Su plataforma de mensajería es utilizada por más de 300 millones de usuarios en todo el mundo.
Sin embargo, poco se sabe sobre Pavel Durov, la mente detrás de Telegram que pasa sus días sin domicilio fijo, mudándose constantemente por cuestiones de seguridad.
Es que la vida del "Mark Zuckerberg ruso" -bautizado así por haber creado también la red social VKontakte, que cuenta con 400 millones de usuarios- es digna de una película.
Sus constantes enfrentamientos con el gobierno ruso lo convirtieron no solo en una suerte de mártir para los defensores de la libertad de expresión en ese país, sino que lo llevaron a protagonizar capítulos propios de un thriller de espías.
Pavel Valeryevich Durov nació el 10 de octubre de 1984 en San Petersburgo. Su padre Valery Semenovich Durov, es doctor en ciencias filológicas, autor de numerosos artículos científicos y, desde 1992, director del departamento de filología clásica de la facultad de filología de la Universidad Estatal de San Petersburgo.
Por el trabajo de su padre, Pavel pasó la mayor parte de su infancia en Turín, Italia. Después de regresar a Rusia en 2001, asistió al Academy Gymnasium en San Petersburgo.
El "Zuckerberg ruso"
En 2006, se graduó en el Departamento de Filología de la Universidad Estatal de San Petersburgo. Ese mismo año, influenciado por Facebook, que también daba sus primeros pasos, fundó VKontakte, más tarde conocido como VK.
De la mano de su hermano Nikolai, matemático ganador de varios premios en su Rusia natal, llevaron a la plataforma a convertirse en una de las empresas con mayor proyección de su país, lo que le hizo alcanzar una valoración en el mercado de más de u$s3.000 millones.
Así, antes de cumplir 25 años, Pavel ya controlaba un unicornio multimillonario. Para 2009, la empresa ya alcanzaba los 49 millones de usuarios y era la más utilizada en Europa.
Sin embargo, al poco tiempo comenzarían los problemas. En 2010 la RIAA (Recording Industry Association of America) señaló a Vkontakte como el segundo lugar del mundo de distribución ilegal de música, debido al alto tráfico de archivos que manejaban tantos millones de usuarios.
Para 2011, fue colocada entre las bases de datos piratas más significativas por la USTR (Oficina Representativa del Mercado Estadounidense). Las demandas no tuvieron éxito pero aumentaron los recelos de los reguladores con el uso de material protegido por copyright dentro de la red social.
Al mismo tiempo, el grupo Mail.ru, una empresa cercana al Kremlin, se hizo con una participación de casi el 40% de la firma y comenzó a amenazar con tomar el control total.
La gota que colmaría el vaso llegó el 4 de diciembre de ese año, cuando se celebraron en Rusia las elecciones para la Cámara Baja. Los comicios estuvieron marcados por acusaciones de fraude, que se difundieron, sobre todo, a través de la red social de los hermanos Durov.
A raíz de estos acontecimientos, el Servicio de Seguridad Federal (FSB) de ese país ordenó a Pavel el cierre de una lista de cuentas que ellos mismos le entregaron, así como la petición de datos de esos usuarios.
Por ese motivo y ante la negativa expresa del fundador de la red social, mostrada de forma provocativa a través de las redes sociales, un equipo de Operaciones Especiales de las fuerzas de seguridad rodeó su casa durante una hora, aunque finalmente se fueron sin que se concretara su detención.
Pese a que la FSB es la heredera directa de la temida KGB soviética, la reacción de Durov se limitó a publicar dos imágenes: la carta de la FSB escaneada, y la foto de un perro sacando la lengua. Pese a que fue citado por la fiscalía, no fue encarcelado.
Polémicas políticas al margen, VK estaba dando mucho dinero: sumaba por aquella época más de 200 millones de usuarios, y le estaba haciendo ganar cifras también millonarias a Durov (a principios de 2012, de hecho, pudo permitirse en lujo de hacer una donación de 1 millón de dólares a la Wikipedia).
A partir de ese momento, los hermanos Durov comenzaron a perder gradualmente el control de su compañía, fruto de una agresiva estrategia de sus accionistas, ligados al gobierno de Putin, para quedarse con Vkontakte.
En 2013, Durov fue acusado de haberle arrollado el pie a un policía de tráfico (cosa extraña, porque él afirma no saber conducir, y siempre se mueve con chófer), lo que desembocó en el asalto de la sede de VK por parte de la policía y en la 'desaparición' de Durov durante varios meses.
