Ya hace más de un semestre que la mayoría de los argentinos trabaja desde sus casas y todo indica que esto se mantendrá varios meses. Y si bien las empresas aseguran que no se ha resentido la productividad, se empiezan a notar las primeras amenazas del home office.
Por lo pronto, quedó demostrado que la tecnología permite el trabajo a distancia sin mayores inconvenientes. Pero lo que más atenta contra esta modalidad no es el factor tecnológico sino, más bien, el impacto que genera en las relaciones de pareja el permanecer las 24 horas juntos en el mismo lugar.
También, el tener que cumplimentar diferentes roles (esposo/a, padre/madre, profesional), todos bajo el mismo techo, sin el desplazamiento hacia otro ámbito (laboral) que contribuye a interactuar con otras personas, ejercer una función diferente, para luego regresar al hogar con ganas de disfrutar del "calor familiar".
Según datos de Adecco, a tres de cada diez argentinos les cuesta mantener una rutina estable. Un porcentaje similar asegura que le resulta muy difícil equilibrar su vida personal con la laboral.
La fricción entre el tiempo que dedica a la familia y el que destina a su trabajo es el principal factor que genera estrés crónico de acuerdo con un estudio de la Universidad Siglo 21. Así, el teletrabajo se configura como un "arma letal" para la vida familiar y en pareja.
Mismo ámbito
Guillermo Miguenz, psicólogo social, responsable de las Divisiones Formativas Quilmes y Consultora Dinamo, distingue a la familia y al trabajo como dos instituciones.
"Ocurre que al hacer home office se cruzan en un mismo ámbito físico, generando un acelerado desgaste en ambos porque hay muchos distractores. Las problemáticas laborales se trasladan de modo directo a lo familiar", señala a iProUP el experto, quien resalta que "cada institución debe ser abordada en sí misma; si se mezclan, hay problemas".
Esta problemática viene creciendo en todo el mundo. Un sondeo de la universidad de Barcelona da cuenta de que hay una mezcla de sensaciones que, al estar trabajando bajo el mismo techo con su pareja, entran en conflicto. Tanto es así que varios países, incluido Argentina, las cuarentenas aumentaron los distanciamientos temporales, separaciones y divorcios de modo considerable.
Según María Fernanda Rivas, psicóloga y psicoanalista, en momentos como el actual se pone a prueba la consistencia de los vínculos de una pareja, y en muchos casos ambos perciben que son más endebles de lo que suponían.
El home office hace que las personas descubran aspectos de su pareja que no conocían
"Quizás nos encontramos con aspectos de los otros que no conocemos", señala Rivas, quien además es integrante del Departamento de Pareja y Familia de la Asociación Psicoanalítica Argentina y autora del libro La familia y la ley. Conflictos-Transformaciones.
"Durante la vida normal, sin cuarentena, cada uno tiene sus actividades, además de sus aspectos 'no compartibles', que no necesariamente son mentiras u ocultamientos. Son simplemente ideas, pensamientos, hábitos, conductas que preferimos guardarnos: los 'buenos secretos', que forman parte de la intimidad", afirma.
Según la especialista, quienes viven en pareja poseen un encuadre (del que muchas veces ni siquiera se percatan) para su vida cotidiana. Asegura que "la vida con otro establece rituales domésticos y hábitos que hasta regulan los ritmos biológicos y emocionales".
En tiempos de convivencias prolongadas y obligadas, agrega, reducido al mínimo el contacto con el mundo exterior, se despliegan distintos comportamientos. "Hay parejas que pueden desarrollar intensos estados de 'fusión' y dependencia, diluyéndose la individualidad de cada uno. Con frecuencia estas formas de apego muestran sus fallas y llevan a profundas crisis", remarca.
Por su parte, Rosalía Beatriz Álvarez, coordinadora del Departamento de Pareja y Familia de la Asociación Psicoanalítica Argentina, señala que "el confinamiento impacta en todos los vínculos, los convivientes y los no convivientes como así también en el home office".
