Miami, Dubái, Sidney, Shanghái, Santiago de Chile, Buenos Aires… no importa en el lugar del mundo en el que se esté. En prácticamente todas las grandes ciudades alrededor del planeta es muy probable que haya un local de Starbucks.
Con 24.000 tiendas desparramadas en cerca de 70 países, esta empresa nacida en Seattle, Estados Unidos, allá por el año 1971, pasó a ser en la actualidad la mayor cadena mundial de cafeterías.
Por eso es que esta compañía híper globalizada, al igual que otras firmas de la talla de McDonald's, suele ser considerada una suerte de "termómetro" para evaluar algunas variables económicas a nivel internacional.
Sucede que, así como desde mediados de los años '80 The Economist comenzó a relevar los valores de la hamburguesa más popular de la compañía de los arcos dorados alrededor del mundo para luego volcarlos semestralmente en su "Big Mac Index", The Wall Street Journal luego hizo lo propio con el llamado "LatteIndex".
Este vaso, impreso con la figura de la sirena, contiene un café con leche que se sirve prácticamente igual en todas las tiendas de la cadena. Y, al estar tan estandarizado a nivel mundial, se ha convertido en una referencia para muchos economistas a la hora de establecer cuán apreciado o depreciado se encuentra el signo monetario en cada nación.
Además, permite tener una referencia aproximada sobre cuán competitiva a nivel cambiario resulta ser una economía.
Con excepción de los granos de café –que se producen en regiones determinadas y luego son importados hacia cada uno de los países– y de algunos materiales plásticos, buena parte de los costos que conforman el precio final del clásico vaso de latte están fuertemente influenciados por la coyuntura local.
En esta misma línea, no resulta extraño ver, por ejemplo, que los momentos en que el precio de este café con leche estaba más caro en una tienda de Buenos Aires que en una de Santiago de Chile –siempre en términos de dólar-, esto coincidía con las épocas en que decenas de miles de argentinos aprovechaban las vacaciones o los fines de semana largo para cruzar la cordillera y hacer "turismo shopping".
El ranking del "Índice Starbucks"
Al analizar el ranking de los países más caros –medido en divisas estadounidenses- se puede observar de manera rápida que ahora la Argentina no sólo dejó de estar en los principales puestos sino que se ubica bien al fondo de la tabla, entre las naciones más baratas.
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En efecto, al trazar este relevamiento se puede observar que Suiza lidera el listado. Allí se está pagando el vaso de latte más caro a nivel global, con un precio que equivale a cerca de u$s5,90.
Francia -tomando como referencia el valor vigente en París- y Hong Kong le siguen en este listado, con niveles que superan los u$s4,60 por este clásico café con leche.
¿Y qué ocurre con los Estados Unidos, país que es fijado como referencia? En una ciudad como Nueva York promedia los u$s3,80, si bien en algunos lugares con un menor PBI per cápita su precio puede ser levemente inferior.
Ahora bien, entre los países latinoamericanos se puede observar que Uruguay y Chile encabezan el "Índice Starbucks", mientras que la Argentina se ubica muy cómodamente en el último puesto, por debajo de México y de Brasil.
En Buenos Aires, el vaso de lattetall (el formato más chico) cuesta unos $112, cifra que, al tipo de cambio oficial, representa unos u$s2,51.
Extrañamente, en el último año, este tamaño dejó de incluirse en las carteleras de precios que se exhiben en cada una de las tiendas porteñas -solo se muestra la medida "grande" y "venti"-. Pero todavía es posible solicitarlo en la caja.
Más allá de este detalle, lo importante es que el precio que se debe abonar en una cafetería local se encuentra u$s1,30 por debajo del que rige en algunas ciudades de los Estados Unidos, al tiempo que implica u$s1,45 menos que en el caso de Montevideo, según el relevamiento realizado por iProUP.
En este tipo de comparativos, como el que The Economist realiza con la hamburguesa global, se aplica el concepto de "paridad de poder de compra", el cual compara el costo de un mismo bien en diferentes países.
Dicha teoría establece que, con la misma cantidad de dólares se debería poder comprar un bien idéntico en todas las naciones, sea un alimento o un servicio estandarizado.
Así, si en un país un producto tiene un valor muy alejado del mercado de referencia –el estadounidense, por cotizar en dólares- entonces se considera que la moneda local está subvaluada frente al dólar. De lo contrario, si esa misma bebida es más cara que en los EE.UU., el signo monetario doméstico se encontraría sobrevalorado.
