"Mi marido Carlos es docente de informática y quería mostrarle a sus alumnos lo que era la diferencia de tamaño, capacidad, almacenamiento y precio de los aparatos tecnológicos anteriores al 2000 o a lo que tenemos en un celular", relata a iProUP Alicia Murchio, una de las fundadoras de la Fundación ICATEC y el Museo de la Informática de la Argentina.
Ese fue el puntapié de la creación de la muestra de tecnología más importante de Sudamérica y una de las principales a nivel global, con cerca de 50.000 piezas que relatan las últimas siete décadas de la historia informática.
"Así fue como empezamos a adquirir objetos entre distintas ferias y coleccionistas y se fue armando nuestra propia colección. Al final eran tantas las cosas que una noche nos sentamos y dijimos: 'Esto, realmente, en vez de ser una colección privada tendría que verlo el mundo'", recuerda Murchio.
La cofundadora asegura que "la fundación y el Museo tienen una función muy clara en el país porque es el único y el primero de su especie en toda Latinoamérica".
El Museo por dentro
El Museo hoy está "frenado" a la espera de la habilitación del gobierno porteño que le permita casi duplicar la cantidad de gente que visita las instalaciones. Su última muestra abierta al público fue el 30 de abril y Murchio la describe como "ecléctica".
"Queríamos mostrar todo lo que pudiéramos y por eso tenes en el salón la cantidad de mainframes (servidores) IBM enormes que abastecían a nada más que a una oficina", explica.
Carlos Chiodini y Alicia Murchio, cofundadores del Museo de Informática
El Museo posee unas 48.000 piezas, entre computadoras y accesorios tecnológicos. Entre ellos se incluye una Apple Lisa de 1983 y un servidor IBM 7390. También una estación Silicon Graphics similar a las utilizadas para los efectos especiales de la película Jurassic Park de 1993.
La lista no sigue ahí: está también la primera IBM PC que inició la plataforma de computación que todavía se usa hoy, las consolas que lideraron la revolución de los videojuegos hogareños (como la Atari 2600 o la Coleco Vision) y celulares antiguos.
Con emoción, Murchio asegura que sus visitantes ya son de la cuarta generación de las computadoras. "A pesar de ser de un nicho específico, que es la tecnología, viene toda la familia y el que no sabe nada de sistemas, software o hardware de todas maneras queda encantado con la explicación que dan los voluntarios, que son los que mueven realmente todo el Museo", asegura.
Para ella, un ejemplo claro de eso es lo que vive con los más chicos: "Lo que estamos haciendo nosotros pienso que es cultura propia y sin niveles. Desde el más chiquito que viene, me agarra la mano y me pregunta: '¿Cómo hiciste para vivir toda tu vida sin internet?'", recuerda entre sonrisas.
"Ese tipo de cosas pasan acá y es muy importante que la gente sepa qué es lo que sucedió durante estos 60 o 65 años, cómo fue evolucionando desde estos tamaños enormes que almacenaban muy poquito y que costaban fortunas hasta que se desarrolló toda la industria y llegamos a un celular que ya te cumple todas las misas funciones", ejemplifica.
Además, agrega que "es muy loco explicarle a los alumnos que vienen al Museo que en las cintas se almacenaba poco porque realmente era solo eso lo que se necesitaba: números y letras, eran sólo caracteres y no había ni música ni fotos".
La función del Museo
A pesar de su importancia, el Museo mantiene por el momento sus puertas cerradas. Es que, además de las dificultades económicas, el no logró conseguir la renovación de la habilitación ante el gobierno porteño para exhibir sus reliquias como museo.
"Nos dieron una habilitación que no es la que pedimos porque es para la última clase de Centro Cultural (nosotros pedimos una clase B) y eso nos limita muchísimo para seguir trabajando", señala.
"Solicitamos una que nos permita tener entre 200 y 250 personas. y nos dieron una capacidad de entre 100 y 150 personas. Además, no podemos usar las salas que utilizábamos para capacitación ni los patios externos, algo que sí podíamos hacer cuando estábamos habilitados como Museo. La respuesta no es la que nosotros pedimos", señala.
A la espera resolver la situación para reabrir sus puertas, Murchio remarca que "este Museo, realmente, no es solo para el conocedor sino que te despierta nostalgia, te despierta sentimientos: es algo que apasiona".
Alicia y su marido siguen trabajando en el interior del Museo mientras se mantiene cerrado al público y avanzan con la documentación que necesitan para conseguir la habilitación que reclaman.
Mientras tanto, la historia sigue viva entre aquellas paredes. "Todo lo que queremos exponer en el Museo es la historia de una computadora, no sólo como un objeto en sí, sino todo el contexto, tratando de contar quiénes estuvieron involucrados: desde los investigadores hasta los fabricantes y los usuarios. Y poder contarle al visitante esa historia. Por eso, para nosotros es tan importante tener una sala de exposición", concluye.