Si marcáramos un gran objetivo dentro de la lucha contra la pandemia de COVID-19 sería la inmunidad de grupo. Esta se produce con la inmunidad adquirida y al vacunar, proporcionando protección indirecta a los individuos no vacunados. ¿Cuándo ocurrirá con la COVID-19?
Parece que deberemos esperar, al menos así lo afirma un importante estudio realizado por la Universidad de Harvard, que explica mediante un potente modelo matemático cuánto tardaremos en estabilizar los contagios. La fecha más realista, según afirman, será en julio de 2022.
Inmunidad de grupo frente a la COVID-19: lo que hay que saber
En muy resumidas cuentas, dentro de una población, una vez que hay suficientes personas inmunizadas, el virus no puede seguir expandiéndose porque la inmunización (del grupo) actúa de barrera, protegiendo a quien no ha padecido la enfermedad.
La efectividad de las vacunas reside precisamente en esta clave: la inmunidad de grupo ofrece una limitación automática a la expansión de enfermedad. Esto es importante para proteger a los grupos de población que no pueden ser vacunados, como los niños o las personas inmunodeprimidas. En el caso de la COVID-19, con la inmensa capacidad infectiva que tiene, esto es un factor clave.
No se puede entender la inmunidad de grupo como una especie de número mágico a partir del cual una enfermedad está controlada o dejan de haber nuevos infectados. Estadísticamente hablando, sí que sabemos que cuando una enfermedad contagia a una persona o menos a partir de un paciente (R0 de uno o menos), con el tiempo desaparecen los contagios. Esto nos da cierta seguridad para decir que una vez alcanzado un porcentaje de personas inmunizadas, los picos de las epidemias ya no se producen, por lo que se pueden mitigar los estragos de las enfermedades. La otra opción, cuando no se dispone de inmunidad de grupo, consiste en el distanciamiento social para evitar contactos. Este puede realizarse más o menos estricto, pasando por el confinamiento total a medidas más ligeras, como reducir los eventos multitudinarios o el uso de material de protección obligatorio.
La cifra de inmunización que se suele barajar para enfermedades con una R0 de más de uno suele ser del 70% de la población vacunada. Para enfermedades muy infecciosas, como la polio, el porcentaje puede llegar al 90%. El sarampión, con una R0 de entre 12 y 18, la cifra llega hasta el 99%. ¿Y cuál es ese porcentaje para la COVID-19? Como otras enfermedades con una R0 de casi 6, el porcentaje variará entre el 50 y el 70%, aunque esto solo podremos saberlo con total seguridad cuando hayamos analizado todos los datos globales, tras controlar la pandemia.
Un modelo para saber cuándo estaremos inmunizados
Lo bueno de los modelos es que pueden adaptarse rápidamente y con precisión a nuevas situaciones. Esto mismo ha ocurrido con el modelo desarrollado por el Departamento de Inmunología y Enfermedades Infecciosas, de Harvard. Los expertos en bioestadística ya habían trabajado con otras enfermedades como el SARS o el MERS, primos hermanos de la COVID-19.
Gracias a eso no ha sido difícil diseñar un nuevo modelo que recoge información de más del 95% del territorio estadounidense. Esto permite a los investigadores jugar con datos de la expansión del coronavirus y compararlos con el resto del mundo. Empleando y ajustando el modelo matemático, han determinado varias docenas de posibles escenarios que contemplan todo tipo de situaciones.
De hecho, es el modelo más preciso publicado hasta la fecha y considera, incluso, la posibilidad de que las personas infectadas se reinfecten o que no consigan la inmunidad. También consideran la posibilidad de una mutación que acelere el proceso de viralización y hasta estimaciones de qué ocurriría si no impusiéramos la distancia social (algo que ya han previsto otros modelos de la Universidad de Chicago, de la Universidad de Soonsil, en Corea del Sur, o en la Universidad de Cornell, en Australia, por poner unos ejemplos, y que coinciden).
El resultado, explican los investigadores, es claro: el caso más realista es que tendremos que seguir adoptando medidas de distanciamiento social hasta julio de 2022. ¿Por qué razón? Según los cálculos de estos modelos no podremos reducir la capacidad de contagio a uno o menos hasta estas fechas debido a la progresión de la inmunización y al ritmo al que aparecerán las vacunas.
Las grandes dudas sobre la inmunización
Desde las primeras fases de la pandemia se viene discutiendo si los pacientes son capaces o no de reinfectarse. Los virus tienen la capacidad de mutar rápidamente. El SARS-CoV-2 es completamente nuevo, por lo que no existe una inmunidad poblacional. Al no haberla, es mucho más sencillo que pasemos la enfermedad y volvamos a infectarnos en poco tiempo debido a con otra cepa o por razones que todavía desconocemos.
Por otro lado, sabemos que las primeras vacunas comenzarán a llegar en otoño en el mejor de los casos, pero probablemente no será hasta mediados del año que viene que serán distribuidas de forma general y, tal y como apunta el modelo, no alcanzarán a la suficiente cantidad de población hasta 2022. En resumen: las estadísticas señalan que es improbable que podamos alcanzar la inmunidad de grupo que estabilice la enfermedad hasta mitades de julio de 2022. Para evitar contagios, habrá que recurrir al sustituto de dicha inmunidad: el distanciamiento social.
¿Y por qué no dejar que la COVID-19 infecte a casi toda la población, en vez de confinarnos y adoptar medidas? En enfermedades como el resfriado, la solución es dejar que evolucione y se estabilice rápidamente. Pero con una enfermedad cuya mortalidad alcanza el 14% en los casos más graves, esta opción no es válida.
A estas alturas, según los datos que tenemos, y a pesar de que deberemos esperar todavía un poco para entender mejor la COVID-19, está claro que necesitaremos años para obtener la inmunidad de grupo y las vacunas que nos ayuden a que la expansión y los efectos de la enfermedad, se estabilicen, indicó Xataka.