El término en sí mismo define un estado diametralmente opuesto a los postulados de una vida en sociedad, y a su uso actual se le suma el peso de lo inevitable que le confiere la condición de obligatorio: el aislamiento preventivo decretado por el Gobierno nacional hace una semana, apelando a desacelerar el avance del coronavirus en el país, "internó" a la gente en sus casas, vació las calles, bajó la persiana de miles de comercios, cerró fronteras, restringió accesos viales y suspendió la atención médica programada en consultorios particulares, clínicas y hospitales públicos.
Lo que no logró detener fue la incertidumbre que se anida en el interior de muchas personas y que, en paralelo a la extensión de la pandemia en el mundo y al confinamiento forzoso en Argentina, disparó la demanda de atención psicológica tanto de pacientes en tratamiento como de individuos sin trastornos previos. Aunque entre los distintos centros de referencia las cifras no son idénticas, hay consenso en cuanto al considerable aumento de consultas que, dadas las circunstancias, se atienden de forma virtual.
"Como el consultorio está cerrado, solamente por las redes tenemos cerca de un 20% más de contactos. Hay mucha gente nueva que se acerca por este medio con consultas amplias, con preocupaciones generales, con necesidad de contención y acompañamiento. Y eso es lo que más estamos brindando, es lo que se debe hacer hoy, no es un momento para grandes reestructuras", menciona Gustavo Bustamante, presidente de Fundación Fobia Club, desde donde diseñaron un paquete de herramientas para sostener a sus pacientes.
"Muchos están alarmados con que estas medidas se extiendan por la escasez de recursos psicológicos para tolerar el encierro, la tensión. Así que nosotros venimos multiplicando nuestro trabajo en la cantidad de consultas, tuvimos que extremar medidas como estar online permanentemente, pedirles que reduzcan la cantidad de información que buscan, que sean selectivos con los sitios que visitan. También activamos programas de sesiones grupales online", enumera.
Enzo Cascardo, presidente de la Asociación Argentina de Trastornos por Ansiedad (AATA) no maneja un número preciso, pero sí una certeza: "Se nota muy bien que las consultas aumentaron. Hay más llamadas, demanda de información, contactos para charlar y no a la manera de una sesión, más bien de entre consultas. Pero gente que antes no llamaba lo está haciendo. Todo este panorama de incertidumbre hace que se pongan más ansiosos, y a la ansiedad no hay nada que la alimente más que la incertidumbre; y esta (la pandemia) es una incertidumbre bastante real, racional", define el especialista.
En la entidad también lo que manda es el modo online, mecanismo de atención que se repite en el Centro de Estudios Especializados en Trastornos de Ansiedad (CEETA). Su titular, la licenciada Gabriela Martínez Castro, precisa que en ese espacio el aumento de nuevas consultas por ansiedad es del 15%. "Incluso quizás un poco más estos últimos días, y eso sumado a las recaídas de pacientes en tratamiento que alcanzan el 20%", agrega.
En sus sedes atienden la demanda creciente mediante una plataforma de videoconferencias. "Tenemos la agenda al tope, estamos atendiendo hasta los feriados y haciendo tareas comunitarias gratis. La gente está muy mal", describe sin rodeos. Temor al contagio, a la muerte propia o de un ser querido, los problemas económicos y la convivencia durante el aislamiento son cuestiones que le quitan el sueño hasta a los más escépticos.
"Recibimos llamadas de gente que dice no haberse tratado nunca, pero que frente a esta situación está especialmente angustiada porque temen que les pase algo y no llegar a los hospitales, que no se haga caso de lo que no sea coronavirus, y que no tengan lugar para ellos. La multiplicación de nuestra muestra es inmensa, calculamos que podría ser de cuatro semanales que teníamos a 60 o 70 llamadas", apunta Claudia Borensztejn, directora de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).
