Pocas veces la economía del conocimiento (EdC) ha enfrentado un año con tantas novedades y desafíos. Se conjugan factores geopolíticos globales, tecnológicos, macroeconómicos y otros aspectos propios del ecosistema local. Del alineamiento de estos factores puede resultar un salto de calidad y de nivel de actividad sin precedentes para nuestras industrias. Analicemos estos factores.
El primer factor a destacar es la explosión de la inteligencia artificial (IA) en todo el mundo. En los últimos años, la humanidad ha experimentado un tsunami tecnológico que está modificando no solo la forma de producir bienes y servicios, sino también al conjunto de las actividades de la vida cotidiana.
Estamos frente a una nueva era motorizada por la tecnología que irrumpe en todos los campos de nuestro quehacer diario desde cómo comprar y pagar, acceder a los bienes culturales, consultar información, programar viajes, estudiar o hacer entrenamiento físico.
Estos cambios van sucediendo silenciosamente, en su gran mayoría son gratuitos o de bajo costo, y tienen un grado de aceptación popular que sorprende. Están ocurriendo a una velocidad inédita, sin que entendamos cabalmente su alcance y su irreversibilidad.
Las industrias tradicionales, por su parte, son usuarias directas de las nuevas tecnologías, ya que de su adopción depende la mejora continua de sus productos. Desde el agro hasta la medicina, de la metalmecánica a la industria militar y desde la logística hasta la energía, todas las industrias encuentran sus avances de productividad en la incorporación de tecnologías tales como la IA, el aprendizaje automatizado, el internet de las cosas, la georeferenciación, la introducción de drones, etc.
El motor de estos cambios es una sucesión de innovaciones tecnológicas que parece no tener límites, siendo la última y más impactante la IA generativa. Estas innovaciones se desarrollan apalancadas por enormes inversiones en investigación y desarrollo, haciendo de la EdC el sector de mayor crecimiento en la economía mundial.
Simultáneamente, en el mapa global se observa un realineamiento de las cadenas de valor tecnológicas que concentran su operación en países con afinidad cultural y política: occidente le compra a occidente.
En ese sentido, la posibilidad de que Argentina establezca un acuerdo de libre comercio con EE.UU. puede potenciar el ya importante comercio que tenemos con ese mercado, colocando a nuestras exportaciones en un lugar preferencial frente a las de otros países competidores.
Mientras la demanda global explota en el plano local suceden cambios relevantes: la macroeconomía se normaliza, el tipo de cambio se estabiliza, hay un acelerado proceso de desregulación normativa y se establecen regímenes para la atracción de inversiones, como el Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI).
Este reordenamiento se suma a capacidades ya existentes en nuestro ecosistema: un talentoso entorno profesional, un activo sistema científico tecnológico y una trama de empresas exitosas acostumbrada a competir en los mercados globales más exigentes.
Sobre estos pilares, el gobierno nacional ha anunciado dos proyectos estratégicos de importancia significativa: convertir a Argentina en un hub de IA de jerarquía mundial y el desarrollo de reactores nucleares de media potencia destinados a enriquecer nuestra matriz energética.
Consecuentemente, la Secretaría de Ciencia, Tecnología e Innovación ha convocado al sector privado para elaborar un programa de fortalecimiento de la cadena de valor que produce las aplicaciones de IA.
En el ámbito académico en los últimos meses se ha conocido el lanzamiento de carreras vinculadas a las nuevas tecnologías en muchas universidades públicas y privadas, y se ha observado el fuerte incremento de inscriptos en estos trayectos formativos. Muchas de estas novedades fueron analizadas en las segundas Jornadas de Inteligencia Artificial, realizadas en diciembre en la Universidad Nacional de Córdoba, con la participación de los principales referentes académicos de todo el país.
Otro factor de importancia es la descentralización del ecosistema del conocimiento, con la creciente migración de empleo hacia ciudades periféricas. Los gobiernos provinciales y municipales han reaccionado a esta tendencia lanzando programas de atracción de empleo a sus territorios, fenómeno que produce una progresiva federalización de las industrias del conocimiento.
La sucesión de estos cambios también tiene efectos en el campo laboral. La revalorización de nuestra moneda ha encarecido los salarios medidos en dólares. Este reposicionamiento salarial llevó a una marcada disminución de la fuga de empleo hacia la modalidad freelance, lo que ha producido la caída en los índices de rotación que sufrían los equipos de trabajo de las empresas.
El nuevo escenario obliga a las empresas de la EdC a repensar su posición en el mercado, recreando una propuesta de valor que sea compatible con el nuevo equilibrio entre sus ingresos y costos. Si se acierta con las respuestas correctas en el corto plazo observaremos la creación de miles de empleos de alta calidad, la expansión del desarrollo federal, el crecimiento de las exportaciones y el fortalecimiento de la recaudación fiscal originada por la mayor actividad económica.
Sin embargo, es necesario entender que nuestro país es un competidor más en un mercado global cada día más exigente. Tomar provecho de esta oportunidad es una tarea que requiere la fecunda interacción de todos los componentes del ecosistema. De ello depende no solo el desarrollo económico del país, sino también la calidad de vida individual y comunitaria de todos los habitantes de nuestra patria.