El conflicto entre EE. UU. y China es cada vez más álgido. Está en juego futuro de democracia liberal, y el comienzo de una "guerra fría".
Y este no es solo un sentimiento de Trump. De manera más amplia, en los círculos de la formulación de políticas de Estados Unidos, la política china denominada ‘Hecho en China 2025’ –que pretende garantizar el dominio de China en las capacidades cibernéticas, la inteligencia artificial (IA), la aeronáutica y otros sectores de tecnología de punta– es vista no solo como un desafío económico, sino como un amenaza geopolítica. Y se considera que todo –desde la infraestructura de telecomunicaciones de Estados Unidos y la propiedad intelectual hasta la posición militar del país norteamericano en Asia– se encuentra en riesgo.
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El hecho de que la tecnología esté generando tensiones geopolíticas va en contra de las predicciones de muchos académicos y formuladores de políticas. A mediados de la década del 2000, algunos de ellos pronosticaban que la geografía ya no desempeñaría un papel significativo en el funcionamiento de los mercados globales. La globalización y la tecnología conducirían a un mundo ‘plano’ con una competencia perfecta, donde el talento se extendería automáticamente de manera uniforme a lo largo y ancho de regiones y fronteras; los trabajadores calificados se conectarían a los procesos productivos de forma remota y solo cuando fuera necesario.
En la realidad, los talentos en el siglo XXI están distribuidos en forma más desigual que nunca antes. Algunos centros claves –Cambridge, Massachusetts; Silicon Valley; Shenzhen (China)– albergan una parte importante de los trabajadores digitales y tecnológicos altamente calificados del mundo. Aunque no está del todo claro por qué sucede esto, algunos académicos han comenzado a atribuir la concentración del talento digital al papel que desempeña el "conocimiento tácito", es decir, el papel que juegan los conocimientos especializados, como lo son las prácticas y los procedimientos de la industria, o los conocimientos técnicos que son valiosos únicamente bajo condiciones muy específicas.
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A medida que el conocimiento se ha agrupado cada vez más en clústeres, también lo han hecho la investigación tecnológica y el desarrollo comercial de las nuevas innovaciones. Esta tendencia se puede medir por la cantidad de unicornios (empresas de nueva creación con una valoración de al menos u$s 1.000 millones) que emergen en determinadas regiones del mundo. Juzgando según esa métrica, China y Estados Unidos, por sí solos, representan casi la totalidad del espíritu de emprendimiento tecnológico del mundo. En el ámbito de la innovación, nos estamos desplazando rápidamente hacia un mundo G2.
Además, existe una creciente evidencia de que el crecimiento de la productividad se está concentrando dentro de las empresas que han aprovechado las tecnologías digitales para escalar. Durante la última década, un estrecho conjunto, que la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (Ocde) llama "firmas de frontera", ha dado cuenta de casi todo el crecimiento de la productividad a nivel mundial, mientras que las "empresas rezagadas", es decir, todas las demás firmas, prácticamente no han logrado ningún aumento en cuanto a productividad. Este desequilibrio ha creado la ilusión de una desaceleración agregada en el crecimiento de la productividad, cuando el problema real es la segregación cada vez más aguda por tipo de empresa.
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Un mundo en el que el conocimiento tecnológico, la innovación y el crecimiento de la productividad están fuertemente agrupados es un mundo más propenso a la competencia geopolítica. Las regiones que atraen talento efectivamente eliminan a todos los demás del proceso de transferencia de tecnología, lo que produce un puñado de grandes ganadores que pueden lograr un rápido crecimiento de la productividad y un dominio competitivo. Bajo estas condiciones, la competencia sino-estadounidense por el talento y las firmas de frontera es cada vez más inevitable.
Para agravar aún más el problema, se encuentra el hecho de que China no es una democracia. El Gobierno está utilizando tecnología de punta, no sólo para reprimir la disidencia y supervisar a la población, sino también para responder a las necesidades de los ciudadanos y mejorar los servicios públicos. Al ayudar a los funcionarios a administrar sistemas sociales, políticos y económicos cada vez más complejos con información casi completa, estas tecnologías anulan las fuerzas que pusieron fin a los sistemas autoritarios anteriores, entre ellos la Unión Soviética. La inteligencia artificial y la denominada ‘big data’ (datos masivos) podrían ser la tabla de salvación –y perpetuación– de los regímenes autoritarios.Autor: Manuel Muñiz, para El Tiempo