‘follow’ o trinar cada media hora con un contenido programado", explica la activista digital Linda Patiño en su libro Qué carajos hacen los influencers.
"Lo que hacíamos era comprar paquetes de cuentas. La vendía un ruso, y venían de dos maneras, un paquete básico con perfiles vacíos o paquetes más caros con cuentas con contenido incluido que daba la impresión de una cuenta real para que Twitter no las bloquee", aseguró una fuente que prefirió mantener su identidad oculta, debido a que trabajó en una agencia que se dedicaba a la compra y venta de seguidores en redes sociales, y además a gestionar el contenido generado por esas cuentas.
Según esa persona, estas cuentas son creadas desde China, donde se les paga a personas por subir perfiles para que no tengan la misma dirección IP y no sea fácil identificar que son falsas. Luego, desde el país en que se las necesite, se les da un color más local y dependiendo del dinero que se pague, un poco más de personalización.
Sin embargo, esta modalidad ha variado un poco en el sentido de que estas granjas de trolls ahora se dedican a convertir en tendencia contenidos o influencers, para que así la gente participe y comente naturalmente sobre las fake news o la oposición.
Uno de los ejemplo más recientes de cómo Rusia interfirió una campaña electoral es el de las últimas presidenciales de Estados Unidos, en 2016. La Comunidad de Inteligencia de EE. UU. concluyó que Vladimir Putin había dado la orden de socavar la fe pública en el proceso democrático del país, denigrar a Hillary Clinton y perjudicar su posible elección y presidencia potencial, afirmando que "evaluamos que Putin y el gobierno ruso desarrollaron una clara preferencia por el presidente electo Trump".
Es por ello que países como Guatemala, Bolivia, Uruguay y Argentina, dónde se votará a sus nuevos presidentes en los próximos meses, están con la lupa puesta en la tecnología rusa para que sus elecciones no sean manoseadas por estas granjas de trolls y otra formas de injerencia.
La la mirada está puesta en la denominada Internet Research Agency (Agencia de Investigación en Internet, IRA), la empresa que actuó en EE. UU. durante la elección de Trump; en el caso del "Brexit" y en las votaciones respecto al referéndum sobre la independencia de Cataluña.
En Colombia, por ejemplo, las elecciones para alcaldes y gobernadores se celebrarán el próximo 27 de octubre y la polarización en la que se encuentra el país permite a todos los bandos temblar cuando de injerencia rusa se habla. Sin embargo, el panorama todavía no es tan palpable en este pedazo del hemisferio donde lo único claro es que la vecina Venezuela está dentro de los intereses de Putin desde hace ya vieja data.