"Hay mucha gente que no sabe que las gaseosas, caramelos e incluso las mermeladas que parecerían más sanas provienen del mismo lado del que proviene la nafta que usan para sus autos". La frase asusta y la dice Ricky Cassini, CEO y Cofundador de Michroma, una plataforma biotecnológica dedicada al desarrollo de ingredientes del futuro y que busca revolucionar el futuro de los alimentos.
Cassini fundó la startup junto a Mauricio Braia, doctor en Ciencias Biológicas e investigador del CONICET. Durante sus trabajos, Braia descubrió que un hongo desprendía un color rojo y se le encendió la lamparita: si un hongo podía generar un color tan fuerte de forma natural entonces los colorantes artificiales podrían ser reemplazados por otros de origen natural y utilizando la tecnología.
Cassini y Braia se conocieron durante un evento cuyo propósito era unir perfiles como el de ellos: el de la ciencia con el de los negocios. A Cassini le interesó desde el principio la propuesta de Braia y en cuestión de meses se pusieron a trabajar en él.
A principios de 2019 aplicaron al proceso de GridX Exponential, una aceleradora de empresas de base biotecnológica.
"Llegamos con una idea y ellos te ayudan a unir las partes de negocios y ciencia, a trabajar en el desarrollo de la empresa y a acelerar todo lo que estás haciendo desde el lado científico. Después de pasar varias etapas fuimos seleccionados para ir a Estados Unidos, donde conocimos a Indie Bio, que es la aceleradora de biotecnología más grande del mundo y ellos se interesaron muchísimo. Fue ahí cuando Grid Exponential decidió invertirnos, Indi Bio decidió invertirnos y nos fuimos todos para San Francisco", recapitula Cassini.
Para el mundo
Para ambos, estar en San Francisco fue una experiencia única: "En ese momento estábamos shockeados porque para nosotros era como un sueño: Mauri por estar en la cuna de la biotecnología y yo, desde el lado de emprendedor, por estar en la cuna de las startup. Era completamente un sueño estar ahí y lo sigue siendo, así que vamos a seguir trabajando para estar allí, en la innovación mundial, no sólo en Argentina sino al máximo nivel internacional", asegura motivado.
En total, Michroma recibió una inversión inicial de cerca de medio millón de dólares. Hoy están instalados en Rosario con su propio laboratorio y el equipo se amplió a seis personas con el objetivo de llegar a veinte.
Mezclar ambos mundos fue un desafío para los dos. "Si bien siempre soñé con tener una empresa y más o menos algunos términos los tocaba de oído todo fue muy desafiante", asegura Braia.
Y agrega: "Ricky me enseñó un montón y todavía lo sigue haciendo. Obviamente nuestras actividades en la empresa están separadas, pero al mismo tiempo están unidas en muchísimos puntos porque es un diálogo continuo que tiene que existir para el éxito de la firma y de la tecnología. En el medio de todo esto también fui haciendo cursos, webinars, leyendo, tratando de aprender cada vez más para entender el idioma que se está hablando desde el negocio de la empresa".
El reto fue igual para Cassini: "Para mí fue un desafío muy grande la verdad porque yo no sabía ni que era una célula cuando empezamos con Michroma. Acá el 'profe Mauri' me estuvo dando clases y clases hasta que llegamos a este punto donde estoy hoy en el que me puedo sentar con un inversor a hablar una hora y que no identifique si yo tengo un perfil de negocios o de ciencia, lo que para mí es un objetivo logrado muy importante", explica.
Pero los pasos tuvieron que ser aún más exhaustivos: "Siempre también traté de meterme en el laboratorio y aprender no sólo de Mauri sino también del resto del equipo, siempre siendo muy curioso y preguntando por qué y por qué y por qué, con mucha insistencia. Esa curiosidad me llevó al punto en el que estoy hoy en el que puedo entender, charlar y brindar mi opinión porque aunque no soy el que toma las decisiones con respecto a la ciencia está bueno tener una visión externa para ver cómo puedo contar la historia de lo que pasa en el equipo científico hacia los inversores y hacia las empresas con las que estamos trabajando", explica Cassini.
De este modo, el el emprendedor detalla que la firma usa "fermentación, que es un proceso parecido a la producción de cerveza, pero en vez de usar levaduras usamos hongos y tecnología para producir ingredientes. Empezamos haciendo un colorante rojo natural para las industrias alimenticia, farmacéutica y cosmética".
El rojo carmín, uno de los colorantes más utilizados en los rubros antes mencionados, se utiliza a partir de la hembra de la cochinilla, un insecto originario de América que se seca y se hierve para conseguir un polvillo con el que se obtiene esta tonalidad. Se estima que se necesitan unos 70.000 especímenes para producir apenas 500 gramos. Pero al ser muy caro, se están utilizando versiones más económicas, pero poco saludables y sostenibles.
"A lo que apuntamos con esto es a reemplazar todos los ingredientes que hoy en día provienen del petróleo, que son sintéticos y que estamos consumiendo. No solo porque no son sustentables, sino también porque tienen muchos problemas para la salud: desde alergias, hiperactividad, trastornos de déficit atención e incluso cáncer".
Además, remarca que "las empresas están empezando a buscar opciones naturales, así que eso es lo que venimos a satisfacer: una necesidad creciente por nuevos y mejores colorantes naturales y en un futuro queremos expandir esta plataforma para producir también otros ingredientes para las mismas industrias", relata.
De esta forma. Michroma persigue tres objetivos principales, según afirman sus fundadores:
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Sustentabilidad: "Es ultra importante para nosotros, que estamos viviendo en un planeta al que le estamos sacando recursos continuamente y que básicamente estamos destruyendo".
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Salud: "Necesitamos que sean saludables los alimentos que estamos consumiendo porque de ello dependen también nuestras vidas y hoy en día nos estamos metiendo ingredientes que ni siquiera sabemos de dónde provienen".
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Economía: "La tercera pata es que sean económicamente viables, porque si tenemos ingredientes que son sustentables y saludables, pero nadie pueda acceder a ellos estamos en el mismo problema"
Tanto Braia como Cassini saben que ser emprendedores es una tarea con muchas dificultades pero están convencidos de que vale la pena: "El emprendedorismo es muy personal porque a pesar del negocio, en nuestro caso la ciencia, uno se juega mucho como persona: hay emociones y esfuerzo", afirma Braia.
Y aclara: "Yo creo que no hay que tener miedo. Puede ser que a veces las circunstancias sean desfavorables desde algún punto de vista pero desde otros seguramente van a ser favorables, siempre hay que sacar lo más positivo de la situación. A veces habrá que esforzarse más y otra veces menos, pero en el mundo de las startups siempre hay que esforzarse un montón, no importa realmente lo que hay afuera".
"Uno tiene que ser muy resiliente, mandarse y seguir avanzando, creo que eso es fundamental: mandarse", concluye.