Es la intersección de la histórica calle San Martín con la transitada avenida Corrientes, en el refunfuñante Microcentro porteño. El ascensor del septuagenario -pero todavía moderno- Edificio Fragata lleva hasta el tercer piso. Contra todo pronóstico, sucede a los salones de un café-pizzería-restaurant el primer coworking de laboratorios biotecnológicos de la Argentina, Loci Labs.
Allí tiene su sede Elytron Biotech. La startup desarrolló una plataforma tecnológica cuyo objetivo es identificar los microorganismos óptimos para diseñar bioinsecticidas, entre otros productos, de manera más eficiente y de aplicación más efectiva. El valor global del mercado de insumos biológicos para el agro al que apunta llega a 7.000 millones de dólares anuales, con una tasa de crecimiento anual compuesta de 11 a 14%, según la consultora Acqua Capital.
Elytron Biotech: quién es su fundador
De 54 años de edad, rostro amable, frente darwiniana, Federico Ocampo, cofundador y CSO de la iniciativa, ofrece algo para tomar, medita apenas unos segundos y no tarda en responder cuando iProUP le pregunta cómo le van las cosas en la startup. No puede esconder lo que en su juventud había sido un plan excitante que ahora se convirtió en colchón de su emprendimiento: su condición de profesor e investigador.
Porque Ocampo pertenecía, o más bien siempre lo hará, a una especie muy particular de científicos. Se los llama entomólogos, en razón de aquellos insectos que les gusta encontrar sobre los cardos polvorientos de los caminos del campo. Mucho antes de graduarse como biólogo por la Universidad Nacional de La Plata, en 1999, según recuerda, ya de niño quería ser naturalista y le apasionaban los "bichos ".
"Mi padre era ingeniero y trabajaba en obras hidráulicas en la provincia de Neuquén. Vivíamos en Cipolletti, Río Negro, e íbamos todos los fines de semana al campo. Me fascinaban los animales en general y los insectos en particular, fascinación que me dura hasta el día de hoy ", evoca.
Los insectos que se mostraban en aquel desierto patagónico eran unos ejemplares espléndidos de coleópteros, mejor conocidos como escarabajos, el orden con más especies del reino animal. Se detenía ante la maravilla de sus anaranjados, verdes metálicos o grises oscuros, con manchas negras o marfil y bordes amarillos. Lo asombraban sus esféricas, ovaladas, oblongas o abovedadas formas, sus mandíbulas, antenas y cuernos diversos.
Ya como estudiante, empezó a trabajar con especímenes perfectos impecablemente dispuestos en el Laboratorio de Sistemática y Biología Evolutiva de la UNLP, que dirigía su maestro y mentor, Jorge Crisci. La investigación sobre el comportamiento de estos predadores de insectos en algunos casos, pero plagas para el agro en otros, su fisiología y adaptaciones dieron lugar a las primeras de sus 60 publicaciones científicas.
Pero no podía limitarse a contemplar melancólicamente la conocida fauna que lo rodeaba. Por eso, consiguió una beca de la National Science Foundation para hacer su doctorado en los Estados Unidos, más precisamente en la Universidad de Nebraska-Lincoln, con la colección del Instituto Smithsoniano. A ello sucedió un cargo de investigador en el Museo de Ciencias Naturales de esa casa de estudios.
De la mano de la reconocida científica Mary Jameson, lo que vio en esos ocho años lo transformó en un entomólogo de primera clase. Y no se circunscribió a las cajas que contenían ejemplares de la mayor parte de los países del mundo ni al aburrido paisaje de las llanuras interiores estadounidenses.
Cada temporada de lluvias, la suerte le sonrió al emprender al menos un viaje de un mes a las selvas de Honduras y Nicaragua. Son las más extensas del hemisferio occidental después del Amazonas, pero también el hábitat de los escarabajos gema, tal vez el género más bello entre los que reúnen a las 400.000 especies de estos insectos.
Justo antes de la crisis financiera de 2007, ya casado y con hijos, la posibilidad de retornar a la Argentina tomó cuerpo, sin embargo. "La perspectiva de ingresar a la carrera de investigador del CONICET en el Instituto Argentino de Investigaciones en Zonas Áridas (IADIZA) me trajo de vuelta a Mendoza", sigue.
Pero el proyecto de investigación sobre la biología evolutiva de la fauna argentina del desierto -del Chaco al sur de la Patagonia- no sólo le permitió descubrir la evolución de un linaje de insectos que nadie había explicado antes. Así lo indica su paper sobre el género argentino de escarabajos estercoleros de la "tribu Eucraniini".
Tal vez en cuanto reconoció el primer ejemplar que había sorprendido en un matorral cercano, algo extraordinario que ocurría en su interior lo invadió. Posiblemente, llegaron a la superficie de su conciencia esos instantes antiguos que la atracción de un momento idéntico había solicitado. Los domingos por la mañana, los caminos que seguía con sus padres cuando había buen tiempo, Cipolletti, Neuquén y alrededores, todo eso salió de su nuevo encuentro con los escarabajos del desierto.
"Volví a mis orígenes, a estudiar los insectos que me llamaban la atención cuando era chico ", recuerda. Pero aquella alegría tan fuerte, que se daba cuenta de que iba unida a la memoria, quizá la excedía en mucho, aunque todavía no había descubierto por qué. ¿Qué significaba? A lo mejor, que la verdad que buscaba no es que estuviera en el objeto de sus estudios, sino en él mismo.
