Ya es un supuesto que no se discute: la transformación digital llegó para quedarse. En la actualidad, la apropiación indebida y las infracciones contra la Propiedad Intelectual (PI) se han convertido en un riesgo importante y creciente para las organizaciones, lo que se estima podría traducirse en pérdidas de hasta u$s1 billón al año a nivel mundial.
La primera amenaza proviene de varios actores del ecosistema empresarial, incluyendo empleados actuales y anteriores, la cadena de suministro de la organización, los proveedores y naturalmente los ciberdelincuentes o "hackers". Hay que considerar que los costos asociados a los litigios, daños y el robo de la propiedad intelectual pueden tener efectos devastadores.
Una preocupación central es el robo de secretos comerciales, ya que una divulgación de estos podría conducir a que la empresa sufra considerables pérdidas adicionales. Esto sumado al acceso de altos ejecutivos a los secretos comerciales ha hecho que muchas firmas repiensen sus estructuras de ciberseguridad. Hoy una de cada tres prefiere la protección, sin duda ratifica a los secretos comerciales en el centro de la escena.
Un segundo aspecto del rompecabezas cibernético son las Fusiones y Adquisiciones: éstas registraron un importante incremento en los últimos años llegando al 96% en el periodo 2014-2017 a nivel global Informe sobre riesgos de ciberseguridad 2020 de Aon.
A pesar de este notable incremento, menos del 10% de las negociaciones a nivel mundial incluyen una debida diligencia especializada en ciberseguridad como parte del proceso de la negociación.
En este sentido, concluyen que un tema como la ciberseguridad es mejor examinarlo después de finalizada la fusión. ¿Pero acaso se vislumbra el fin de una operatoria antes de empezar?
Como tercera arista entre tantas piezas, encontramos a los planes de pensión. Soluciones que contienen una gran cantidad de datos personales sumamente sensibles siendo éstos una tentadora puerta de entrada para los delincuentes digitales a grandes sumas de dinero.
Como sucede con otras operaciones, para acceder a ellos se utilizan plataformas en línea y dispositivos móviles, muchos de ellos susceptibles a filtraciones. Existe una lamentable coincidencia de corporaciones a nivel mundial que depositan su confianza en la seguridad de estos planes que, dada la cantidad de datos y dinero en juego, es prioritario en el radar de monitoreo permanentemente.
En cuarto lugar, debemos considerar a los ejecutivos desempeñándose en roles de dirección. Muy a menudo resultan ser blanco de técnicas de ingeniería social comprometiendo sus cuentas de correo electrónico. Estos empleados son perseguidos por varias razones: influencia, valor reputacional y acceso a datos de interés o confidenciales.
Por eso, las organizaciones deberían empezar a resguardar al equipo ejecutivo fuera de sus muros físicos y digitales. Una vez comprometido su perfil, el atacante podrá actuar "en nombre de" o llevar la amenaza cibernética a la organización.
Cómo si este listado fuese insuficiente, existe una quinta pieza del rompecabezas. Se trata de los delitos informáticos que siguen incrementándose a lo largo del mapa global. Sin ir más lejos, el robo, el fraude y la explotación de datos por internet fueron los responsables de u$s2.700 millones de pérdidas financieras en 2018.
En esta instancia no deberemos pasar por alto el ransomware que consiste en una forma de extorsión. Este tipo de ataques tuvo un aumento del 350% en 2018, con los costos globales de daños que se prevén alcancen los u$s20.000 millones en 2021, en lugar de los u$s11.500 millones registrados en 2019.
Finalmente, el sexto hito es la corporación. La junta directiva es cada vez más responsable de la ciberseguridad. Las empresas se arriesgan a enfrentar demandas colectivas, multas reglamentarias y costos asociados con las investigaciones en respuesta a las filtraciones cibernéticas. Las empresas deciden qué rol tener: responsable o cómplices de una crónica anunciada.
Emparentadas como formas de riesgo empresarial, la seguridad cibernética y la responsabilidad corporativa confluyen impactando directamente en el balance general.
Atentos a este foco, no sólo se pueden tomar medidas de forma proactiva y comprender en detalle el perfil de riesgo de cada organización, sino que hoy, con una adecuada evaluación, es posible orientar las decisiones de inversión.
Ciberseguridad y balance: acaso dos caminos en direcciones opuestas: ¿qué dirección está dispuesto a tomar?
*Franco Di Lucca es CEO de Aon Argentina