Mientras la gente parecía comprar criptomonedas en masa, los defensores de la cadena de bloques y las criptomonedas empezaron a ampliar su discurso. El mundo cripto dejó de limitarse a tokens digitales que funcionaban a la vez como dinero y activo especulativo. Los seguidores lo rebautizaron como "Web3": la próxima evolución de Internet.
La Web3 incluye NFT, o tokens no fungibles, que otorgan la propiedad de archivos digitales; DAO, u organizaciones autónomas descentralizadas, que sustituyen la jerarquía por una alternativa democrática en la que los titulares de un token votan las decisiones del gobierno; y DeFi, o finanzas descentralizadas, cuyo objetivo es construir un sistema financiero supuestamente libre de intermediarios.
El hype no dejó de crecer el año pasado. El volumen de operaciones del mercado de NFT OpenSea se multiplicó por más de 600; muchos empleados del sector tecnológico dejaron sus trabajos para unirse a empresas de Web3; y los inversores de capital riesgo no dejaban de entrar.
Los defensores de las cripto prometen que esta nueva red de Internet será más democrática y libre de control corporativo. En ella, cada usuario tendrá una oportunidad sin precedentes de ganarse la vida en la red y ser dueño de sus bienes virtuales.
Sin embargo, desde el pico de noviembre, las grietas en el mundo de las criptomonedas y la blockchain se han vuelto imposibles de ignorar. Poco después de que empezara a emitirse un anuncio de Matt Damon, las principales criptodivisas, como Bitcoin y Ethereum, comenzaron a caer, llegando a perder casi la mitad de su valor a finales de enero. El bitcoin cayó de más de 67.000 dólares a poco más de 35.000 (unos 31.800 euros) el 22 de enero, lo que generó las críticas de los más escépticos con los NFT, las DAO y el mundo cripto en general.
Debido a que parece que la Web3 está a punto de no cumplir con las expectativas, es importante echar la vista atrás y reconocer que, en otras ocasiones, hubo promesas de avances tecnológicos que tampoco se cumplieron.
Una historia de grandes promesas
Apple publicaba un anuncio en The Wall Street Journal en 1980 en el que Steve Jobs describía el ordenador personal como un invento que "daba poder al individuo". A diferencia de los ordenadores de la época, Jobs defendía que el ordenador personal redistribuiría el poder al resto de los mortales.
Esa idea de que la tecnología por sí sola podía empoderar a los individuos combinaba la vertiente libertaria de la contracultura, muy popular en Silicon Valley, y la creencia neoliberal en la supremacía del mercado. Jobs empaquetó estas ideas y las unió al ordenador de Apple, afirmando que el progreso podía lograrse a través de la tecnología y el espíritu empresarial.
Sin embargo, la visión de Jobs de la libertad total a través de la tecnología no se ha confirmado. Nuestra sociedad informatizada ha contribuido a la expansión del poder corporativo, facilitando que las empresas operen a escala mundial y dominen una mayor parte de la economía. Algunos trabajadores profesionales se han beneficiado, pero la mayoría de empleados ha sufrido el estancamiento de sus salarios desde la década de 1980. En vez de liberarlos, las nuevas tecnologías han servido para que los jefes ejerzan todavía más control.
Ya viene de antes
En la década de los 90, se utilizó el mismo discurso de empoderamiento a través de la tecnología. Dirigiéndose a los gobiernos del mundo en su Declaración de la Independencia del Ciberespacio, John Perry Barlow, cofundador de la Electronic Frontier Foundation, escribió lo siguiente: "Declaro que el espacio social global que estamos construyendo es naturalmente independiente de las tiranías que tratáis de imponernos". Argumentaba que el ciberespacio sería un espacio de igualdad porque, al ser virtual, la gente entraría sin los privilegios del mundo físico.
Pero, a pesar de la declaración de Barlow, Internet no permitía a los usuarios escapar de las estructuras sociales, políticas o económicas existentes. La posición social y la identidad de una persona siguen estando en Internet, y aunque Barlow despreciaba a los gobiernos, no dijo mucho sobre las empresas que se servían de la red para su propio beneficio.
Después del desastre de las puntocom, las compañías de Internet intentaron acaparar la web para que los usuarios se relacionaran con ella a través de un pequeño número de grandes plataformas con sus propias promesas. El plan de Facebook de "conectar el mundo" debía aportar beneficios sociales y mejorar la libertad de todos, mientras que Jeff Bezos hablaba de la necesidad de eliminar los filtros para fomentar la libertad innovadora y creativa, a pesar de haber construido su propio reino digital amurallado.
