Su historia bien podría ser una novela: el clásico tópico del joven humilde que triunfa a pesar de las adversidades y erige en el camino un verdadero imperio.
Sin embargo, la vida de Ren Zhengfei tiene tantos capítulos que podría constituir una biblioteca completa. El fundador de Huawei, un emprendedor tardío, se convirtió en una de las personas más poderosas de China sin la necesidad de amasar una fortuna abismal como la de Jeff Bezos o Bill Gates.
Su poder e influencia va mucho más allá: su compañía no solo es la tecnológica más grande del gigante asiático, sino que se ha convertido en la "línea de bandera" de ese país en su batalla comercial con EE.UU., enfrentamiento que puso a Zhengfei en el rol de "enemigo n°1" de la administración Trump y lo obligó a abandonar, además de su semi-retiro, el halo de misterio que lo rodea.
A sus 75 años, todavía lleva las riendas del segundo fabricante de smartphones a nivel mundial y se apresta a ser el primero, un holding que abarca todo tipo de industria y que lidera la avanzada del 5G desde oriente. En plena guerra con la principal potencia de occidente, el nacido en la provincia de Guizhou no se rinde: quiere ir por todo.
De la montaña al ejército
Zhengfei nació en 1944, en una remota zona de montañas, poco industrializada. Hijo de una familia de origen rural, sus padres se dedicaban a la enseñanza escolar y tuvieron 8 hijos, por lo que el dinero no sobraba.
Poco se sabe de estos años, y lo que se conoce es gracias a su biografía oficial, donde reveló haber sufrido en su adolescencia las grandes hambrunas que azotaron a China entre 1958 y 1961, junto a la pobreza de los años de Maoismo.
Así y todo, logró ingresar a la universidad, en donde estudió Ingeniería Civil con el objetivo de dedicarse a la obra pública. Con el título bajo el brazo se casó con su primera esposa, hija de un gobernador provincial, y en 1972 nació su primera hija, Meng Whanzou, que décadas después se uniría a la pujante empresa fundada por su padre.
Sin embargo, faltaban años para la conformación del Zhengfei ejecutivo. Las dificultades económicas llevaron a que el joven ingeniero dejará a un lado su antipatía por Mao y se uniera al Ejército de Liberación Popular.
En China, algunas personas cercanas a Ren aseguran que su padre perteneció al Kuomintang, el partido nacionalista que perdió la guerra civil contra los comunistas de Mao Zedong. Por este motivo, señalan, lo veían con desconfianza y no le dieron rango militar; solo lo dejaron afiliarse al partido comunista muchos años después.
"En aquella época, reinaba el caos en todas partes, incluyendo en la agricultura y la industria. Eran tiempos muy difíciles para el país, que se reflejaban en la alimentación y en la vestimenta del pueblo", reveló en 2018. Lo que quería era un empleo estable, aunque fuese uniformado.
Allí, su primer trabajo fue como técnico militar en una fábrica de una región empobrecida, donde su misión era poner en marcha la producción de fibras sintéticas para que la gente pudiese tener algo de ropa. Este rol le permitió dedicarse también a una de sus pasiones: la lectura. En ese sentido, ha reconocido en numerosas ocasiones que su posición de militar le permitió leer "sin problemas".
Durante los más de diez años que pasó en el Ejército, Zhengfei desarrolló una nueva pasión: la tecnología. Rápidamente, se especializó en este campo y se anotó varios logros, como ser el enviado del poderoso ejército chino a la Conferencia Nacional de Ciencias de 1978.
Su rápido crecimiento en las fuerzas armadas lo llevaron a ser director adjunto del cuerpo de ingenieros, un rol profesional equivalente a un Jefe Regimiento Adjunto, pero sin rango militar.
El éxito en el trabajo, sin embargo, fue a costa de su vida familiar. En varias ocasiones reconoció que nunca fue un buen padre, que siempre estuvo alejado de sus hijos.
Una década después de ingresar al ejército, en 1983 fue disuelto el cuerpo de Ingenieros al que pertenecía. Así, se fue a trabajar a la base de servicios de logística de la Shenzhen South Sea Oil Corporation.
Sin embargo, no estaba del todo satisfecho. En 1987, a los 43 años, dejó la empresa y siguió a su creciente instinto emprendedor. Era hora de fundar su propia compañía, a la que bautizó como Huawei.
Sólo 5.000 dólares y un bloque que se derrumba
Eran épocas turbulentas. Un año antes del colapso del bloque comunista soviético, el Partido Comunista Chino tomó una decisión inédita dentro de su rincón geopolítico y comenzó a reconocer legalmente a las empresas privadas que comenzaban a surgir con fuerza en el país.
Una de ellas era la pequeña empresa fundada por Zhengfei, fundada en la por entonces pequeña ciudad industrial de Shenzhen, hoy convertida en una de las grandes metrópolis chinas y considerada la "Silicon Valley" de oriente.
