China acaba de despegar hacia el planeta rojo. El jueves 23 de julio, el país lanzó con éxito una sonda con el objetivo de realizar un viaje de unos siete meses para llegar a la órbita de Marte en febrero 2021. Bautizada Tianwen-1, la primera misión independiente china ocurrió unos días después del lanzamiento de la primera misión de los Emiratos Árabes Unidos, y en particular una semana antes del envío de la misión estadounidense Perseverance.
El lapso del lanzamiento hacia Marte dura tres semanas y este año se realiza entre mediados de julio y principios de agosto. El 2020 ha estado marcado por la presencia de nuevas potencias en la carrera por la exploración del planeta rojo, una situación en la cual se esbozan trasfondos extracientíficos, particularmente en el marco de una rivalidad diplomática y tecnológica entre los gigantes estadounidenses y chinos.
Más allá de la investigación científica, con Tianwen-1, China pretende enviarle al mundo un mensaje sobre su independencia y su autonomía. Una estrategia que también se evidencia en las misiones emiratíes, indias o incluso japonesas, aunque estas estén muy lejos de poder pretender superar el liderazgo de la NASA.
Para China, ¿una "vitrina" más que una hazaña científica?
"Estas misiones tienen una gran visibilidad a nivel mundial, son una vitrina para el pueblo chino", explica Francis Rocard, responsable de los programas de exploración del sistema solar en el Centro Nacional de Estudios Espaciales (CNES, por sus siglas en francés). "Es un gran orgullo para los chinos poder llevar a cabo este tipo de misión". Un orgullo reflejado a lo largo del programa chino de exploración lunar Chang’e. "Hay todo un contexto de valorización de la imagen de la China que se mejora con el triunfo de este tipo de misión", continúa el especialista.
Gracias a Tianwen-1, China espera poder ubicar una sonda en órbita, situar un módulo de aterrizaje y luego sacar un rover (robot teledirigido), con el fin de analizar la superficie de Marte. Una primera tentativa independiente que reúne casi todo lo que Estados Unidos ha hecho durante varias misiones marcianas desde los años 1960.
"Tianwen-1 cuenta al mismo tiempo con un orbitador, un gran módulo de aterrizaje de 2 toneladas y un rover de 240 kilos", precisa Francis Rocard. "Los chinos se lanzaron de cabeza con una misión tecnológicamente ambiciosa para un país que hasta ahora no ha hecho nada en Marte". Ambiciosa, pues el aterrizaje en Marte no es nada sencillo. Aunque los chinos han llegado dos veces a la Luna con éxito, la maniobra es más bien compleja en el planeta rojo.
Según el astrofísico, la misión de China tiene semejanzas con lo que realizó Opportunity (segundo astromóvil de la misión Mars Exploration Rover de la NASA, lanzado en 2003), y podría permitirle a los chinos cumplir su sueño de sobrepasar a los estadounidenses y a los europeos en el descubrimiento de Marte. Sin embargo, explica Francis Rocard, "la observación científica todavía no está al nivel de lo que se hace en Estados Unidos y en Europa".
Para Tianwen-1, China hizo énfasis en la tecnología, los instrumentos son 100% chinos con el fin de resaltar su autonomía y su independencia, pero por ahora el gigante asiático está todavía en una fase de descubrimiento de las misiones planetarias. "Están aprendiendo a fabricar cámaras, espectrómetros infrarrojos, radares… Y poco a poco se entrenan, pero por ahora las misiones chinas todavía no permiten hacer grandes descubrimientos".
Hay una fuerte competencia entre diferentes gobiernos del mundo por llegar primero y mejor a Marte
Ese es el caso para China pero también para Emiratos Árabes Unidos, cuya estrategia está relacionada a "un aspecto de vitrina, a expensas de la ciencia", analiza Francis Rocard. "En efecto, añade, si Estados Unidos puede jactarse de contar con un aspecto científico muy desarrollado y elaborado, los países emergentes, aunque se lancen con energía en esta exploración de Marte, están todavía lejos de estar al mismo nivel".
Emiratos Árabes Unidos, India, Japón… lentos pero seguros
La misión marciana de los Emiratos Árabes Unidos —su primera, bautizada Hope—es más modesta porque consiste en enviar un orbitador pero nada a la superficie, a diferencia de la misión china. En el marco de la misión emiratí, orientada esencialmente al estudio de la meteorología marciana, el objetivo del orbitador es situarse en órbita, a gran altura, con el fin de alcanzar una posición que le permita observar durante varias horas la evolución de fenómenos climáticos como las nubes o la aparición de eventuales tormentas de polvo.