Después de todos estos años, esa "ciberlibertad" sigue sin aparecer. Se utiliza una red de Internet dominada por un puñado de grandes plataformas que rastrean casi todo lo que haces y buscan constantemente nuevas formas de sacar provecho de tus interacciones. Pero la búsqueda no ha terminado: la Web3 ha llegado para salvar a todos de esta realidad y cumplir la promesa de libertad a través de la autonomía digital: devolver el poder de internet a los usuarios. O, al menos, eso quieren hacerte creer sus defensores.
¿Qué es la Web3?
La idea de la Web3 fue esbozada por Gavin Wood, cofundador de la plataforma de blockchain Ethereum, en 2014. Wood describía la Web3 como una evolución de Internet en la que "todas las interacciones se llevarán a cabo son un pseudónimo, de forma segura y sin necesidad de confianza". Para Wood, el concepto de depositar la confianza en otras personas o autoridades es "malo en general". Afirma preferir un entorno de contratos "inteligentes" sin necesidad de intermediarios humanos y en la que todas las acciones -incluyendo comunicaciones y transacciones financieras- se añadan a un libro de contabilidad al que todo el mundo tenga acceso. No obstante, esto tiene el inconveniente de que, una vez registrada tu acción en un bloque, no se podría eliminar.
Los defensores de la Web3 argumentan que por fin se cumplirá la promesa de esa "ciberlibertad". Por ejemplo, Chris Dixon, socio general de a16z, comentó que la Web3 "combina el espíritu descentralizado y comunitario de la web1 con la funcionalidad avanzada y moderna de la web2". En resumen, proporcionará todas las ventajas de las grandes plataformas (facilidad de uso, acceso a la comunidad y potencial creativo) y ninguno de los inconvenientes (nadie vende tus datos personales, ni las grandes empresas se apropian de altas tarifas ni las regulaciones gubernamentales ahogan lo que haces).
Ahora, los "criptoevangelistas" prometen enfrentarse a los antiguos "disruptores": las empresas tecnológicas dominantes.
Por otra parte, Barlow pensaba que los "conceptos legales de propiedad" no sobrevivirían a la transición a Internet y permanecerían en el mundo físico, lo que implica que nadie sería dueño de nada en la web. Así pues, en los primeros tiempos de Internet existía aversión hacia los derechos de autor y la propiedad intelectual, y se caracterizaban por el libre intercambio de información, que algunos consideraban piratería.
Sin embargo, esa no es una cualidad apreciada por los inversores que hay detrás de la Web3. Más bien, como explicó Dixon, los usuarios pueden "poseer servicios de Internet mediante la posesión de tokens", y esos tokens "dan a los usuarios derechos de propiedad". Se supone que la Web3 nos permite comprar y vender cada pequeña parte de Internet. No obstante, esa "tokenización" debería provocar escepticismo. Como muestra la historia, las presiones comerciales tienen la costumbre de interponerse en las reivindicaciones emancipadoras.
El verdadero futuro que se está construyendo
La Web3 está supuestamente descentralizada porque está construida sobre cadenas de bloques entre pares, pero el proceso que facilita las transacciones en la blockchain -conocido como minería- está muy concentrado. Para completar una transacción o añadir un nuevo bloque a la cadena, un ordenador debe resolver complejos problemas matemáticos.
En el caso del Bitcoin, únicamente unos 50 mineros (el 0,1% del número total) controlan la mitad de la capacidad de minería cripto, según un estudio de 2021 de la Oficina Nacional de Investigación Económica de EEUU. En el caso de Ethereum, solo 2 grupos de mineros controlaban más de la mitad de la potencia de cálculo en 2020, según un informe de ese año.
Esto es importante porque una vez que un grupo coordinado de mineros controla más del 50% de la potencia, puede interferir en el proceso de adición de nuevos bloques, impedir que otros mineros los completen y hacer efectivamente lo que quiera con las transacciones de esa cadena.
Pero además, a pesar del entusiasmo por las nuevas startups de la Web3, el espacio se está consolidando rápidamente en torno a compañías dominantes en varios nichos, como el exchange de criptomonedas Binance, el mercado de NFT OpenSea o servicios como Infura o Alchemy, de la misma manera que en los ámbitos del comercio electrónico, las redes sociales y las plataformas de contenidos también se consolidaron unas pocas empresas a medida que los sectores maduraban. Y hay buenas razones para creer que esa consolidación continuará.
