Confinarse y verse forzado a teletrabajar supuso un reto difícil para las empresas y para muchísimos trabajadores, de modo que vislumbrar el regreso a la oficina a medida que avance la vacunación podría ser un cambio bienvenido. Ahora bien, tras un año adaptados a trabajar desde casa, sin desplazamientos, en muchos casos sin horario fijo y sin lidiar con el "ruido social", las ingerencias y las interrupciones de los compañeros, ¿están los empleados (y sus jefes) preparados para volver a la oficina, para recuperar la "normalidad" laboral?
"Quedarnos en casa nos produjo un cierto malestar emocional y salir también; es una cuestión biológica, nuestro organismo tiende a vivir en la rutina y cualquier alteración de esa rutina nos genera inestabilidad", afirma Manel Fernández Jaria, coach de bienestar en el trabajo y profesor de los estudios de Economía y Empresa de la UOC.
Pero la biológica no es la única resistencia. "Ha cambiado el imaginario colectivo respecto a la presencialidad, y la cuestión es si estamos preparados para volver pero también de qué manera vamos a volver, porque en muchos casos hay cierta resistencia a regresar a los desplazamientos, a los horarios fijos... y puede ponerse en entredicho el regreso por recuperar ese presencialismo", explica Liliana Arroyo, investigadora del Instituto de Innovación Social de Esade.
Jorge Marredo, psicólogo y profesor de la Universidad Internacional de Valencia, coincide en que el teletrabajo no ha sido ni es la panacea para todo el mundo, pero la experiencia ha cambiado de forma radical la organización del trabajo y las relaciones, de modo que el regreso será más o menos fluido, supondrá más o menos conflicto en función de lo rígida que sea cada empresa.
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"La clave estará en que el gerente tenga la inteligencia emocional para preguntarse si sus empleados van a ser más productivos por que él sea rígido, porque si han estado haciendo bien su trabajo, quizá valga la pena conservar cierta flexibilidad y evitar un aumento del estrés y de interferencias emocionales que van a afectar a su día a día laboral", reflexiona Marredo. Y añade que "la adaptación emocional es más lenta que la racional".
Según un informe de la consultora Efebé, el teletrabajo ha resultado una experiencia satisfactoria para el 74% de los empleados y el 67% de los directivos. No obstante, solo el 12% renunciaría a regresar a la oficina de forma indefinida. El resto elegiría acudir dos días y trabajar desde casa el resto de la semana.
"Los directivos deben entender que las demandas cambian, que las expectativas de los empleados respecto al formato del trabajo cambian, y que para esta nueva etapa se requerirá un enfoque menos estandarizado y más personalizado", comenta Arroyo. Y subraya que ello requerirá revisar la cultura corporativa, hasta ahora muy basada en los horarios, y repensar también para qué sirven las oficinas.
"Si tengo que ir a la oficina para sentarme frente al ordenador igual que hago en casa, eso no aporta valor; ahora, si quedar en la oficina tiene que ver con organizar reuniones de equipo, hacer sesiones creativas y de dinamización, entonces sí añade valor", ejemplifica la investigadora de innovación social de Esade.
Fernández Jaria, apunta que las empresas deberían aprovechar este regreso –"muchas lo están haciendo"– como punto de inflexión en sus relaciones laborales, "para apostar por un liderazgo emocional e introducir el concepto de empresa saludable, porque cuidar a la persona afecta a la cuenta de resultados, a los clientes y a la comunidad".
Ideas para facilitar la adaptación
Para facilitar ese tránsito, este experto en bienestar en el trabajo propone "reunirse con uno mismo y diseñar qué cambios vamos a tener que hacer en nuestro día a día, e ir recuperando hábitos y horarios que teníamos antes de la pandemia para ayudar a la adaptación".
En la misma línea, Marredo aconseja analizar qué rutinas que nos gustan o nos funcionan con el teletrabajo podremos mantener con la jornada presencial e ir reduciendo gradualmente aquellas que no encajarán. "Si por la mañana salías a correr y con los desplazamientos no podrás, mejor reducir poco a poco esa práctica; y, cuando vuelvas al trabajo presencial, evitar cosas que evoquen esa actividad, como ver videos de runners", ejemplifica el psicólogo.
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Arroyo asegura que las empresas también pueden ayudar a superar las reticencias con medidas como facilitar test de antígenos a la entrada de manera regular, impulsar la interacción social para que ir a la oficina sea algo distinto y, sobre todo, favorecer la comunicación y la flexibilidad para que cada equipo busque fórmulas que sean asumibles o agradables para la mayoría de sus integrantes.
Un retorno necesario para la cohesión social
"La resistencia a volver a la oficina existe (muchas personas piensan que son más productivas lejos de las interrupciones, el ruido y las distorsiones de ciertos compañeros) y es importante superarla no sólo por cuestiones de rendimiento, sino por su impacto en términos de cohesión y tolerancia de nuestra sociedad", asegura Liliana Arroyo, investigadora del Instituto de Innovación Social de Esade.
Porque, explica, al confinarse, teletrabajar y relacionarse en burbuja, es normal haber hecho limpieza en las relaciones de cordialidad. "Nuestros círculos de interacción son ahora más pequeños y estamos menos acostumbrados a relacionarnos con gente que nos molesta o no nos cae bien; pero es importante superar eso y volver a relacionarnos fuera de nuestras burbujas porque, si no, entramos en una especie de cámaras de ego (como ocurre en las redes sociales), se nos olvida la diversidad de nuestra sociedad, y se nos va atrofiando la tolerancia", enfatiza la socióloga.
Y explica que no es sólo que en la oficina haya que lidiar con todo tipo de compañeros o clientes, "sino que al ir a trabajar compartes transporte y espacios con gente que viste diferente, de distinta edad, de otros estratos sociales... mientras que teletrabajando la interacción se reduce a unos cuantos compañeros, tu familia y pocos amigos, así que ese imaginario y ese contacto con gente distinta desaparece", indicó La Vanguardia.