La legítima aspiración de todo responsable de la conducción de un equipo de trabajo, en cualquier ámbito que el mismo se desempeñe, es lograr que los integrantes del mismo se comprometan profundamente con los objetivos generales y las actividades que a cada uno les corresponde y manifiesten en sus actos cotidianos el estar dando lo mejor de cada uno por ello.

Este anhelo no es una utopía. Por el contrario, es algo altamente factible, pero requiere de una ineludible responsabilidad del líder en torno a una cuestión central de su rol: ser capaz de despertar y sostener en el tiempo la motivación de sus colaboradores.

La motivación es algo natural en todo ser humano, tiene que ver con su propia esencia y lo que habitualmente se llama su "comportamiento finalista", pero es un fenómeno a la vez lo suficientemente complejo que a veces no se alcanza a comprender y en consecuencia no se opera adecuadamente.

Ante todo, y no es un tema menor aunque pueda parecerlo, debemos entender que la motivación (aquello que nos lleva "a movernos" literalmente) es un fenómeno individual, en todo caso condicionado socialmente. Esto significa que si bien determinados ambientes pueden contribuir a motivar o desmotivar a una persona, el estímulo real siempre será individual.

Allí es donde muchas veces empiezan a fracasar los conductores: imaginan que incentivos uniformes ofrecidos en forma colectiva surtirán el efecto buscado, pero esto será a todas claras insuficiente si no nos introducimos profundamente en el campo de cada individualidad.

Los factores motivacionales no pueden "insertarse externamente", se encuentran dentro de cada persona y quien quiera ejercer una acción motivadora eficaz deberá incentivar los deseos profundos del mismo, para lo cual deberá esforzarse por conocerlo en un sentido amplio y monitorear en forma permanente las distintas facetas de la vida de esa persona: decididamente, no es posible motivar a "desconocidos".

No debe cometerse el error de confundir una auténtica motivación con una mera "exaltación emocional" de efecto pasajero como la que podría generar un bonito discurso construido con palabras de alto impacto, pero que diluyen su efecto en forma marcadamente efímera.

También debemos entender que la motivación es un fenómeno por naturaleza cíclico (es decir dura un determinado tiempo, tras lo cual inevitablemente decae) y sus incentivos son erosionables a lo largo del tiempo, lo que significa que el mismo tipo de estímulo, repetido a lo largo del tiempo cada vez tendrá un efecto menor en términos de la acción que se busca generar.

Esto último representa un desafío adicional para quien debe sostener la acción motivadora a lo largo del tiempo, porque tendrá que ser especialmente creativo para renovar en forma continua los incentivos que aplica.

Más allá de la comprensión genérica del fenómeno motivacional de describiéramos hasta aquí es importante que aquel que quiera honrar su compromiso como líder en este plano, deberá incorporar algunas ideas claves para desarrollar mejor su labor como motivador: 

Son tres aspectos claves que nunca tenemos que perder de vista.

Está claro que el estudio de los "mapas motivacionales" de cada uno de sus colaboradores es un punto central de la agenda del líder y no puede eludirse como un aspecto verdaderamente prioritario de su labor cotidiana.

En definitiva, si somos consecuentes y disciplinados en una acción consistente y sostenida en el tiempo, tal vez podamos inclusive llegar a un nivel todavía mayor de compromiso: poder contar con individuos profundamente inspirados en una idea que han tomado como propia y le han dado un papel constituyente como parte de su propósito vital.

*Fernando Grosso es decano de la Facultad de Ciencias Económicas de la Universidad Abierta Interamericana. Especialista en liderazgo, formación de equipos y superación personal.

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