A principios de 2011, salía de casi 10 años signados por mi etapa laboral en el mundo corporativo y daba mis primeros pasos como emprendedor.
Por aquellos días me lanzaba a crear mi primera empresa, una agencia de comunicación muy orientada en innovación, creatividad y tecnología cuyos primeros pasos fueron en España, con varios clientes corporativos y startups de gran potencial.
Recuerdo que uno de nuestros primeros proyectos fue con un banco líder que nos contrató para armar la estrategia de comunicación.
Cuando llegó el día de presentar el plan, propusimos una estrategia 360 con varios canales de comunicación tradicionales y digitales, que incluía una novedad: habíamos incluido a Facebook como una de las principales plataformas de contenido e interacción para comunicar la marca.
Todo había funcionado bien hasta que llegamos a este punto. En ese momento todo el equipo se miró con cara de sorpresa y mostró muy poca seguridad de querer meterse en ese tema.
A tal punto que la persona a cargo del área se plantó y nos dijo:"Todavía no estamos seguros si queremos estar en Facebook, no sabemos si es una buena idea".
Corría el año 2011, Facebook tenía pocos años y se usaba más que todo para perfiles personales. Twitter, por su parte, era algo mínimo e Instagram todavía no había nacido.
¿Facebook?
Por unos momentos entramos en pánico: nuestro primer proyecto a escala quedaba herido de muerte si no lográbamos incluir lo que era nuestro principal punto de foco en el plan, la red social fundada por Mark Zuckerberg, ahora devenida en Meta.
Se me ocurrió, entonces, pedirles que me dejaran conectar a mi perfil de la red social desde la computadora que estábamos usando para la presentación.
Busqué en el feed poniendo el nombre del Banco, sin saber realmente con que me iba a encontrar.
El resultado fue que contamos 27 perfiles con la marca y nombre del banco que estaban en Facebook:
- exempleados molestos
- clientes que se quejaban
- promociones de descuentos que hacían los usuarios
- quejas
- perfiles deexcompañeros, y un largo etcétera.
¿Cuál era el problema potencial que generaba esto?
La respuesta a ese interrogante se tradujo en un planteo que inmediatamente les hice:
"Como ven, ya están en Facebook, no depende de ustedes estar o no, lo que si pueden hacer es determinar cómo se quieren plantar y participar en esta nuevas plataformas que vienen revolucionar la forma de comunicar", resalté.
Finalmente, aunque cerramos el proyecto tal como lo habíamos planteado, la experiencia nos dejó la conclusión de que, aunque el cambio llegue, hay compañías o personas que no dejan de pensar que pueden controlarlo, que pueden decidir qué hacer.
La anécdota con el banco ha vuelto a mis recuerdos últimamente, a raíz de lo que a veces observamos que sucede cuando, tras la pandemia y el retorno a cierta normalidad, muchas organizaciones siguen insistiendo en volver a formatos tradicionales de trabajo o a una flexibilidad maquillada.
Convenciéndose de que todavía pueden controlar o evitar los cambios profundos que se están dando en el trabajo en general y en la forma de vivir en particular.
El cambio ya está instalado y la decisión en las empresas que quieren sobresalir y sobrevivir será subirse a este cambio con una estrategia acerca de cómo quieren participar de él: creándolo, potenciándolo y aprovechándolo, no intentando evitar lo inevitable.
Elon Musk
En los últimos días, Elon Musk echó a la mitad de la plantilla de Twitter y obligó a sus empleados a volver a la oficina: en las redes, circularon fotos de gente durmiendo allado del escritorio y se conocieron noticias sobre renuncias masivas de empleados que no quisieron retornar al formato anterior.
Ahora bien ¿El punto se reducía o se reduce a volver o no presencial a la oficina?
Es mucho más amplio, a mi entender. Las empresas necesitan tener una visión ética. Un propósito, humanizarse, buscar objetivos más allá de la rentabilidad, ir a lo social, lo sostenible con el medio ambiente.
Y, vinculado con lo anterior, deben contemplar la diversidad. Se trata de generar las condiciones para atraer equipos de trabajo de diferentes sexos, sexualidades, razas,color, ideología, países, etc.
Enriquecer desde la multiplicidad de perfiles la propia identidad de la empresa, generando una cultura mucho más fuerte y transformadora. Entra, aquí también, la flexibilidad. Hay que crear distintos espacios para trabajar.
No significa que todos tengan que trabajar en forma remota. Flexibilidad, en este contexto, significa que las personas que forman parte de los equipos de trabajo puedan tener opciones en cuanto a lugares para trabajar dependiendo de lo que les sea mejor para ellos.
Trabajar desde la casa, en una oficina, en terceros espacios, o en un régimen donde todo eso se conjugue en un mix que fue bautizado como trabajo híbrido es una alternativa acorde a tiempos en los que los colaboradores demandan cada vez más experiencias memorables en la vinculación laboral.
Tal como si fueran clientes a fidelizar. Por supuesto que unir todo ese combo de expectativas, demandas y alternativasr equiere, claro, liderazgo. Porque hoy, precisamente, estamos viendo en el mundo en general una crisis deliderazgo: lo vemos en la política y también en los negocios.
Se necesitan líderes que tengan una visión con propósito, pensando en el largo plazo, dejando de lado los egos y el egoísmo, el sectarismo y el autoritarismo.
Hemos vistos muchos emprendedores y unicornios que lograron cosas increíbles pero en base a mentiras, abusos, ambición sin límites, lo que los llevó en muchos casos adestruir o dañar lo que construyeron.
Como amante de la tecnología y la innovación no puedo dejar de admirar a Elon Musk. Creo, sin embargo, que aunque sea un genio no está habilitado a hacer cualquier cosa o que todo lo que haga tenga que estar bien en cualquier rubro que se meta y tampoco que sea un gran líder.
Me gustaría ver en este nuevo mundo más emprendedores o empresarios como YvonChouinard, fundador de Patagonia, o incluso Richard Branson, por mencionar solo a dos, y menos genios con un ego desmedido sin propósito, flexibilidad, ni respeto a la diversidad o las personas.
*Por Pablo Di Filippo, CEO y cofundador de benomad