Hace unas semanas, el único tema del que se oye hablar es del coronavirus: la cantidad de casos en tal lugar, el lavado de manos, hacer la cuarentena en casa, advertencias, inconscientes que salen a la calle, entre otros, se convirtieron en la conversación monotemática de todos los días.
La humanidad ha mostrado distintas caras ante la crisis sanitaria y nos ha permitido conocernos más a nosotros mismos, no solo como individuos, sino como sociedad y también como especie. Este autoconocimiento nos lleva sin lugar a duda a un punto de reflexión, y lo que es seguro es que el mundo no será el mismo cuando pase la pandemia.
El ejercicio en casa, los recitales por streaming, la música en el balcón, la convivencia 24/7 con la pareja o familia, el teletrabajo, las videollamadas y cientos de comportamientos y costumbres que hemos tenido que adaptar dando como resultado un inimaginado experimento social global.
Pero también nos lleva a pensar qué sería de las empresas o de nosotros mismos si no fuera por los avances tecnológicos en nuestras vidas cotidianas ante una situación igual. Sin embargo, se produce la paradoja: Internet ha entrado en la vida de muchas personas, pero esto aún no ha ocurrido la misma magnitud en el mundo de las finanzas.
El virus deja en evidencia el problema de la falta de educación e inclusión financiera en nuestro país y en el mundo. Aquellos que tienen la posibilidad de entrar en su home banking, en la app de su billetera virtual o su plataforma de inversiones, viven su vida normalmente sin que esa parte de su cotidianeidad se vea afectada. Por el contrario, las personas que aún siguen manejándose con efectivo, tienen la complicación de que la cuarentena les ha cerrado los bancos y deben ir periódicamente al cajero automático para hacerse de billetes.
Caminando en cualquier día normal sin virus por las calles de Buenos Aires (la ciudad con mayor penetración de los servicios financieros del país) nos cansamos de ver colas con gente de todas las edades sosteniendo facturas de gas, luz, teléfono celular o de cualquier otro servicio, y la otra mano dentro del bolsillo custodiando un atado de billetes de 100 o 500 pesos que probablemente sacó del banco hace 20 minutos.
A nivel país, es común encontrar personas que sacan su salario entero del banco el día que cobran y se mueven enteramente con billetes, no solo porque no conocen otra forma, sino porque en muchos lugares no existe la red de adquirencia preparada en los comercios para poder recibir tarjetas o QR. Además, existen miles de trabajadores informales que perciben sus ingresos totalmente por fuera de medios electrónicos o digitales.
El virus y la cuarentena no solo congeló la fuente de ingresos de muchas de estas personas, sino que además limitó las posibilidades de uso de ese dinero de todos aquellos excluidos del sistema financiero, especialmente para el pago de facturas con vencimiento.
Pero no solo se han trabado este tipo de transacciones. Todo tipo de pago entre personas en efectivo para ser concretado necesita de una violación de la cuarentena, puesto que requiere un movimiento físico del dinero.
El pago en efectivo no es el único ejemplo que muestra la falta de educación o de acceso a los servicios financieros. En términos de inversiones, sabemos que los argentinos somos muy particulares, no solo porque no conocemos las opciones que ofrece el mercado, sino porque somos sumamente reacios a tener nuestra cartera en pesos.
Este punto quizá sea más preocupante que el que refiere a los medios de pago, puesto que es común a casi todas las personas, independientemente de su clase social, lugar de residencia, edad o manejo de la tecnología. Existe un imaginario colectivo en el cual los fondos comunes de inversión, bonos, acciones, letras, etc. están reservadas para una porción selecta de la sociedad. Ni hablar de criptomonedas.
Existen varias plataformas que luchan diariamente para tratar de hacer este mundo lejano un poco más humano y atraer nuevos inversores, tratando de educarlos y acercarles opciones por fuera de los plazos fijos y la compra de dólares. Incluso existen ciertas fintech y bancos digitales que remuneran el dinero solamente por tenerlo ahí, con la posibilidad sacarlo en el momento que se desee. Imaginemos la cantidad de dinero que está perdiendo mes a mes la persona que tiene todo en efectivo.
El problema de falta de conocimiento y cultura de la inversión no es una cuestión que se potencie con la presencia del virus, pero si es en parte a causa de la cultura del efectivo. Durante el tiempo que dure la cuarentena, tenemos una oportunidad única de combatir el uso del billete, mostrando los beneficios del mundo digital.
Hoy en día, los problemas en el acceso a los servicios financieros están solucionados a través de la tecnología. La cuarentena deja en evidencia la falta de inclusión financiera, generando un gran problema en el uso del dinero, pero también una gran oportunidad para comunicar la numerosa cantidad de posibilidades que existen, muchas de ellas totalmente gratuitas para el usuario. Los bancos y fintech ya están promocionando el uso de los canales digitales a través de publicidad en medios tradicionales y redes sociales.
La Organización Mundial de la Salud ha recomendado minimizar el uso de efectivo para disminuir el contagio. ¿Qué mejor oportunidad para las empresas de la industria financiera y los gobiernos de pregonar sobre la cantidad de posibilidades que existen en el mundo digital?
*Alejandro Scasserra es product manager de Wilobank