Asimismo, varios inversionistas vendieron su parte de las acciones de la compañía al fondo UCP, propiedad de Ilya Sherbovich, un aliado de Putin.
En 2014, Mail.ru compró la gran mayoría de las acciones de la startup, por lo que sus fundadores se vieron obligados a vender su participación del 12%, equivalente a u$s300 millones. La movida fue aprovechada para acusar a Pavel de graves desmanejos en la dirección, hechos que luego no fueron confirmados.
Enemistado con el gobierno ruso, el joven ejecutivo decidió exiliarse. Afortunadamente, ya tenía otro proyecto en marcha: su nombre, Telegram.
El plan B
Los hermanos Durov tenían un "plan B". En 2013, mientras estaban todavía al frente de VK, establecieron una nueva empresa en Buffalo, Nueva York. Una vez desterrados de su ex empresa, se llevaron consigo a algunos de sus mejores empleados para continuar el desarrollo de una nueva app.
Este proyecto secreto fue, ni más ni menos, que Telegram, una app de chat que ofreció mucho antes que Whatsapp la encriptación de los mensajes enviados dentro de la plataforma.
Esta capa de seguridad, que vuelve a las comunicaciones realizadas mediante el servicio prácticamente imposibles de vulnerar, le hizo ganar rápidamente la aprobación de millones de usuarios, que buscaban alternativas más robustas a la hora de chatear.
La fama de "ultraseguro" aún se mantiene: hasta la fecha, su tecnología de cifrado, bautizada como MTProto y desarrollada por Nikolái Durov, no ha sido vulnerada en ninguna prueba de seguridad.
Para entonces los hermanos Durov empezaron su existencia nómada por temas de seguridad. Pavel aseguró que esta decisión fue tomada "porque las leyes relacionadas con la tecnología no son las mejores en Rusia".
Sobre su residencia habitual, comentó que no pasan más de diez semanas en la misma ciudad desde entonces. En los primeros años de Telegram era habitual que junto a el viajaran tres o cuatro desarrolladores, para seguir día a día el crecimiento de la app.
Tiempo después, Pavel Durov abrió una sede para Telegram en Berlín (hoy en día su sede principal se encuentra en Dubái), puso a resguardo su fortuna en Suiza y obtuvo (donaciones mediante) la nacionalidad sancristobaleña (de San Cristóbal y Nieves, una pequeña nación insular caribeña).
Sin embargo, incluso en su exilio autoimpuesto, el emprendedor siguió teniendo problemas con las autoridades de su país de origen por negarse, de nuevo, a someter su nueva red al control estatal.
Hace dos años, el empresario se negó a proporcionar a los servicios de seguridad rusos las claves de cifrado de los usuarios de Telegram, app favorita de los grupos opositores y los medios independientes del país.
Esto habría permitido el acceso para descifrar las conversaciones, al mismo tiempo, marcado el fin de la bandera de Telegram: la privacidad. El Kremlin respondió bloqueando la aplicación en todo el país.
No funcionó. Durov y su equipo se ocultaron en servidores ajenos. La app no solo siguió funcionando —aunque renqueante la versión para ordenador— sino que se hizo aún más popular. Meses atrás, el regulador estatal de telecomunicaciones, Roskomnadzor, levantó el bloqueo y cerró el caso que había abierto con el argumento de que Telegram facilitaba la comunicación a terroristas. Reconoció que el veto no había funcionado.
Hoy en día, Telegram ya está consolidada como la principal alternativa de mensajería instantánea a WhatsApp. Su creador, atento a al panorama, ya planea su próximo movimiento: una IPO que le permita recaudar, al menos, u$s2.000 millones.
Pavel, que suele vestir de negro, se ha erigido en guardián de la libertad de Internet, pero también ha protagonizado escenas de "nuevo niño rico". Como cuando en 2012, en tiempo de vacas gordas con VK, se dedicó a hacer aviones con billetes de 5.000 rublos (155 dólares en aquel momento) y a lanzarlos, junto a otros ejecutivos por la ventana de sus oficinas. Debajo hubo peleas por hacerse con el dinero.
Sin embargo, y a pesar de ocasionales excentricidades, mantiene una vida sigilosa, sin propiedades ni residencia permanente, a pesar de contar con una fortuna que, aseguran, asciende hasta los u$s3.000 millones.
Puede estar en Berlín, en Barcelona o en San Francisco , y rara vez habla por teléfono o concede una entrevista. Así es la vida del hombre detrás de la segunda app de mensajería más usada en el mundo.