El ser humano, ya se sabe, es un animal de costumbres. Y las de la mayoría de homo sapiens del siglo XXI pasan invariablemente por los gadgets tecnológicos: antes de que termine el día habremos hecho -con total seguridad- al menos una búsqueda en Google, revisado las notificaciones de Facebook —o en su red social hermana Instagram— con más frecuencia de lo que quisiéramos, comprado algún producto en Amazon o usado —directa o indirectamente— alguna de sus soluciones en la nube o enviado un correo en el archiconocido Outlook de Microsoft a través de un iPhone, un iPad o un Mac de Apple. Con la pandemia, la onmipresencia de estos gigantes tecnológicos ha salido reforzada, si cabe: más tiempo en casa es, en muchos casos, más tiempo pegados a la pantalla y más productos comprados online en detrimento de los canales físicos. Y la cotización en Bolsa de estos grandes nombres, disparada desde hace semanas, así lo está reflejando.
El último hito de Apple, que acaba de convertirse en la primera empresa estadounidense en alcanzar los dos billones de dólares de capitalización es solo una parte de la foto. Pero el resto de la instantánea brilla tanto o más: las acciones de Amazon se han disparado casi un 80% en lo que va de año, las de Facebook un 30%, las de Alphabet (Google) casi un 20% y las de Microsoft un 36%. A rebufo, aunque también por méritos propios, otros nombres como Netflix, Slack, Paypal o Adobe también están viviendo un 2020 de ensueño en el parqué.
Evolución de la acción de las grandes tecnológicas
La paradoja no podría ser mayor: con los grandes nombres del sector tecnológico como motor de tracción, las Bolsas —al menos las estadounidenses: en Europa la película es bien distinta— suben como la espuma mientras la economía se sumerge en un profundo pozo del que tardará años en salir por completo. El S&P 500 ha revalidado esta semana su máximo histórico, con una recuperación sin precedentes desde que los peores augurios se cebasen con la renta variable allá por marzo. Y el Nasdaq, la cesta que agrupa únicamente a los valores tecnológicos, escala un 65% desde los mínimos de marzo, cuando comenzaron los confinamientos.
El entusiasmo con el desempeño de las tecnológicas es total. La capitalización de las cinco grandes ya supone la quinta parte del valor de todas las cotizadas, algo que ningún otro sector puede decir desde hace décadas. El confinamiento les ha sentado como un guante y son mayoría los que creen que las nuevas tendencias —teletrabajo, más tiempo en casa, reuniones online en lugar de viajes de negocios— no desaparecerán cuando llegue la ansiada vacuna. Otro punto a favor de unos colosos que llevan años acopiando liquidez y que han demostrado, una y otra vez, su capacidad camaleónica de adaptación a entornos cambiantes. Una apuesta asegura en tiempos de incertidumbre total; una tabla de salvación en un entorno marcado por la pérdida generalizada de valor de las empresas financieras y de consumo.
Además, Wall Street tiene confianza en que los paquetes de estímulo del Gobierno de EE UU estarán allí hasta que mejore la situación económica. Los inversionistas observan que la Reserva Federal continuará con una política monetaria en la que mantiene el tipo de interés cercano a cero y el flujo de las ayudas al desempleo en EE UU seguirá garantizando el consumo a través de las tecnológicas. La única certeza que tienen los mercados ahora es que la pandemia no irá a mejor pronto, así que, en palabras de Michael Harnett, estratega de Bank of America Research, "apuestan a la caída de la economía, porque son optimistas".
Los inversores, en fin, siguen mirando con mucha confianza -el tiempo dirá si demasiada- a un sector que ya le iba bien antes del estallido sanitario y que ahora le va mejor que nunca. El acelerón es tan relevante en los últimos tiempos que algunos han empezado a hacer plantearse si no han ido muy allá en su apuesta. "Tras la subida del Nasdaq [el índice que reúne a los valores tecnológicos de la Bolsa de Nueva York] desde mínimos, están empezando a preguntarnos si ya estamos entrando en una burbuja", deslizaba a principios de agosto el jefe de inversiones globales del banco suizo UBS, Mark Haefele. Su respuesta, con todo, es negativa: "No creemos que sea el caso, pero sí les recomendamos que reequilibren unas carteras quizá demasiado escoradas hacia estos recientes triunfadores".
Desde el inicio de la pandemia, EE UU ha perdido casi 17 millones de empleos y su PIB ha caído a plomo. Pero mientras la mayoría de compañías prevén recortes y despidos, los gigantes nombres del sector tecnológico continúan con sus planes de expansión como si nada hubiese pasado. El último en publicitarlos, Amazon, acaba de anunciar la creación de 3.500 puestos de trabajo en seis ciudades del país norteamericano en plena bonanza de ventas. La mayor parte de este incremento ha sido, cómo no, de productos pensados para quedarse en casa.
Las empresas que mejor cotizan
Los beneficios diferenciados
Los beneficios conjuntos de Apple, Amazon, Alphabet, Microsoft y Facebook escalaron hasta los 28.000 millones de dólares en el último trimestre. Un despegue tan meteórico como sostenido en el tiempo que ha llevado al Congreso estadounidense a abrir una investigación sobre prácticas monopólicas. Los consejeros delegados de la cinco grandes testificaron a finales de julio –por videoconferencia– para negar los señalamientos y defender a sus firmas como creadoras de empleo e impulsoras de la economía. Nada que ver con la impresión generalizada en la Cámara de Representantes. "Cualquier acción individual de una de estas empresas", deslizó David Cicilline, presidente del subcomité antimonopolio, "puede afectarnos a cientos de millones de nosotros de manera profunda y duradera. Tienen demasiado poder".
El auge es la nota común al olimpo tecnológico, pero cada caso es un mundo. Apple, Amazon y Microsoft son ganadores se mire por donde se mire: su negocio se ha incrementado exponencialmente durante los confinamientos. En Google y en Facebook, en cambio, el sabor es algo más agridulce: la asiduidad de las visitas y el tiempo medio que cada usuario dedica a ambos ha crecido, pero el hundimiento del mercado publicitario ha hecho mella en sus cuentas —nada que haya alejado a los inversores, todo lo contrario—. Y Tesla, que ha podido compensar su caída de ventas en EE UU durante la pandemia con el incremento en China y otros mercados, se ha confirmado como el verso suelto del sector: en su caso, más que por los resultados actuales —sigue perdiendo dinero— los inversores pagan por una posición privilegiada para convertirse en una de las grandes automotrices en la ‘era eléctrica’. Acertada o no, la apuesta ya ha convertido a su primer accionista y director ejecutivo, Elon Musk, en el cuarto hombre más rico del mundo. Por delante solo tiene a Jeff Bezos (Amazon), Bill Gates (Microsoft) y Mark Zuckerberg (Facebook): un póker de magnates tecnológicos que suman casi 500.000 millones de dólares (420.000 millones de euros) de patrimonio. Entre los cuatro podrían comprar las dos mayores cotizadas europeas —LVMH Moët Hennessy y la también tecnológica SAP— y aún les quedaría dinero para hacerse con casi el 100% de Inditex. El mundo es más suyo que nunca, indicó El País.