"La industria del conocimiento no sólo es un sector que tiene la posibilidad de crecer, sino, fundamentalmente, de mejorar la productividad del resto de la economía", disparó desde su despacho Mariano Mayer, secretario de Emprendedores y Pymes de la Nación, en diálogo con iProUP.
Allí, el funcionario analizó el presente del emprendedorismo y se animó a dar pistas sobre el futuro del sector. También habló de los desafíos y oportunidades que ofrece la transformación digital. Pero una palabra estuvo entre las principales en la nube de tags de la entrevista: potencial.
¿Qué rol tienen las startups de base tecnológica dentro de la Secretaría?
Las vemos no sólo como un sector que tiene la posibilidad de crecer, sino fundamentalmente de mejorar la productividad del resto de los sectores. Trabajamos con todos los universos, porque es la Secretaría que tiene a cargo los emprendedores, las Pymes y los servicios basados en el conocimiento.
En el caso de las Pymes, con todos los sectores, que son el 99% de las empresas. En el caso de los emprendedores, también trabajamos con todas las verticales: turismo, gastronomía, textil. En definitiva, la Argentina necesita muchas más empresas: hoy tiene pocas, hay una baja densidad y muy concentradas en cinco provincias.
¿Qué porcentaje del total son de base tecnológica?
La inmensa mayoría de los emprendimientos que se van generando son de diversos sectores y de economía regionales. Un porcentaje chico, al igual que en el resto del mundo, corresponde a las de alto impacto o de base tecnológica: arte, fintech, biotecnología, Internet de las Cosas, etcétera.
En general, el 20% de los proyectos que van suelen ser de base tecnológica. Pero esto recién comienza, es un camino largo que queremos recorrer. Tenemos herramienta de capacitación, mentoreo y financiamiento disponible para emprendedores de todo el país.
Hemos ido desarrollando y fortaleciendo en estos casi tres años una enorme red de incubadoras, aceleradoras, entidades de apoyo y ONG que de alguna manera nos permiten llegar a todo el territorio y bajar estos programas con escala. Ya está en marcha y estamos teniendo un muy buen flujo.
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¿Hay algún tipo de herramienta específica para estos emprendimientos?
Sin lugar a dudas, el financiamiento. Surgen dos perfiles de emprendedores en toda esta red. Un emprendedor Pyme, que con una ayuda oficial ya puede enganchar con el financiamiento del sistema bancario, con un empalme que hacemos con una SGR (Sociedad de Garantía Recíproca) o el primer crédito Pyme del BICE. Pero son emprendimientos que se pueden financiar con deuda.
En cambio, los emprendimientos tecnológicos son dinámicos, con un grado de innovación muy alto, por lo que no tienen los activos fijos. Por lo general, son intangibles y, por lo tanto, es muy difícil que se puedan financiar con deuda. En el mundo, estos emprendimientos se financian con capital emprendedor, con inversión.
Para ese tipo de proyectos tenemos una serie de programas específicos, como el "Fondo Aceleración", donde hacemos coinversión con aceleradoras; a través del "Fondo Expansión", en el que hemos coinvertido en tres fondos de etapa temprana de capital emprendedor; y en incentivos fiscales para quienes inviertan en emprendedores dinámicos o tecnológicos.
Hoy hay disponible para este tipo de emprendimientos más de u$s100 millones, que es algo que prácticamente nunca sucedió en la Argentina. Antes no existía y nos ubicaba muy abajo en los rankings internacionales, por lo que los emprendimientos terminaban muriendo o yéndose a buscar financiamiento afuera. Ahora lo tienen en la Argentina.
¿Cuál es el vertical tecnológico con mayor proyección?
El fintech, sin lugar a dudas. El ecosistema fintech es muy fuerte en la Argentina. También en el específico Cripto, pero Fintech en general. Insurtech está empezando a tomar velocidad y recién está empezando.
Fue muy positiva la medida del Banco Central de dejar más espacio a la renovación, tal como hicieron los países donde el ecosistema fintech se desarrolló con fuerza, como en Inglaterra. El permitir a estos emprendedores desarrollarse le dio un impulso grande al sector.
¿Cuál le sigue en importancia?
Otro sector donde hay mucho potencial es agtech. Armamos una mesa nacional agtech con todos los actores, como los distintos ministerios, aceleradoras, inversiones y universidades. Y armamos un primer congreso nacional Agtech con eventos en Buenos Aires, Rosario y Córdoba. La repercusión fue espectacular, hay cada vez más proyectos, pero recién empieza.
La Argentina tiene todo el potencial de convertirse en referente mundial de agtech, porque el campo argentino es uno de los más sofisticados del mundo, con el mayor grado de innovación; lo que sucede es que ahora la digitalización lo ubica ante un nuevo desafío. Ya se están empezando a comunicar los mundos, el de Internet de las Cosas y el software, con el del agro.
Y empiezan a aparecer proyectos interesantes. Creemos que no solo podemos ser usuarios o adoptantes de tecnologías para el agro, que de por sí sería algo muy positivo, sino desarrolladores de tecnología para aplicar en la Argentina y exportar al mundo. Y ya está empezando a suceder.
El sector de software en la Argentina es muy fuerte, da empleo a más de 100.000 trabajadores formales, es muy dinámico, hay exportaciones, crecimiento del empleo. Tiene balanza comercial positiva. Lo vemos no sólo como un sector que tiene la posibilidad de crecer, sino fundamentalmente de mejorar la productividad del resto de los sectores. En este contexto están apareciendo soluciones para el agro, para el turismo, petróleo, automotriz.
