El tipo de cambio real ajustado por inflación minorista refleja una marcada apreciación del peso argentino durante 2024, estableciendo niveles históricos de encarecimiento frente al dólar estadounidense (-55%/-59%) y el real brasileño (-65%) con los valores actuales del tipo de cambio nominal.
Estos registros superan ampliamente los máximos anteriores de abril, lo que plantea interrogantes sobre la sostenibilidad de la situación cambiaria en el mediano plazo.
Desde el inicio de la actual administración, la evolución del tipo de cambio nominal ha seguido una trayectoria temporal con forma de "M" asimétrica.
Este patrón responde a una combinación de políticas monetarias y fiscales que se han implementado en tres etapas diferenciadas, impactando de manera desigual en las variables clave de la economía.
Durante la primera etapa (enero-abril), una política monetaria altamente contractiva redujo drásticamente los agregados monetarios en términos reales frente a una inflación acumulada del 106,9%.
Este ajuste provocó un colapso en la disponibilidad de pesos, lo que redujo tanto la demanda de dólares como la actividad económica.
En la segunda etapa (mayo-julio), el Banco Central adoptó una postura expansiva que incrementó significativamente la base monetaria y otros indicadores monetarios en términos reales.
Esto favoreció el desarme de plazos fijos, la acumulación de efectivo y la compra de dólares en los mercados paralelos, generando una ampliación de la brecha cambiaria.
La tercera etapa (agosto-diciembre) se caracteriza por una política monetaria neutral, con la base monetaria creciendo al mismo ritmo que la inflación.
Sin embargo, el crédito al sector privado y los depósitos a plazo han crecido notablemente, lo que representa un riesgo latente para la estabilidad cambiaria y la desinflación futura.
Aunque el tipo de cambio paralelo ha permanecido relativamente estable en esta fase, el aumento de los pesos disponibles podría derivar en una presión sobre el dólar si los ahorristas deciden trasladar sus tenencias de pesos hacia el mercado cambiario.
Además, factores transitorios han contribuido a la oferta de divisas, como el desahorro de los agentes económicos, las moratorias y blanqueos fiscales, y la venta de dólares para cubrir gastos corrientes.
Sin embargo, estos mecanismos tienen un carácter limitado en el tiempo, lo que genera dudas sobre su capacidad para sostener el actual equilibrio cambiario.
En este contexto, el gobierno busca atraer financiamiento externo e inversiones extranjeras para compensar la reducción de la oferta transitoria de dólares.
El principal riesgo es que la demanda de dólares crezca antes y más rápidamente que la oferta, lo que podría desencadenar un salto cambiario y un repunte inflacionario.
La emisión monetaria, tanto por parte del Banco Central como de los bancos privados a través del crédito, exacerba este riesgo. Aunque la actual estabilidad cambiaria ha sido celebrada, su fragilidad estructural queda evidenciada por la continuidad del cepo cambiario y la desconfianza generalizada hacia el peso como reserva de valor.
En conclusión, el escenario cambiario actual se sostiene sobre pilares frágiles y transitorios. La apreciación del peso, lejos de ser un fenómeno estructural, está condicionada por factores coyunturales que podrían revertirse rápidamente, generando desequilibrios en el mercado cambiario y una nueva aceleración inflacionaria.
Un ajuste coordinado de políticas fiscales, monetarias y cambiarias es imprescindible para evitar que el actual "downshooting" cambiario se convierta en una fuente de inestabilidad económica en el futuro cercano.
*Por Marcelo Trovato, manager de Pronóstico Bursátil