Para Hope, explica Francis Rocard, los Emiratos Árabes Unidos procedieron de manera original, subcontratando su satélite y sus instrumentos (espectrómetro UV e infrarrojo) a grandes laboratorios estadounidenses. Una alianza que se justifica por el liderazgo de Estados Unidos en la exploración marciana, debido en parte a la robustez de sus equipos. En efecto, "todos los dispositivos que se han situado en Marte y que han funcionado son 100% estadounidenses", precisa Francis Rocard.
Efectivamente, en la carrera por la observación de Marte no todas las potencias han gozado del mismo éxito. La misión europea Beagle 2, en 2003, resultó siendo un fracaso, al igual que el lanzamiento del módulo de aterrizaje experimental Schiaparelli, desarrollado por la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés), el cual se estrelló en la superficie de Marte, en 2016.
En cuanto a los rusos, "realizaron muchas misiones en los años 1970-1980 con un éxito bastante mediocre", desarrolla Francis Rocard, que sin embargo resalta el avance de Rusia en la exploración de Venus. En relación con Marte, "no han hecho nada desde el programa Phobos 1 y 2, en 1988", cuya primera misión fracasó y la segunda "funcionó a medias".
Respecto a India, el país envió su primer orbitador marciano en 2013, en el marco de la misión "Mangalyaan" pero invirtió el orden de sus prioridades desde ese entonces, decidiendo enviar a mediados de 2020 un orbitador hacia Venus. "Los indios tienen la misma estrategia que los chinos, en una escala menos ambiciosa, porque tienen menos recursos, pero mal que bien, poco a poco, están empezando a aprender. Con el tiempo, harán parte de esos países que ayudarán a ampliar los conocimientos sobre Marte".
Un conocimiento sobre Marte al cual los japoneses podrían contribuir. Después de la tentativa marciana "Nozomi", cuyo final Francis Rocard califica como "funesto", Japón se ha especializado en traer muestras de pequeños cuerpos (asteroides). En 2024, los japoneses lanzarán una nueva misión de recolección de muestras de Phobos (una luna de Marte). Más sencilla y menos costosa, el objetivo de esta misión es entender el origen de Phobos, pero según Francis Rocard "también podría permitir traer muestras de Marte que eventualmente se habrían depositado (en esta luna)".
Asentando su hegemonía en la exploración marciana, Estados Unidos lanzará el 30 de julio 2020 una misión esperada desde hace varias décadas por los científicos planetólogos especializados en Marte, y de la cual los europeos compartirán el prestigio. Bautizada Perseverance, su objetivo es traer de regreso muestras para realizar investigaciones de eventuales rastros de vida anterior.
"Es una misión muy compleja que durará diez años", precisa Francis Rocard, detallando las distintas etapas esperadas en el marco de la misión estadounidense. "Habrá otros dos elementos en 2026: un orbitador europeo encargado de recuperar el contenedor de muestras en órbita y un gran dispositivo de aterrizaje estadounidense con un pequeño rover, cuyo objetivo es recoger en el terreno las muestras recolectadas".
Esta compleja misión es el fruto de una cooperación entre la NASA y la ESA, en un contexto donde "todos salen ganando", afirma el astrofísico. "La ESA está muy entusiasmada por trabajar en esta ambiciosa misión y a Estados Unidos eso le permite aligerar la factura".
Por otro lado, la ESA debería lanzar el rover Pasteur en 2022, en el marco de su programa ExoMars. Este rover de unos 250 kilos, equipado con instrumentos europeos y estadounidenses y capaz de perforar hasta dos metros de profundidad, también tiene como objetivo buscar rastros de vida (moléculas orgánicas), pero sin traer muestras.
El jueves, en Wenchang, en la isla tropical de Hainan (sur de China), ingenieros y empleados en trajes azules aplaudieron, tras el lanzamiento de la sonda china, y la agencia espacial confirmó una media hora después su éxito.
Aunque la misión ayude a restaurar el prestigio de Beijing ante Washington, China tiene todavía una serie de obstáculos por superar, para tratar de igualar la potencia de la NASA. Empezando por el aterrizaje de su primera misión, a unos 56 millones de kilómetros de la Tierra. Y también, por eclipsar las hazañas de Curiosity y las fantásticas imágenes que fueron enviadas, indicó France24.