Con un capital inicial de apenas 5.000 dólares (un préstamo de 5 amigos), Huawei ya estaba en marcha, dispuesta a competir con las poderosas empresas públicas del Gobierno de su país. El "ring" sería, nada más ni nada menos, que el mercado de las telecomunicaciones.
"Cuando salí del Ejército, no entendía nada de la economía de mercado, fue como ahogarse bajo toneladas de agua de un gran océano. Perdimos mucho dinero porque confiamos demasiado en la gente. Y como no teníamos cómo contratar a un abogado, me tocaba leer libros de derecho", comenzó sobre sus primeros años como empresario, que solía pasar hasta 16 horas diarias en su oficina.
En sus inicios, la empresa era más un distribuidor que un fabricante. Compraba componentes en Hong Kong, en ese momento colonia británica, y los vendía luego en su país. Sin embargo, Huawei se diferenció de sus competidores en un aspecto fundamental: lo que ganaba lo invertía en investigación y desarrollo.
Tomando como espejo a las grandes tecnológicas de occidente, Zhengfei estudió su funcionamiento, comprendió sus secretos y, paulatinamente, "occidentalizó" la filosofía de la compañía. Así, en los 90 comenzó a desarrollar y vender sus propios productos.
La rápida expansión china tras la caída del muro funcionó como verdadero impulsor para Huawei. De la mano de lucrativos contratos con el Gobierno de su país y la apertura de nuevos mercados fruto de la globalización, el pequeño emprendimiento de 5.000 dólares se convirtió, iniciado el siglo XXI, en un conglomerado mundial con presencia en los cinco continentes y una facturación millonaria.
La transformación de su idea en una marca reconocida en todo el mundo no convirtió a Zhengfei en un mega millonario. Su fortuna es de "apenas" 1.800 millones de dólares (ya que solo posee el 1% de las acciones de su compañía), aunque tiene poder para vetar cualquier decisión. El resto pertenece a los empleados a través de un sindicato.
A pesar de las épocas de penurias vividas en el pasado, en varias oportunidades declaró que "no le interesa el dinero". Más allá de los millones, su posición como CEO de Huawei lo llevó a instalarse como una figura central dentro del esquema político y económico chino.
La empresa es sinónimo de su "patria madre" y viceversa. Con perfil bajo, casi desde la sombras y acumulando poder en el camino, la llevó a lo más alto. Sin embargo, su gigantesca expansión en occidente le trajo problemas jamás pensados. Casi octogenario, el enfrentamiento con EE.UU. lo obligó a salir a escena. Y no retrocedió.
Una nueva Guerra Fría
Los problemas para Huawei comenzaron en 2012, cuando legisladores de EE.UU. la acusaron de trabajar para el Gobierno chino y de usar a sus productos para espiar a otros países y compañías.
Tal acusación llevó a que se cancelarán acuerdos millonarios con firmas estadounidenses. La onda expansiva llegó a la Unión Europea, que abrió una investigación, mientras que los gobiernos de Canadá y Australia la vetaron como contratista. Aun con el viento en contra, la firma siguió prosperando.
Las cosas empeoraron en 2018. En diciembre, las autoridades canadiense detuvieron a su hija, Meng Wanzhou, jefa financiera de la compañía, a pedido de los Estados Unidos, que exigió su extradición por supuesto fraude y por violar las sanciones que Trump impuso al gobierno iraní.
Este incidente tiene un componente "porteño": Zhengfei estaba a punto de reunirse con su cúpula directiva en Argentina para discutir la reorganización regional de su negocio cuando supo que su hija había sido detenida en Vancouver.
La avanzada en contra de Huawei siguió con su inclusión en la lista negra de empresas que no pueden hacer negocios con firmas norteamericanas.
Uno de los mayores conflictos de esta decisión fue la anulación de su contrato con Google, lo que impide al segundo mayor fabricante de smartphones del mundo seguir utilizando Android en sus terminales. Para ello, encaró el desarrollo de su propio sistema operativo.
El escenario obligó al hermético Zhengfei a dar la cara. Tuvo que abandonar el perfil bajo y brindar infinidad de entrevistas en las cuales negó enfáticamente las acusaciones de Estados Unidos y aseguró que todo se trataba de una "venganza" por la incapacidad de ese país para competir con ellos en el desarrollo de tecnología 5G.
En sus escritos a sus empleados y en los resúmenes de su pensamiento empresarial, ya había reflejado varias veces que la filosofía de Huawei pasa, en parte, por "no hacer concesiones".
"Cuando creé está compañía, no teníamos ninguna meta grande, sólo sobrevivir. Por eso, el eslogan más famoso en Huawei es ‘sobrevivir, sobrevivir y sobrevivir’. Incluso hoy, cuando somos como un avión que recibió disparos y está dañado, sigue siendo el mismo", advirtió en pleno enfrentamiento con Donald Trump.
A pesar de ser una de las caras visibles de la "guerra fría 4.0", el fundador de Huawei no se achica. El ex ingeniero militar devenido en el empresario más poderoso de China tiene fuerza para pelear y no le teme a ningún bloqueo comercial. Por primera vez, pisa un verdadero campo de batalla.