¿Cuál es el peso de las empresas de tecnología en la balanza comercial argentina?
La Argentina exporta hoy u$s7.000 millones de servicios basados en el conocimiento. Es el segundo o tercer sector exportador, según cómo se mire, después del agro. Algunos simplifican que la Argentina es soja y software. El software llegará a los u$s2.000 millones y el resto son otros servicios basados en el conocimiento.
Pero se exporta más que carne. Creemos que tiene una relevancia muy significativa en la economía argentina, aunque muchos no lo conocen y se sorprenden cuando lo comento. De hecho, es algo que venimos hablando con el Argencon, CESSI y otras organizaciones, de que es importante contarlo, explicarlo, porque hay muchos que no toman dimensión de la relevancia que tiene, pero sobre todo de la potencial de crecimiento.
Sin ir más lejos, acabamos de abrir el mercado brasileño, que son más de u$s12.000 millones que importa todos los años. Ahí tenés una potencialidad. También fuimos con los ministros y las empresas de servicios a Brasil para que los dos países exporten al mundo. Es un sector en el que hay buena coordinación.
Hay casos bien relevantes, como MercadoLibre que es casi binacional, Despegar lo mismo, Stefanini que es brasileña, pero tiene oficinas acá también. Ahí en conjunto, salir a atacar otros mercados, es una oportunidad muy interesante. Es un sector muy dinámico, con una productividad superior al resto de la economía. Queremos que se duplique la gente que trabaja en el sector, pero también queremos aprovecharlo para aumentar la productividad de la industria automotriz, el turismo, el agro.
Siempre hubo un desacople entre la industria y la academia ¿cómo articulan la relación entre las universidades y las empresas?
Venimos trabajando con la temática emprendedora con las universidades, donde algunas ya son incubadoras y aceleradoras. Otras están menos desarrolladas y nos piden más contenidos. Nuestra filosofía es no meternos donde no agregamos valor. Donde las cosas están haciendo bien, no molestamos.
De todas maneras, creemos que hay una gran desconexión. Lo venimos analizando con los ministerios de Educación y de Trabajo, de acercar mejor los mundos. Pero hay otras iniciativas no formales, como DigitalHouse, que están haciendo muy bien las cosas.
Donde sí vemos que hay una falencia es en la enorme cantidad de gente que no va a la universidad. En general, este sector no tiene problemas para conseguir trabajo. El problema que tenemos ahora es que no terminan la carrera, que rápidamente empiezan a trabajar. Entonces, lo que vemos es que en otros sectores hay una desconexión entre lo que se enseña en la universidad y lo que necesita el mundo del trabajo del futuro.
¿Qué medidas promueven desde la Secretaría?
Nuestro trabajo es mejorar la accesibilidad o brindar carreras más cortas o gente que pueda reconvertirse, como el plan 111 Mil que está pensado para ese universo: mucha gente con un año de programación que es gratuito puede comenzar el camino de trabajar en algo que tenga más proyección, mejores salarios, etc. Y que haya más estudiantes en estas carreras y haya más opciones. Estamos viendo que chicos que arrancan con el 111 mil se enganchan con la carrera y van a la universidad.
¿Hoy cuál es la brecha entre la oferta y la demanda de profesionales en el sector?
Están 5.000 o 7.000 abajo en un escenario donde todavía hay mucho para crecer. Por eso, con el 111 Mil, estamos viendo que habrá mucha demanda no para gente del sector, sino para otras empresas de otros sectores que empezarán la transformación digital.
Por eso, estamos buscando crear perfiles CTO (NdR, gerentes de Sistemas) de Pymes. Muchos alumnos de 111 Mil no quieren trabajar en empresas grandes. Algunos están pensando en un emprendimiento tecnológico o en crear su empresa de servicios para hacer sistemas para las Pymes.
¿Cuáles son los desafíos y las oportunidades que tendrá el ecosistema de startups tecnológicas?
Claramente, uno de los problemas más importantes es el del capital humano. Por eso es importante que haya más gente que se capacite, tanto universitario como no universitario. Es un gran desafío el reentrenamiento de los operarios que van a necesitar tener habilidades digitales para el sector que sea.
El otro tiene que ver con el desarrollo federal o regional. Estamos trabajando muy cerca con clústeres que empiezan a desarrollarse. Hacen falta para que no se agote el capital humano porque es una oportunidad para que jóvenes y no tan jóvenes de todo el país puedan trabajar desde su lugar y generar sus proyectos con las ventajas que ofrece la democratización de la información.
Ahí es donde la Argentina tiene un gran potencial. Nos caímos un poco del mundo en los últimos años. De hecho, la curva de crecimiento cayó, pero hoy tenemos un tipo de cambio que queremos aprovechar. Teníamos un régimen tributario muy malo que lo estamos cambiando. Por lo cual, la competitividad, más allá del talento, la estamos mejorando aunque tenemos mucho por delante. La Ley de Software se vence a fin de año y lo estamos analizando con los diversos sectores.
También esperamos una mejora de la productividad del resto de la economía gracias a la tecnología. Empezamos a ver casos positivos, pero es un proceso que es difícil como toda transformación, pero que hay que encararlo.
Por último, vemos que hay temas para trabajar todavía en lo regulatorio y en el financiamiento. Las innovaciones suelen generar empleos, especialmente los sectores en movilidad, turismo, logística y e-commerce.