Cámaras públicas de vigilancia, sistemas de identificación biométrica en aeropuertos, reconocimiento facial tras desastres naturales, etc. Está claro: la soledad absoluta es difícil de lograr y la biometría ha llegado para quedarse. La cibervigilancia engrosa sus filas con nuevos dispositivos y avances tecnológicos, de controvertida aplicación considerando los derechos de privacidad de los ciudadanos así como el tratamiento de sus datos personales.
La tecnología de reconocimiento facial es una forma conveniente de desbloquear tu teléfono inteligente, pero a nivel estatal en muchos lugares, también se trata de un componente clave de la vigilancia masiva, una cuestión que ya afecta a la mitad de la población mundial de manera regular. SurfShark elaboró una infografía en la cual clasificó 194 países y regiones según el alcance de la vigilancia tecnológica y el grado de implantación del reconocimiento facial.
El resultado arroja que 98 países ya usan esta tecnología, que ha sido aprobada pero todavía no implementada en otros 12. Por otra parte, otros 13 están considerando usarla, en 68 no existe evidencia de uso y 3 lo han prohibido.
Cámaras en todos lados
Casos por países
En los Estados Unidos, un estudio de 2016 mostró que ya la mitad de los adultos estadounidenses fueron capturados en algún tipo de red de reconocimiento facial. Más recientemente, el Departamento de Seguridad Nacional presentó su plan de "Salida biométrica", que tiene como objetivo utilizar la tecnología de reconocimiento facial en casi todos los pasajeros de viajes aéreos para 2023.
Sin embargo, una encuesta de la Pew Research muestra que más de la mitad (59%) de la población está a favor de su uso. Por otro lado, algunas ciudades como San Francisco han prohibido su uso.
La tecnología de reconocimiento facial puede ser útil después de un desastre natural. Tras las terribles consecuencias del huracán Dorian a finales del verano de 2019, las Bahamas lanzaron una base de datos de personas desaparecidas basada en blockchain y llamada "FindMeBahamas" para identificar a miles de personas desplazadas, y demostrando una vez más, que la tecnología no es mala per se, sino que como cualquier instrumento, depende del uso que se le otorgue.
En Sudamérica, gran parte de la tecnología biométrica y de reconocimiento facial utilizada está destinada a tomar medidas contra la delincuencia. En Brasil sirvió para capturar al segundo criminal más buscado de Interpol y se planea crear una base de datos biométrica de sus más de 209 millones de ciudadanos. Muchos creen que el propósito puede ser evitar discrepancias y críticas al gobierno de Bolsonaro.
En Europa, Bélgica y Luxemburgo son dos de los únicos tres gobiernos en el mundo que se oponen oficialmente al uso de la tecnología de reconocimiento facial. Por parte de la población, el 80% de los europeos no está interesado en compartir datos faciales con las autoridades. A pesar de este sentimiento negativo, el reconocimiento se usa en 26 países europeos hasta la fecha.
En Rusia, las autoridades han confiado en la tecnología de reconocimiento facial para verificar las infracciones de las reglas de cuarentena por parte de posibles operadores de COVID-19. Solamente en Moscú, según los informes, existen más de 100.000 cámaras habilitadas para reconocimiento facial en funcionamiento.
En Oriente Medio y Asia Central, la tecnología de reconocimiento facial está muy extendida en esta región, destinando especialmente para fines bélicos y militares. En Turquía, 30 drones kamikaze desarrollados a nivel nacional usarán inteligencia artificial y reconocimiento facial para la seguridad fronteriza. Del mismo modo, Israel vigila de cerca a los ciudadanos palestinos en 27 puntos de control de Cisjordania.
Coronavirus y la vigilancia
En la batalla de COVID-19, el rastreo de contactos a través de la identificación biométrica se convirtió en una herramienta común para reducir las tasas de infección en países como de Asia oriental como China, Corea del Sur, Taiwán y Singapur. En algunos casos, el reconocimiento facial sirvió para controlar las temperaturas, e incluso, detectar a personas sin mascarilla.
El caso de China es uno de los paradigmas más destacados de vigilancia masiva, pues es el lugar del mundo con más proporción de cámaras por ciudadano del mundo: una por cada doce personas. En 2023, el país asiático será el jugador más importante en el mercado mundial de reconocimiento facial.
Entre todos los continentes, el africano actualmente tiene la concentración más baja de tecnología de reconocimiento facial en uso, aunque algunos países como Kenia y Uganda ya han recibido financiamiento e infraestructura de telecomunicaciones y vigilancia de compañías chinas, sobre todo de Huawei. Aunque la compañía afirma que esto ha permitido que las tasas de criminalidad regionales caigan en picado, algunos activistas critican esta implantación, informó DigitalPolicyLaw.