Según indicó un estudio realizado por McKinsey & Company cerca del 30 %o de las tareas del 60% de las profesiones podrían ser automatizadas. 

A pesar de estas cifras no todos los trabajos son susceptibles de estos cambios y hay actividades que corren más riesgo que otras, como en el caso de teleoperadores o asesores frente a terapeutas, médicos o dentistas. Una revolución tecnológica mayor a la industrial, ya que cada paso tiene un alcance más amplio y sin distinción de clase de trabajo.

Esta inexorable robotización de los trabajos no implica una desaparición sino una redefinición, es decir, se automatizarán tareas repetitivas, se llevarán a cabo tareas diferentes entre sí y los trabajadores necesitarán de nuevas habilidades. 

En este último punto sí puede suponer la pérdida del trabajo si no tiene esas habilidades necesarias.

Aunque se hable de profesiones que puedan suponer su pérdida o redefinición, también existen las que permanecerán ya que así lo requiere la sociedad. Como es el caso de un fontanero que necesita de la localización de tuberías metálicas y profesionales relacionados con la construcción, que cada vez son más demandados debido a su escasez tras la crisis o falta de cualificación. 

También hay que sumarles otros empleos que no se verán afectados como los relacionados con áreas creativas como artistas, científicos o desarrollo de negocios. Otro de los grupos que tampoco se verán afectados serían los empleos que requieran una relación cercana con el cliente como personal de enfermería.

A todo esto habría que sumarle un tercer grupo como trabajos altamente impredecibles y donde entran los anteriormente citados trabajos relacionados con la construcción y fontaneros, ya que en cualquier momento puede ser necesaria la instalación y lectura de contadores de agua debido a algún problema en el hogar.

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