"Ha aumentado todo: las fobias, mucha gente que se la pasa limpiando obsesivamente; aumentó la angustia, la ansiedad y las dificultades para dormir", completa la experta, que atiende personalmente una línea de atención gratuita habilitada por la institución frente a la pandemia por Covid-19. En el 11-2240-5828 se reciben mensajes de WhatsApp como primer contacto. "Tratamos de contener a las personas, primero que nos cuenten un poco lo que les pasa, y después ayudarlos con alguna rutina", refiere Borensztejn.
En APA, incluso, se recepcionan muchas consultas de psicólogos que buscan cómo ayudar a sus pacientes. Y personas que trabajan en el ámbito de la salud. "Llaman para contener sus angustias, porque en muchos casos están desprotegidas y salen de sus casas con miedo", cuenta.
Para Liliana Traiber, coordinadora de la clínica de Ansiedad y Trauma de INECO, esta es apenas una foto de lo que viene. "En lo personal, pienso que en las próximas semanas van a haber más consultas todavía. Las personas tienen que adaptarse a un nuevo contexto, a cambios en los hábitos, en la rutina, y esto para muchos no es simple ni sencillo. Con lo cual, pueden aparecer síntomas de ansiedad e inclusive al estado de ánimo en relación al aislamiento que nos toca tener en esta cuarentena", reflexiona.
Sensación de desesperanza, desolación, baja tolerancia al encierro, la creencia de que las cosas van a empeorar: un colapso de emociones que en muchos exacerbó un síntoma preexistente, y en otros despertó temores dormidos. De cómo gestionamos en lo individual esta nueva realidad colectiva depende el éxito de nuestro equilibrio mental. Y en esto, es imprescindible no entrar en pánico.
¿Está mal tener miedo?
"¿Desde cuándo caminamos por la calle y nos alejamos para ver si tenemos dos metros de distancia? Es de locos, nosotros los latinos ¿desde cuándo nos dejamos de besar, abrazar y tocar?", se pregunta la psicoterapeuta Iafi Shphirer, especialista en trauma y emergencia. "Pero la situación obliga", reconoce.
Shphirer es argentina, pero vive en un kibutz israelí desde los años 70'. Es especialista en trauma y emergencias y en estos momentos de crisis sanitaria, como sus colegas, atiende en modo online. Consultada sobre cómo actuar en estos días de incertidumbre contesta sin rodeos: "Hay que hacer lo que nos dicen y no hacernos los piolas, como decimos los argentinos".
Para la psicóloga, tratar de vivir del mismo modo como lo hacíamos previo a la pandemia no es lo correcto. "En la nueva cotidianidad del encierro las rutinas son importantes, pero hay que crear esas rutinas nuevas, que nada tienen que ver con las de hace dos semanas", indica, y deja un consejo: "Ahora toca vivir en el momento, pero monitoreándolos constantemente. Tal vez vivir el hoy hace tres semanas era disfrutar de todo lo que hay, y hoy en día, hay que monitorear qué es lo que puedo y no puedo hacer. Vivir el momento es restringir las salidas, es controlar los gastos, es planificar solo el día de mañana", indica Clarín.
Flexibilizar ciertas obligaciones y costumbres es también un modo de no temerle a los cambios, de poder correrse de la estructura conocida y con ello, mantenerse "a salvo". "Cuando los padres vienen a consultar cómo hacer para que los chicos no tengan miedo lo primero que yo digo es: ¿Por qué no tienen que tener miedo? El miedo es sano, el miedo nos protege de cosas que son muy peligrosas", alienta Shphirer.
"Como regla general, no se debe exponer a nadie a más de lo que puede aguantar. Ni sobrecargar de información ni ser deshonestos sentenciando frases como ‘el coronavirus no nos va a afectar a nosotros", cierra la terapeuta, al tiempo que advierte de otro enemigo silencioso: "La soledad es mucho más asesina que el coronavirus. En situaciones así es muy fácil meterse en la cueva. Pero tenemos que luchar para mantener este sentido no natural de comunicarnos online, de hablar por teléfono, de escuchar. Hablar y escuchar", exhorta.