Hace más de 10 años, Damián Barone empezó a cultivar marihuana con un amigo en su casa, sin imaginar que esto le iba a permitir dejar su trabajo como motoquero y montar una empresa alrededor del Cannabis.

"Él ponía el conocimiento y yo el espacio y el riesgo -cuenta- porque por entonces la actividad no era legal. Comprábamos insumos en los viveros y nos enteramos que había un Grow Shop (tienda especializada) en Palermo, que atendía con persianas bajas. Un poco guiados por ellos, decidimos montar nuestro propio negocio".

Así, Barone invirtió sus ahorros en el alquiler del local, mientras seguía haciendo trámites en moto. Y a mediados de 2011, abrió sus puertas en el barrio de San Telmo "Cultivo Urbano", "una mezcla de vivero, ferretería y tienda de iluminación, pero no vendíamos semillas, plantas ni flores, porque estaba prohibido", cuenta Barone.

Comenzaron elaborando sustratos con una mezcladora para materiales de construcción. Y transcurrieron casi seis años, con el negocio creciendo por el boca a boca. Hasta que en 2017, con la sanción de la primera Ley de Cannabis Medicinal, los socios abrieron un segundo local y Barone dejó su trabajo de motoquero.

Al poco tiempo, un conocido se acercó pidiéndoles asesoramiento y know how para abrir su propio growshop. Así sin habérselo propuesto, surgió la primer franquicia.

Hoy, Cultivo Urbano tiene 22 locales franquiciados tanto en Buenos Aires como en Salta, Comodoro Rivadavia, Santa Fe y Tucumán. También venden por Mercado Libre y lanzaron productos propios como bandejas de riego, tutores de plantas, luces y paneles de iluminación.

Junto a un nuevo Socio, Marcelo Zuvic, quien tenía una empresa de ventilación industrial, comenzaron a fabricar artículos con marca propia.

"Tenemos cinco marcas, más de 100 artículos distintos y abrimos la distribuidora Santa Planta, que abastece a 800 grow shops en todo el país. En pandemia triplicamos las ventas, y reinvertimos constantemente", afirma el ex motoquero. Entre fábrica, distribuidora y locales, la empresa emplea a 40 personas.

Barone tiene su propia teoría sobre el crecimiento exponencial del negocio: "La gente, al estar encerrada, se puso a cultivar. Además, una tonelada de soja cotiza u$s 500 y requiere casi una hectárea, mientras un kilo de flores de cannabis valen lo mismo y se cultivan en dos metros cuadrados", afirma.

Entre fábrica, distribuidora y locales, la empresa emplea a 40 personas.

Un marco legal para una nueva industria

El primer paso para quitar el estigma y el prejuicio sobre el Cannabis fue la sanción, en marzo de 2017, de la Ley 27.350 que autorizó su uso Medicinal, tras una larga lucha encabezada por ONGs y grupos de madres cultivadoras. En noviembre de 2020, una nueva reglamentación de dicha ley autorizó la investigación clínica para un amplio abanico de patologías, y el autocultivo, a partir de la inscripción de particulares y ONGs en el Registro del Programa de Cannabis (Reprocann).

El 28 de abril, el Ministerio de Salud de la Nación, junto al Instituto Nacional de la Semilla (INASE) habilitaron la inscripción al registro de cultivadores, donde se podrán inscribir y comercializar variedades de cannabis tanto locales como extranjeras.

Finalmente, el 2 de junio, el gobierno presentó un proyecto de ley de producción local de Cannabis Medicinal y Cáñamo industrial. El envío de este proyecto al Congreso había sido anunciado el 1ero de marzo de este año, en la apertura de sesiones extraordinarias, por el presidente Alberto Fernández.

A partir de este marco legal, comenzó a delinearse en Argentina un nuevo sector productivo. Además de su uso medicinal y recreativo, de la planta de cannabis se pueden obtener diversos materiales para la industria textil, de la construcción, o energías renovables. Cultivadores, proveedores de sustratos e insumos, "Grow Shops" y laboratorios farmacéuticos que elaboran medicamentos en base al cannabidiol (CBD), son parte de esta cadena.

Fuente: iProfesional

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