A veces parece olvidarse, pero en el país existen talentos trabajando en proyectos que apuntan verdaderamente lejos. En el caso de Emiliano Kargieman, la meta está, literalmente, a cientos de miles de kilómetros de distancia.
Se trata del fundador de Satellogic, la empresa argentina que busca democratizar el acceso al espacio y que ya puso en órbita, nada más y nada menos, que 10 nanosatélites, el último en enero de este 2020.
Nacido en Palermo e hijo de una pareja de psicólogos, Kargieman era un niño curioso, de esos que desarmaban todos los aparatos de la casa para ver cómo eran por dentro. "Mi mamá siempre cuenta que, si me daban un reloj, lo primero que hacía era romperlo y después tenía problemas para armarlo. A los 10 años aprendí a arreglar computadoras en mi casa", recuerda.
Cuando terminó el secundario, estudió Matemática y Filosofía en la Universidad de Buenos Aires, pero no completó ninguna de las dos carreras.
Por esa época, Kargieman era hacker y activista en el grupo HBO (Hacked by Owls). A los 17 años trabajaba en la AFIP, y en 1996, con apenas 19 años, fundó Core Security, empresa de seguridad informática que desarrolló el primer software automatizado de pruebas de penetración.
Con base en Estados Unidos, su compañía llegó a tener clientes como Amazon, Apple, Cisco y Mastercard. Finalmente Core fue adquirida en 2015 por la firma Courion.
En el camino también apostó por el capital de riesgo y co-fundó Aconcague Ventures, destinada a invertir en startups de alta tecnología en América latina. Luego, en 2010, completó un programa de la NASA en conjunto con Singularity University, que fue el puntapié de Satellogic.
La mirada puesta en el espacio
Luego de pasar el verano en el NASA Ames Campus, en Silicon Valley, comenzó el proceso para desarrollar su nuevo proyecto en el que aplicaría toda su experiencia aprendida hasta el momento para la industria de los satélites.
La idea era construir una plataforma para brindar servicios de información espacial pero sin grandes inversiones en infraestructura. Para lograrlo llamó a su amigo de toda la vida y con quien había fundado Core, Gerardo Richarte, actual CTO de Satellogic, y se pusieron en acción.
"Satellogic nació de una reflexión sobre cómo hacer un mejor uso de los recursos de la Tierra", explicó años después su socio. Pero el dúo en ese momento poco sabía de satélites. Así que decidieron aplicar algunas ideas de software a ese nuevo mundo.
Básicamente, la industria lo que hacía era diseñarlo pensados para durar mucho tiempo, pero eso traía aparejado un altísimo costo. Kargieman y Richarte encararon el proyecto con una lógica opuesta: invertir lo menos posible y no preocuparse por las fallas, ya que sería barato reponerlos y con tecnología más moderna. Esto también permitirá lanzar satélites más seguido.
Pero, ¿qué hacen?
La empresa actualmente fabrica nanosatélites pensados para que sean mucho más baratos que los tradicionales: 1.000 veces más económicos, según explica el propio Kargieman. Desde su fundación, ya pusieron en órbita 10 que son más livianos y pequeños que los tradicionales, y con capacidad para producirse a escala.
Miden un poco menos que un metro y pesan 40 kilos, cuando los satélites tradicionales pesan cientos. Así, la empresa trabaja en la formación de una constelación para tomar fotos de la Tierra que permitan obtener información geoespacial accesible para la toma de decisiones de todos los días, en todo tipo de industrias.
Con las imágenes obtenidas, el equipo de Data Science e Inteligencia Artificial, Satellogic recolecta datos que luego le provee a sus clientes, que pueden ser empresas privadas o gobiernos.
"Satellogic es una compañía que está construyendo un motor para entender lo que pasa en el planeta Tierra, en tiempo real. Nuestro objetivo es analizar información de cada metro cuadrado y derivar conocimiento para mejorar la toma de decisiones para la industria, gobiernos e individuos", es la definición que da Kargieman sobre su negocio.
Así, segmentos como la agricultura, forestal, energía, finanzas o incluso seguros pueden acceder a información relevante para su negocio. Se trata, en rigor, de un mercado nuevo de un tamaño potencial de u$s150.000 millones en el que son pioneros.
Desde Satellogic creen que el monitoreo de los cambios en tiempo real a escala planetaria va a transformar la relación de las personas con el planeta, y va a ayudar a hacer frente a los desafíos más apremiantes.
La compañía ya está trabajando con grandes empresas del agro y del petróleo, ayudándolas a monitorear activos como oleoductos o yacimientos, o a seguir el estado de los cultivos, pero también pueden dar otro tipo de información, como medir el stock de granos en una silobolsa.
El primer satélite de la flota fue lanzado en 2013, y lo bautizaron "Capitán Beto". Los tres primeros en llegar al espacio fueron prototipos, y el resto ya está en condiciones de capturar datos de alta resolución. Orbitan a unos 450 kilómetros de altura y se desplazan a 27.000 kilómetros por hora, dando una vuelta completa a la Tierra cada 90 minutos.
Soñar en grande
Con base en Buenos Aires, desde donde trabaja su equipo de investigación y desarrollo, la firma ya plantó bandera en otros países y en total emplea a unos 180 ingenieros en satélites, expertos en inteligencia artificial y especialistas en soluciones.
En 2014 mudaron la fábrica a Montevideo por la imposibilidad que tenían en Argentina de importar piezas, y luego sumaron una oficina de Data Science en Barcelona, un centro de desarrollo de productos en Tel Aviv, una oficina de finanzas en Charlotte (Estados Unidos) y centros de desarrollo de negocios en Miami y Beijing.
Mientras suma clientes alrededor del mundo, en el ecosistema emprendedor ya la catalogan como candidata firme a convertirse en otro unicornio argentino, sobre todo por el fuerte impulso que ha tenido la industria aeroespacial en los últimos años. Actualmente, su valuación supera los u$s500 millones, pero para los analistas su valor no tiene techo.
Para crecer, la firma ya recibió capital de inversores como Tencent (China), el BID Lab (Estados Unidos), Pitanga (Brasil), Valor Capital Group (Estados Unidos) y CrunchFund (Estados Unidos).
Asimismo, el año pasado se asoció con la firma china ABDAS, especialista en ciencia de datos, para crear una flota de datos, algo inusual para ese país, que no suele contratar firmas extranjeras para proveerse de imágenes espaciales.
En ese mercado, además de contar con su oficina comercial, también consiguió su más reciente inversión, que vino del gigantesco fondo Tencent en una ronda de u$s50 millones.
A pesar de todos los laureles y las palabras elogiosas, la compañía "no se la cree". Lejos de ello, continúa trabajando en el desarrollo de nuevos productos y negocios, rumbo a una conquista espacial que, poco a poco, va tomando forma.
"No nos pensamos como empresa innovadora. Nos ponemos objetivos y problemas difíciles de resolver y vamos por la resolución. Eso te obliga a hacer las cosas de manera diferente", asegura su fundador, estableciendo al mismo tiempo un manifiesto de lo que significa el día a día de la startup.
Mientras tanto, la cabeza idealista de Kargieman ya pule su proyecto más ambicioso: lograr un completo monitoreo de la Tierra en tiempo real que permita entender todo lo que pasa en el planeta y así solucionar grandes problemas de la humanidad como distribución de alimentos, energía y gestión de recursos naturales. La tecnología está, ahora hay que enviarla al espacio.
"Nuestra ambición es hacer eso, mejorar las condiciones para todo el mundo. Si podemos mirar para atrás dentro de 15 años y haber hecho eso, vamos a estar contentos". Herramientas no le faltan.