En el Parque Industrial Norlog, ubicado en el partido bonaerense de Tigre, el Grupo Logístico Andreani desarrolló su planta de transferencia de cargas y operaciones logísticas más grande, a la que denominó Central Inteligente de Transferencias (CIT).
Se trata de un predio de 100 hectáreas, solo comparable con un reino de esos de los que salían en las novelas y cuya fortaleza es un edificio alargado de 16.000 metros cuadrados, donde funciona el CIT y las oficinas corporativas de la firma.
Una vez que se accede a esa estructura, es posible ver en vivo y en directo cómo se mueven, de un lado al otro del país, más de 200.000 paquetes por día que deberán llegar en menos de 2 días a destino.
Si bien la importancia de los carruajes es clave para la eficiencia del reinado, hablamos de más de 2.500 vehículos utilitarios y casi 400 camiones que salen limpios y encerados del CIT y otras plantas, el verdadero secreto se encuentra en la logística y en los datos.ge
Los cimientos del imperio Andreani se construyen con información, así lo detallan Alejandro Rinaldi, Director de IT y Horacio Camiletti, Gerente de Transformación Tecnológica.
Ambos, piezas clave en el desarrollo de la historia reciente del grupo, hicieron carrera en la empresa y entre los dos suman casi 30 años de experiencia.
Andreani: un imperio basado en los datos y la innovación
Allá por 2005, la caballería computarizada del Grupo Andreani descubrió que en cada envío realizado, era posible recabar información clave del cliente y que esta sería de utilidad para optimizar los procesos y agregar valor a la cadena.
"Desde hace muchos años, con la lógica de ser innovadores, guardamos cierta información: que fuimos a la casa de tal persona, que vive en tal o cual barrio, si estaba o no a la hora en que lo visitamos, etc. Esto nos permite generar hipótesis, a través de modelos de segmentación (target), para poder analizar cómo se comportan los clientes", explica Rinaldi.
Y agrega: "cada evento que se hace con un paquete, se guarda como información histórica".
De esta forma, es posible mejorar integralmente el servicio para con el usuario que recibe el paquete, pero también de manera interna.
"Nos dimos cuenta que había cosas para resolver en las operaciones que no las tenía ningún sistema estándar, por eso comenzamos a desarrollar uno propio", apunta.
Rinaldi añade: "Nos basamos en un complejo modelo de datos que utiliza machine learning y que resuelve las dificultades propias de realizar logística en un país como la Argentina, que tiene más de 7.000 códigos postales".
Este sistema es integral y nuclea todas las etapas del proceso, desde que se cierra un carrito de compras online hasta que el producto llega a la puerta de tu casa.
Aprende en todo momento, inclusive de datos que los transportistas de ‘última milla’ van aportando, para reducir cada vez más los tiempos de visita.
"Nuestro promedio hoy son 2 días para que el paquete llegue", resalta con orgullo el ejecutivo de IT.
La pandemia y la explosión del ecommerce: la crisis que fue oportunidad para Andreani
Con la explosión del eCommerce tras el proceso pandémico, era necesario encontrar soluciones que le permitieran a la empresa seguir con el desarrollo de su capital basado en datos, pero a la vez acoplarse a la nueva normalidad.
Porque si bien en la Argentina el comercio electrónico venía en franco crecimiento, desde mayo de 2020 se disparó aún más.
Los datos y la información fueron claves para sobrepasar de la mejor manera los problemas que la incertidumbre generó en la economía.
Así fue como descubrieron que mucha gente ponía como direcciones de envío a sus oficinas o lugares de trabajo, a donde producto del ‘quedate en casa’, no pudieron volver a ir en casi un año.
Por tal motivo, debieron crear una funcionalidad que recanalizara los envíos.
"Tuvimos 50.000 solicitudes en el primer mes, lo que es muchísimo", recuerda Rinaldi.
En sintonía, empezó a bajar de forma considerable el volumen de ventas y, por lo tanto, de envíos. Era la incertidumbre. Sin embargo, de repente, entre abril y mayo de 2020, pasaron de 2.500.000 de envíos a 5.000.000 de envíos, cifras que se mantienen hasta hoy.
"De los 5.000.000 de envíos que tenemos por mes, el 30% es de ecommerce", precisa.
Por lo que es muy probable que un paquete elegido al azar, le pertenezca a uno de los 50.000 clientes de Andreani que son startups o en su defecto, a empresas de alto calibre como Mercado Libre, Adidas o Cheeky, entre otros.
Ante esta situación y al igual que muchos otros imperios, Andreani no se quedó atrás y forjó su propio caballo de Troya: el Dragón Rojo.
El Dragón Rojo de Andreani: un as bajo la manga para acelerar los envíos ecommerce
El Dragón Rojo es un clasificador automático de paquetería, también conocido como sorter, capaz de procesar más de 8.000 paquetes por hora.
El CIT es la guarida de esta bestia de 86,2 m de largo y 6,9 m de ancho, que se hace ver desde la recepción del edificio.
Su tono bermellón lo hace inconfundible y su velocidad temible, ya que su cinta se mueve a 1,2 m/s y su escáner de 5 caras procesa y deriva alrededor de 140.000 envíos por día.
Una vez que se clasificó de manera física el paquete, es decir si es frágil, irregular, si es más grande o más chico y si es B2B o B2C, este ingresa en el Dragón Rojo y comienza su camino hacia el destino final.
Una vez allí, la máquina:
- identifica el bulto
- lo acomoda
- lo escanea con una tecnología de cámaras que lee las 5 caras visibles del paquete
- lo pesa en una balanza dinámica
De esta manera el sistema general de Andreani puede resolver 2 cosas: cómo es el paquete y a dónde tiene que ir.
Una vez escaneado y pesado, sigue su camino por la cinta hacia otra que lo ‘empujará’ hacia la caja correspondiente, de acuerdo a su destino.
Pero tan interesante como su funcionamiento es su historia, tan mitológica como tecnológica.
Su creador es Horacio Camiletti, uno de los encargados de diseñar, de forma conjunta con el proveedor de Países Bajos, este sorter que ya es mito.
Este llegó, totalmente desarmado a la Argentina, a fines de 2019 y la pandemia casi trunca su nacimiento.
Sus creadores se negaban a viajar al país por las condiciones epidemiológicas y por cuestiones de garantía, tampoco accedían a revelar los planos de la bestia.
Fue entonces que un grupo, liderado por Horacio, se embarcó en la travesía de montar al Dragón Rojo y ponerlo a funcionar, sin planos y con sus piezas desplegadas sobre el CTI, como si se tratara de un LEGO.
Así, después de varios arduos meses de trabajo, Camiletti y los suyos hicieron rugir, por primera vez, al Dragón Rojo de Andreani.