Otras opíniones
Como detalla Moxie Marlinspike, antiguo CEO de Signal, la centralización tiende a hacer que los servicios sean más cómodos y reduce la barrera técnica de entrada, como hicieron Facebook, Google y otros servicios con el acceso de usuarios de Internet en las 2 últimas décadas. Como la mayoría de la gente no podrá (o no querrá) averiguar los detalles técnicos de un sistema, las empresas tienen un incentivo para ofrecer a los nuevos usuarios un acceso más sencillo a las mismas herramientas a cambio de que lo hagan en su servicio, que es exactamente el objetivo de los inversores que se están involucrando en el espacio.
David Rosenthal, que lleva décadas trabajando en tecnologías peer-to-peer y de web descentralizada, argumenta que las cadenas de bloques en las que se basa la Web3 están especialmente diseñadas para que la minería sea cara, lo que fomenta la consolidación para que los mineros puedan utilizar la escala para ganar eficiencia, y así aumentar sus beneficios.
Las empresas de Web3, y los inversores de capital riesgo que las respaldan, también están intentando trabajar con el sistema financiero tradicional y perfilar regulaciones. Pretenden garantizar que sus plataformas criptográficas se conviertan en intermediarios clave, lo que, según explicó el desarrollador de software Molly White, crea un mayor incentivo para la centralización con el fin de cumplir con las regulaciones financieras y asegurar que los usuarios puedan cobrar. Los crecientes incentivos para la centralización implican que la Web3 acabará posiblemente pareciéndose a nuestra red de Internet actual, con la única diferencia de que el oligopolio será distinto.
Esto nos lleva a uno de los mayores problemas del ecosistema de la Web3: depende mucho de las criptomonedas, que actualmente funcionan más como activos especulativos que como dinero. Bill Gates ha llegado a decir que los criptoactivos son "una inversión de 'a ver quién es más tonto'", ya que no producen nada de valor en sí mismas, sino que dependen totalmente de la afluencia de personas para seguir aumentando.
En ese sentido, el programador Stephen Diehl argumenta que se asemejan a los esquemas piramidales, lo que explica por qué la gente que está metida en el mundo cripto está tan ansiosa por persuadirte de que te unas a él. Todo el espacio está plagado de prácticas como el wash trading para elevar artificialmente los valores de las NFT y los esquemas de pump-and-dump que inflan los valores de las monedas o NFT antes de que el creador cobre.
Mientras que la gente normal se aprovecha de ello, este funcionamiento beneficia a actores poderosos de la industria. Gates observó que las criptomonedas no producen valor, sino que redistribuyen el dinero que entra en el sistema, como un casino. En ese sentido, es una inversión de suma negativa, es decir, hay un montón de jugadores, como en las bolsas, que se adelantan a las operaciones de los clientes y se benefician. Así que, a menos que compres pronto o tengas mucho dinero para empezar, siempre pierdes.
Diehl afirma que la verdadera innovación de las criptomonedas consiste en eludir la regulación de los valores, lo que significa que los operadores y los inversores de capital riesgo no tienen que esperar a una oferta pública inicial para cobrar. Si tienen tokens, pueden venderlos en cualquier momento, y las personas influyentes suelen tener acceso a preventas con descuento de nuevas monedas y colecciones de NFT antes que el público en general.
No obstante, esa especulación crea debilidades estructurales en la economía, y es exactamente la razón por la que los debates sobre la regulación de las criptomonedas o las prohibiciones directas están aumentando en todo el mundo.
No te dejes llevar por el hype
Después de que las versiones anteriores de esa "nueva web" fracasaran en su promesa de libertad, los defensores de la Web3 quieren hacer creer que este avance sí es el bueno. Pero no puede serlo porque hay un conflicto fundamental entre los elevados objetivos de libertad y descentralización, y los intereses de los inversores de capital riesgo que se encuentran en la Web3 para construir empresas que puedan monopolizar su segmento de la industria.
El espacio también es propenso a las estafas. De hecho, fueron robados más de 12.000 millones de euros en criptoactivos el año pasado, y cada vez se admite más que el trading de criptomonedas se asemeja a las apuestas, lo que da lugar a una nueva clase de adicción en la que muchos usuarios acaban perdiendo mucho dinero. Cuando las grandes estafas piramidales de criptomonedas implosionen, se sabe que habrá graves consecuencias para las comunidades que se vean envueltas en ellas.
En vez de creerte las promesas, tienes que analizar críticamente lo que se está creando y preguntarte si el futuro que están construyendo las empresas de la Web3 se ajusta a lo que prometen. Cuando veas que no es así, podrás empezar a imaginar lo que debería construirse en su lugar, indicó Business Insider España.