Una cosa es cierta: el tráfico se está convirtiendo en un problema grave en todas las ciudades del planeta, por el descontrol existente al haber tanto automotores, y que las calles, avenidas y rutas no estén preparadas para contenerlo.
A eso se suma el crecimiento de la población que también circula por el articulado de la ciudad, e interactúa con los vehículos que transitan.
Hace años que se viene hablando de ciudades inteligentes, pero como tantos otros conceptos donde la tecnología es la protagonista, no queda del todo claro en qué consiste. Y es que ciudad inteligente es algo tan amplio como emplear la tecnología para facilitar la vida de sus habitantes, lo que puede implicar desde iluminación inteligente según quién pase por la calle, gestión selectiva de la basura o seguridad vial automatizada.
Aunque el modelo de ciudades del futuro va encaminado a reducir el tráfico rodante y emplear transporte público y medios alternativos, en la actualidad resulta prácticamente imposible acabar con el tránsito de vehículos, en especial en sectores profesionales como la logística, cada vez más activa en las ciudades de todo el mundo.
De ahí que una de las áreas de acción de lo que consideramos ciudades inteligentes tenga que ver con la seguridad vial, y en especial la seguridad del transeúnte, que siempre ha sido un actor secundario a pesar de ser la principal víctima en accidentes de tráfico en zonas urbanas.
Cuando hablamos de ciudades inteligentes pensamos en semáforos automatizados, iluminación que se apaga o se enciende en función de si hay alguien ahí, contenedores de basura que avisan que están llenos, paneles que avisan al ciudadano sobre el nivel de tráfico, la temperatura o la contaminación, sensores que miden la calidad del aire y un largo etcétera. Pero la seguridad vial también encaja en lo que llamamos ciudad inteligente y precisamente tiene un papel importante para mejorar las ciudades actuales.
El pasado mes de mayo de 2019, el Ayuntamiento de Barcelona junto a la Dirección General de Tráfico, llegaron a un acuerdo con la empresa de origen israelí Mobileye, y que forma parte de Intel. La idea era iniciar un programa piloto que aprovechara la tecnología de Mobileye en las áreas de monitorización del tráfico y reducción de la congestión vial y de la inseguridad en carretera para estudiar el ecosistema vial de la ciudad de Barcelona y, con esa información, resolver los principales problemas de seguridad vial.
La tecnología de Mobileye sirve para emplear sistemas llamados Autonomous Ready y que sirven para automatizar hasta cierto punto determinadas acciones el vehículo. Escanear sus cuatro costados, incluso los puntos a los que el conductor no llega, ofrecer una pantalla donde éste vea esos puntos ciegos, avisos con sensores de contacto o proximidad… Las opciones son variadas.
El poder de los datos
Este proyecto a tres bandas se anunció en el Salón Automobile 2019, congreso dedicado a la automoción y, cada vez más, a las nuevas tecnologías aplicadas a la conducción, a los vehículos a las carreteras. Así que qué mejor lugar para anunciar la inclusión de sensores y dispositivos especiales en 170 vehículos públicos y privados de uso profesional y 79 autobuses urbanos con el objetivo de mapear la ciudad de Barcelona y encontrar puntos negros donde se pone en peligro al conductor o al transeúnte.
Aunque a medio y largo plazo el objetivo es que los vehículos que suelen frecuentar las ciudades sean autónomos hasta cierto punto, si no completamente sí en lo que se refiere a freno automático o evitar colisiones, por el momento, la primera fase del proyecto de Mobileye en Barcelona consistió en obtener los datos necesarios para conocer fielmente la situación vial en esta ciudad de 1,6 millones de ciudadanos a los que hay que añadir quienes trabajan en ella y viven en el área metropolitana, zona que supera los 3 millones de habitantes.
Así que dicho y hecho. A finales de 2019 se dieron a conocer datos interesantes sobre este proyecto piloto. Para empezar, la flota de autobuses con sensores integrados subía a 85, cifra que subirá a 105 con nuevos modelos y que acabará siendo el 100% de la flota de transporte público de Barcelona para 2022, año en que la Unión Europea obligará a este tipo de vehículos a contar con esta tecnología para evitar accidentes. Y en cuanto a los vehículos público-privados de transporte profesional de paquetería y transporte, el objetivo era alcanzar los 700 automóviles con sensores en 2020 y subir a 5.000 o más en 2022.
La idea es simple pero hacía falta que se pusieran de acuerdo administraciones como el Ayuntamiento de Barcelona o la Dirección General de Tráfico, el ente encargado de la seguridad vial en toda España. Además, necesitaban una empresa que contase con la tecnología adecuada. A partir de ahí, algo tan sencillo como aprovechar vehículos que circulan a diario por la ciudad hace posible que obtengamos información relevante sobre el tráfico diario en las principales vías y así saber dónde se producen más atascos, conflictos o accidentes.
Otro detalle que ayudó al inicio del proyecto fue la legislación europea, cuyo objetivo es que a partir de 2022, los vehículos incluyan medidas de seguridad como sensores y otros dispositivos que en unas décadas serán tan naturales como el cinturón de seguridad o el Airbag. Con esta nueva legislación se intenta que la seguridad vial deje de tener al conductor como eje central y ofrezca también soluciones al peatón en áreas urbanas, donde suele ser la principal víctima en accidentes viarios.
Por el momento, el proyecto sigue en fase de recopilación de datos. Según sus responsables, el inicio del procesamiento de datos y una primera presentación de lo logrado hasta el momento se hará en junio de 2020, indicó Hipertextual.