Hoy lo ve claramente: "Lo notable es que el eje de la teoría evolutiva fue el que después nos permitió desarrollar Elytron. Sólo usamos sus conceptos y fundamentos para resolver otras preguntas con otro tipo de herramientas tecnológicas".
Con ese propósito, sin embargo, en un par de ocasiones tuvo la oportunidad de cambiar de negocio, como si fueran eslabones simbólicos entre su anterior existencia y la que ansiaba. Del 2012 al 2016, lideró la investigación del manejo de resistencia de insectos a las nuevas tecnologías en el sur de América Latina, para Monsanto. Del 2016 al 2018, hizo lo propio con el prestador de servicios de investigación y desarrollo AgIdea. Lo ayudó, piensa, priorizar la visión holística de la ciencia a la reduccionista.
Después de aquello, fue contemplando que la oportunidad crecía y se volvía más intensa. Cuando el azar acudía con las necesidades de un nuevo cliente, Ocampo ya sólo imaginaba las posibilidades de innovar mediante la investigación de productos de base biológica con el fin de sustituir, al menos en parte, los de síntesis química.
Consideraba la oscuridad del estado del arte de ese momento, que seguía usando el método de prueba y error para el estudio de los microorganismos, y en muchos casos lo sigue haciendo. Por supuesto, sin conseguir una luz de comprensión que dejara al descubierto por qué un producto biológico funcionaba en el laboratorio, pero no en el campo.
Elytron Biotech: cómo se fundó
No dejaba de darle vueltas al asunto junto al doctor en Bioquímica, Tadeo Fernández Göbel, hasta que llegó noviembre de 2020. Durante casi un año, su futuro socio había completado un posdoctorado en el Instituto de Investigación en Biología Vegetal de la Universidad de Montreal, en Canadá, dedicado exclusivamente a la I D de biopesticidas.
Aquella mañana, ambos se acercaron a la aceleradora de emprendimientos GRIDX. Sabían que los 200.000 dólares que iban a conseguir como aporte de capital y que la nueva socia cofundadora, Ana Indart, exjefa de Gabinete de Trenes Argentinos Operaciones, les permitirían iniciar el viaje.
Cuando en enero de 2021 inauguraron el laboratorio, gracias a un convenio con el Instituto Spegazzini de la UNLP, el sueño empezaba a hacerse realidad. Transcurrieron las horas y los días explorando soluciones de productos biológicos, estimando cómo, cuándo y por qué distintas cepas de hongos eran capaces de controlar insectos. Añadieron dos socios más en 2022, Lartirigoyen y Capex, que lideraron una ronda de inversión de 700.000 dólares.
"Con eje en la biología evolutiva y el uso de genómica, metabolómica, proteómica e inteligencia artificial, desarrollamos de esta manera una plataforma biotecnológica. Su objetivo es acelerar y reducir los costos de la investigación de productos biológicos, descubrir nuevos modos de acción, y explorar su naturaleza complementaria con carteras existentes de productos químicos para la protección de cultivos", dice, ahora, a cargo de la estrategia y la relación con los clientes.
La startup se ocupa, por ejemplo, de prestar servicios a fabricantes de productos de base biológica como Ceres Demeter, con el que desarrolló su segunda generación de bioinsecticidas para el cultivo de soja. Sus transacciones previstas para el año en curso parecen poner feliz al emprendedor, consciente de que llegar a 600.000 dólares significa sumar más clientes y proyectos.
Un mes y medio atrás, de hecho, Elytron cerró una alianza con la agtech brasileña Mastera. Ocampo considera que es el traje a medida para mostrarse en la vidriera de un mercado cinco veces mayor que el de la Argentina, ahora que la firma decidió ir apresuradamente hacia su punto de equilibrio el año que viene. Previamente ya había hecho otro tanto con BioSTL, para prestar servicios desde Saint Louis, Missouri, en los Estados Unidos.
Con un espasmo de entusiasmo y, en una de ésas, una impresión de ahogo en la boca del estómago, confirma que está cerrando una tercera ronda de inversión, de 800.000 dólares, para el desarrollo de nuevas soluciones destinadas a las industrias alimentarias y de biomateriales. "No vemos límites en la tecnología, cuyo ritmo de crecimiento es vertiginoso", asegura.
Mientras tanto, muestra los tubos de ensayo con más de 800 cepas de hongos cuyos cultivos se almacenan en una heladera y hace lo propio con el equipamiento de última generación para el análisis genómico. También discurre sobre el valor global del mercado de insumos biológicos. Recuerda que el potencial es mucho mayor si se consideran los productos destinados a la salud, la alimentación y la mitigación del cambio climático.
Cuando pone en orden lo más valioso de la iniciativa, incluye primero a los 14 especialistas en ciencias ómicas, biología molecular, ciencia de datos, proteínas, bacterias y administración, siete de ellos doctores, que lo secundan.
Reflexiona al respecto que la Argentina tiene el potencial de liderar la disciplina, a raíz de sus ventajas comparativas: "Contamos con capital humano de excelencia, que en nuestro caso tiene salarios muy competitivos respecto de la academia, pero que, aun así, representan un quinto de los que se pagan en Europa o los Estados Unidos".
Respira hondo, entonces, cuando mira el mediano plazo. Ansía atravesar una transformación que convierta a la empresa en referente internacional de la innovación en productos biológicos para el agro, con la menor fricción posible. Si Elytron llega muy lejos, analiza, probablemente dependa de esos talentos cuya retención -no es, pues, irrelevante- hoy se ve dificultada por la tumbada, casi lívida, economía de nuestro país.