Según Álvarez, dicho impacto se da de acuerdo a la personalidad de cada uno, a la calidad del vínculo preexistente y, por supuesto, a la longitud del aislamiento. Y un dato no menor: "Es el tipo de trabajo que los miembros de una pareja deben sostener juntos, estando bajo el mismo techo".
"Son cuestiones observables compartidas por todos aquellos que estamos operando psicoanalíticamente con parejas y familias", remarca la especialista, quien además anticipa: "En la postpandemia percibiremos efectos residuales subjetivos y vinculares, aún desconocidos".
Equilibrio, divino tesoro
"La situación de aislamiento genera la necesidad de encontrar alguna forma de contacto con el afuera, aunque sea a través de las redes sociales, por ejemplo. Y hay veces que el silencio del otro, percibir su deseo de 'estar a solas' puede no tolerarse y hasta llegar a ser sumamente desorganizante", recalca Rivas.
Expertos remarcan que son momentos para aprender a respetar los silencios y las distancias, quizás no físicas, pero sí mentales. El home office permite ver en vivo y en directo los aspectos del otro (trabajando, en interacción con jefes y compañeros de trabajo, abstraídos en temas laborales) que en circunstancias normales quedan ocultas.
Según Rivas, "al trabajar ponemos en marcha nuestro 'yo social', diferente del 'yo de entre-casa', que en algunos casos tiene límites difusos con la pareja".
"En contextos como este pueden incrementarse necesidades de cuidado y apego, lo cual hace que los vínculos conyugales se conviertan temporariamente en funciones similares a la materna, paterna o fraterna, con riesgo de disminución del deseo", señala el experto.
Y añade: "Es importante cuidar el equilibrio entre estas funciones, permitiendo la 'sana' fusión entre el erotismo, la ternura, el cuidado mutuo y el respeto por los deseos de privacidad del otro".
La menor vida social puede provocar angustias y depresiones en las parejas
Para Álvarez la inmersión en los temas laborales no tiene la misma calidad con la presencia de otro u otros demandantes, observantes y un hogar que requiere atención y cuidado, y que nos dispersa la atención. Esto "no es sin consecuencias", indica, y añade: "Debemos ponernos límites y no dar por sobre entendido que todos comprendemos las circunstancias que estamos padeciendo".
Además, advierte que la menor vida social, de intercambio con pares y con familiares se siente, provocando angustias y depresiones. "Durante los primeros dos meses hasta cenábamos con amigos online. Esto fue decayendo y el aburrimiento y la monotonía se fue imponiendo en gran cantidad de parejas obedientes del 'quédate en casa' y las relaciones sexuales escasean", asegura.
En este sentido, afirma que desplazarse fuera del hogar y estar físicamente con los compañeros de trabajo, compartir un almuerzo o charlas presenciales enriquece los vínculos. "La vida en una oficina con ellos siempre ha sido de suma importancia, y la ausencia se siente".
En esta línea, Ricardo Antonowicz, jefe de servicio de Psicología del Sanatorio Municipal Dr. Julio Méndez y coordinador de actividades asistenciales del hospital Borda, aclara a iProUP que el espacio y tiempo compartidos no pueden nunca ser invasivos. "Todo lo contrario, debe ser la oportunidad para sentir orgullo por la vocación del otro, admiración por el lenguaje que utiliza y por lo que genera entre sus pares", expresa.
En el plano laboral, Miguenz añade que es ideal contar con un ámbito propio de trabajo donde no haya entrecruzamiento con la pareja ya que, caso contrario, se genera fastidio y disminución de la productividad y del rendimiento.
"El multitasking como tal no existe, lo que existe es ir rotando rápido de actividad en actividad. Uno no puede hacer dos cosas a la vez", remarca. En consecuencia, hay que tener un espacio físico para el trabajo y, por ejemplo, conseguir momentos para ir a la empresa.