Continúa creciendo la porción de la torta económica que representan las empresas de servicios y producto tecnológicos en la Argentina. Pero no hay que olvidar que aún seguimos siendo un país con fuerte impronta del ámbito agropecuario, y todos los negocios relacionados.
Así, pensar en los "unicornios" que desde este sector se pueden generar podrían equipararse a los que vemos surgir desde el área de tecnología y servicios asociados.
Así que no hay que descartar el cultivo que va desde nuez pecan, hasta olivos a pistacho, o las ya conocidas peras, manzanas y el kiwi orgánico de Mar del Plata.
Cierto es que los tiempos involucrados para que se conviertan en un negocio que dé ganancias son más grandes: al menos seis o siete años hasta obtener los primeros frutos, siempre que la plantación evolucione favorablemente. En la Argentina no hay ningún proceso productivo que tarde tanto. La soja demora seis meses y los maíces, cada vez más precoces, 5 meses. El ciclo ganadero, 3 años.
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Quienes están en esa faena, sueltan que para facilitar las cosas debe haber suficiente riesgo compartido, una especie de sentimiento de comunidad entre el Estado y el sector privado. Algo que pocas veces se logra en una Argentina instalada en la urgencia por sus ciclones económicos. Pero aún en estas condiciones, muchos planificaron a largo plazo proyectos inteligentes que en conjunto aportan desde Catamarca, La Rioja, Mendoza, la Patagonia y el Norte, unos u$s 3.000 millones sin contar la pesca que este año escalará a los u$s2.500 millones. Esos productores aseguran que las posibilidades son infinitas si el entorno acompaña. Y que vale la pena. Son los "unicornios" de las economías regionales.
En estos años, la combinación de apertura de mercados y dólar alto permitió desplegar una revolución silenciosa. En el caso de peras y manzanas, aquellos que pudieron reconvertirse con nuevas variedades obtienen rindes que quintuplican los promedios.
Argentina también cuenta con las primeras cerezas de la temporada global en Mendoza y con las últimas en los Antiguos, Santa Cruz: se plantan en campos de u$s 20.000 la hectárea y el kilo se cotiza a u$s 8.
El pistacho de San Juan se considera uno de los tres mejores de la tierra, después del que se obtiene en Estados Unidos e Irán. Claro que se necesita riego, pero a energía solar. Lo mismo ocurre con los olivos que cargan en su costo la energía eléctrica.
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Y la acuicultura de Neuquén, con proyectos de trucha salmonada, ya está compitiendo con Perú. A su vez, se vive un boom de la nuez pecán con una producción que se duplica cada año en Entre Ríos, Tucumán, Buenos Aires, y Catamarca. De las 300 toneladas que se producen, se exporta el 70%.
En el caso del pistacho, un rubro liderado por Marcelo Nemirovsky, de Pistacho de los Andes, se embarca el 95%. El 100% del kiwi orgánico de Mar del Plata, donde talla Luis Franch, de Sierra de los Padres, se vende al exterior. En cuanto al nogal, se embarca el 60%, el arándano, un 90%. Es la misma proporción que las cerezas donde Alejandro Zimermann está multiplicando presencia en China. En esa producción lidera la familia de Alejandro Bulgheroni, cuya base de operaciones es Chubut y va por más. El olivo tiene sus altibajos, de acuerdo a Asolcat ( Asociación Olivícola Catamarqueña), por la competencia española, griega e italiana.
Pero los nogales de Catamarca, San Juan y Mendoza son famosos en el mundo. A todo esto se viene otra transformación para el Norte: en vez de enviar la soja y el maíz al puerto de Rosario, están decidiendo transformarlo in situ en proteína animal ya sea pollos y cerdos. En eso se encuentra Granja Tres Arroyo, de Joaquín de Grazia, en el Chaco. Los expertos sostienen que recién se arranca en estos segmentos mano de obra intensiva.
Hay un acuerdo en que falra crédito para acelerar el ritmo de crecimiento, pero deben ser préstamos con años de gracia para comenzar a pagar cuando se ingresa en producción. Hay fondos de inversión dispuestos y siempre está la salida al mercado de capitales. La intención es que las provincias y el sector privado se unan para generar ese financiamiento con un mecanismo de garantías y control. Siempre con una tasa sensata como la internacional Libor más dos o tres puntos por el riesgo argentino, indicó Clarín.