Los implantes de chips están dejando de ser una curiosidad para convertirse en un dispositivo muy difundido en distintas regiones del mundo.
Según un informe de la BBC, la solución se ha puesto de moda en Suecia y en otros países occidentales como Alemania, Australia y Nueva Zelanda, en donde se han llevado a cabo varias iniciativas para promover esta tecnología futurista.
El caso de Suecia es el más llamativo, ya que miles de personas -unas 3.000, según un informe de AFP de mayo de este año- ya se incrustaron microchips. Incluso, es probable que la cifra sea incluso mayor.
"Cada vez más personas en Suecia se implantan chips RFID en la mano y los usan para desbloquear puertas, 'llevar' boletos de tren e incluso hacer pagos", explicó Ben Libberton, un doctor en microbiología que trabaja en el laboratorio MAX IV de Lund, en el sur de Suecia.
La tecnología RFID, al contrario que un código de barras, permite acceder de manera remota a la información que contiene. En la actualidad, se usa en etiquetas antirrobo, en estaciones de esquí y también en los"chips de identificación" para animales domésticos.
Asimismo, están implantados en la mayoría de los teléfonos inteligentes y tarjetas sin contacto, así como en pasaportes electrónicos.
El primer gran impacto mediático de estos chips fue en 2015, cuando Epicenter, una empresa de alta tecnología con base en Estocolmo, causó polémica al anunciar que iba a implantar estos componentes a sus trabajadores.
De esta manera, con un simple giro de muñeca, los empleados podrían acceder al edifico, usar la fotocopiadora o pagar un café.
"El mayor beneficio es la conveniencia", declaró el cofundador y director de la compañía, Patrick Mesterton, en 2017. "Permite reemplazar muchas cosas, como la tarjeta de crédito o las llaves".
Sus usos no terminan allí: los chips permiten realizar pagos contactless , una práctica especialmente difundida en Suecia, donde apenas el 1% del valor de todas las transacciones realizadas en 2016 se hizo con efectivo.
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Sin embargo, no todos están a favor de los microchips tienen una visión optimista.
"Esta tecnología reduce el número de tarjetas y dispositivos que necesitan, los 'miniaturiza' enormemente haciendo que sea imposible perderlos", subrayó Libberton.
Al microbiólogo le preocupa cómo los chips pueden vulnerar la privacidad y seguridad de quienes los usan.
"A medida que estos chips se integran en más servicios digitales, revelarán más datos si se ven comprometidos. Es un punto débil en lo que respecta a la seguridad", añadió
"Imagina si lo usas para desbloquear tu casa o acceder a tu cuenta bancaria. Temo que su conveniencia haga que se filtren más fácilmente datos importantes".
"Los riesgos serán aún mayores cuando se empiecen a incorporar datos biológicos a los chips. Si una empresa sabe más que tú sobre tu propia salud, ¿cuáles son las implicaciones éticas y quién decide las normas?", concluyó.