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A fines prácticos, resulta interesante analizar qué fue ocurriendo, por ejemplo, en el comparativo con Chile.
Ahora, el precio en una tienda de la capital trasandina es un 50% más elevado que en un local porteño (u$s3,80 vs. u$s2,51).
Sin embargo, la situación era muy diferente a mediados de 2016, cuando todavía los aviones viajaban cargados de pasajeros hacia el otro lado de la cordillera para aprovechar los precios bajos en servicios y bienes, principalmente tecnología e indumentaria.
En ese entonces, en Buenos Aires el popular café se conseguía a un precio de $54 que, al tipo de cambio de ese entonces, arrojaba una cifra cercana a los u$s3,90.
Como contrapartida, en junio de 2016, el vaso de latteen Santiago era más barato: equivalía a u$s3,50.
¿Qué pasó en estos tres años? El valor del dólar, punta a punta, varió muy poco en la nación vecina: pasó de 680 a 691 pesos chilenos, en un contexto en el que la inflación acumulada allí fue de apenas el 8%. En cambio, en Buenos Aires, el precio del café se incrementó cerca de un 107%, pero el salto que experimentó el billete verde fue muy superior: 215% ($44,5 vs. $14,11).
Esto terminó por generar un derrumbe del precio argentino del latte a nivel internacional, siempre tomando al billete verde como referencia.
Pero, claro, este movimiento de la divisa generó otros "efectos colaterales", como el hecho de que hoy se necesiten más salarios para viajar y comprar en el exterior.
Para ponerlo en contexto, según datos del Departamento de Estudios de la Cámara Nacional de Comercio, Servicios y Turismo de Chile (CNC), las compras con tarjeta de débito y crédito de los argentinos en el tercer trimestre de 2016 todavía crecían a un ritmo sorprendente: 119% interanual.
En cambio, entre enero y marzo de este año (último dato disponible), las operaciones se desplomaron un 71%.
Algo similar ocurrió con Uruguay: como consecuencia del salto del billete verde en la Argentina, ese país vecino sufrió un desplome del turismo receptivo el último verano, lo que obligó a las autoridades a extender para todo 2019 su plan de beneficios impositivos, con el fin de atraer visitantes con DNI albiceleste.
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Por último, está el caso de Brasil, que en los relevamientos de los últimos años siempre se posicionó como uno de los países de la región más baratos a la hora de comprar un café en una tienda Starbucks.
Desde 2016, de hecho, el precio del latte en dólares varió muy poco, dado que la inflación acumulada en ese país –del 13%- se compensó con una devaluación que, punta a punta, fue del 20%.
Radiografía de un vaso de café con leche
Más allá de las particularidades que puede darse en cada mercado, la realidad es que un vaso del clásico café con leche de esta cadena estadounidense es un buen termómetro del valor, en dólares, de los precios de los bienes y servicios.
Sucede que, contrariamente a lo que se suele creer, el contenido importado que encierra un latte es mínimo. Y la Argentina no es la excepción.
En efecto: el café, que es la materia prima esencial y la razón de existir de esta compañía, apenas representa el 4% en la estructura de costos que termina determinando el precio final que debe pagar un consumidor en la caja.
La leche –insumo que es producido localmente–, representa alrededor de un 4%. Los vasos, las cubiertas de cartón para evitar quemarse y demás productos -servilletas, endulzantes, cucharas, etc.- suman otro 7,5%.
Dependiendo en qué parte del mundo esté emplazada la tienda, la rentabilidad puede representar cerca del 10% del valor de cada café.
En tanto que los impuestos, la mano de obra –incluyendo los tributos y seguridad social– y el alquiler del local –sumando los costos comerciales– puede explicar nada menos que las tres cuartas partes del valor final del clásico latte.
Hay un último punto clave para entender por qué cayó tanto la posición de la Argentina en el ranking internacional. A la par de la fuerte devaluación, hay un hecho que no puede pasarse por alto: la crisis doméstica, que provocó una marcada caída del consumo y provocó que productos no esenciales no puedan seguirle el ritmo a la inflación.
Esto puede verse reflejado en un dato no menor: desde mediados de 2016, el IPC experimentó un avance del 113%. Como contrapartida, el valor del latte en Starbucks se incrementó 107% en el mismo lapso.