La historia de Vitalik Buterin es la de un niño genio. De esos que son conscientes de su conocimiento, pero quizás no del impacto de sus invenciones. Aunque su brain child recién está en pañales.
La pasión familiar por la tecnología y las finanzas fue iniciada por su padre, Dimitry, a pesar de que nació y creció en un ambiente y época poco amigables para los negocios: Chechenia, uno de los países que conformaban la entonces Unión Soviética.
Así, Dimitry no tuvo dudas y a los 17 emigró a Rusia para estudiar en el MIET, que hoy es el Instituto de Ingeniería y Matemáticas de Moscú y, en ese entonces, uno de los centros de investigación en tecnología más importantes del bloque comunista.
En la ciudad de los zares, se casó con Natalia Ameline y tuvieron dos hijas y un varón. Vitalik, nacido en 1994, estaba signado a seguir las pasiones de su padre. En 1996, la familia emigraría a Canadá sin saber que ese pequeño iba a revolucionar las finanzas globales.
Superdotado
Vitalik dominó la computación casi al mismo tiempo que aprendió a hablar. Desde muy niño, dejó bien en claro que su futuro estaba en la tecnología y las finanzas: dominó las planillas de Excel antes de que sus compañeros de escuela aprendieran a usar el Word.
Sus maestros de la Abeland School de Toronto descubrieron rápidamente sus aptitudes: era capaz de resolver mentalmente sumas de números de tres cifras cuando el resto de la clase solo podía calcular las de dos en papel.
La educación que recibía, pese a que era de las mejores de Toronto, le quedó chica. Se retrajo y no estableció vínculos con sus compañeros. Era el "bicho raro", que siempre estaba sin compañía, trabajando en consolidar sus conocimientos.
"El nivel de profundidad del material que me daban me obligó a aprender y enfocarme en el aprendizaje como objetivo primordial. Nunca me inspiró demasiado el sistema de educación tradicional", dijo.
Esa poca vida social lo llevó a relacionarse de manera online con profesores de todo el planeta. Su nueva pasión iba a llegar a los 15 años, y nuevamente de su padre, emprendedor serial que había comenzado a explorar Bitcoin luego de trabajar en bancos y desarrollar startups financieras.
Desde entonces, se dedicó a aprender todo lo que podía sobre la moneda digital y la tecnología blockchain. Fue amor a primera vista, si bien la compraventa de monedas no estaba tan extendida como ahora y no podía hacerse de divisas.
Entonces, no dudó en comenzar a escribir notas para un blog en el que le pagaban 1 bitcoin, cuando sólo costaba cuatro dólares. No le importó, no quería hacer trading, sino conocer más sobre su funcionamiento. El sitio se cerró al poco tiempo, era hora de buscar la próxima aventura.
El destino escuchó su reclamo: el rumano Mihai Alisie le ofreció ser cofundador de la revista digital Bitcoin Magazine, que en menos de un año tuvo su versión impresa y se convirtió en la primera publicación seria sobre divisas virtuales. Vitalik fue su redactor principal, pero dos años más tarde iba a crear el proyecto de su vida.
Conocía Bitcoin al detalle y cada uno de sus rincones. Todo lo que la blockchain tenía para revolucionar las finanzas, pero también todo lo que le faltaba. En 2013, con apenas 17 años, Vitalik publicó el "White paper" que dio origen a Ethereum, una red descentralizada que no ofrece solo una moneda (ether) sino una plataforma de programación.
"Mientras la mayoría de las tecnologías automatizan a los trabajadores, blockchain automatiza el centro. En lugar de dejar sin trabajo al taxista, deja a Uber fuera de juego y le permite al taxista trabajar directamente con el consumidor", argumenta.
Ese año recibió u$s100.000 de la fundación de Peter Thiel, cofundador de PayPal junto con Elon Musk y uno de los primeros inversores de Facebook. Vitalik fue a la Universidad of Waterloo, pero la dejó al otro año: se dedicó full time a Ethereum. No le hacía falta el título.
"Sus innovaciones en el campo de la blockchain son revolucionarias. Abrió un camino para que la ciencia y la industria se acompañen y trabajen juntas", afirmaría cinco años más tarde el decano de la Universidad de Basilea, en Suiza, cuando le entregó a Vitalik su doctorado honoris causa.
Revolución
Vitalik tenía claro lo que Bitcoin necesitaba: un lenguaje de programación que permitiera crear aplicaciones dentro de su blockchain.
Y como no se podía incluir, hizo su propia plataforma, inaugurando la era de las finanzas descentralizadas. Es decir, aquellas que se realizan entre los propios usuarios, sin requerir de un banco central ni otras entidades.
La génesis de Ethereum tuvo lugar en la conferencia Bitcoin North America en Miami (enero 2014). El empresario Anthony Di Iorio, también de Toronto, y otros hombres de negocios alquilaron una casa y ultimaron con el niño genio los detalles de la nueva red, además de aportar capital.
La cumbre determinó reunirse posteriormente en Zug, Suiza, país en el que se radicaría la empresa. Pero Vitalik les comunicó una sopresa: Ethereum sería un proyecto sin fines de lucro. Charles Hoskinson, uno de los fundadores originales, inmediatamente dejó la causa. Así se creó la empresa Ethereum Switzerland GmbH y la Fundación Ethereum.
El proyecto se enfocó en crear una red que permita no sólo ser transaccional sino también programable, dando lugar a la idea de contratos inteligentes: es decir, piezas de software que ejecutan acciones cuando ocurren ciertos sucesos, encargándose que las condiciones se cumplan de manera automática.
Esto preparó el camino para los "protocolos" DEFI. Es decir, algoritmos que posibilitan montar sobre la red de Ethereum distintos servicios financieros: préstamos, fondos de inversión, trading de activos, loterías de ahorro, comercialización de coleccionables virtuales.
En definitiva, Ethereum permite desarrollar casi cualquier servicio, sin más reguladores que su propia red y evitando los intermediarios, pues los activos van y vienen, de forma automatizada, entre los miembros de la propia comunidad, de manera inescrutable gracias a propia infraestructura de la red y con la seguridad de la criptografía.
El proyecto no para de crecer. De hecho, se convirtió en poco tiempo en la segunda moneda digital con mayor capitalización de mercado, luego de Bitcoin, ubicación que aún posee: u$s367.000 millones de circulante, contra los más de u$s1.000.000 millones de la divisa líder.
Además, Ethereum posee más de 1.200 desarrolladores activos del ecosistema open source, casi cuadruplicando los 314 de Bitcoin, según un informe de Electric Capital. Pero el mundo "tradicional" también apuesta a las posibilidades de esta moneda y su descentralización de las finanzas.
En marzo de 2017, se creó la Enterprise Ethereum Alliance (EEA), un consorcio compuesto hoy por más de 150 firmas de la talla de JP Morgan, Santander, Toyota, Microsoft, Samsung, Deloitte y Mastercard. Ethereum es el nuevo "rock star" de los negocios.
De hecho, como toda estrella, Vitalik fue recibido por altos mandatarios, como el primer ministro ruso Vladimir Putin. O, como le ocurrió al ex Beatle Paul McCartney, al emprendedor lo dieron por muerto. Sus escasas apariciones públicas, reducidas a algunas conferencias sobre monedas digitales, fueron el disparador de la teoría conspirativa.
"Un nuevo día, un nuevo caso de uso de la blockchain", ironizó inmediatamente en Twitter junto a una selfie en la que sostenía un papel con el último bloque de la cadena de Ethereum. En broma, había inventado la "prueba de vida 4.0".
A sus 26 años, Vitalik vive en Suiza, dedicado a tiempo completo a su proyecto. Si bien dice que no es millonario, supo contar con 365.000 ethers, en su mayoría donaciones y regalos. Aunque vendió gran parte de ellos a startups y donaciones a la fundación Etereum, ese monto hoy significa unos u$s1.100 millones.
El emprendedor así sigue la dinastía que arrancó Dimitry, quien fundó tres startups multimillonarias, una de ellas enfocada a las ONG. Es consciente de que no será el Buterin más famoso y en su sitio aclara que tampoco es el miembro de la familia que más sabe de blockchain, esa tecnología que le mostró alguna vez a su hijo adolescente.