Podría asegurarse que, hoy en día, todas las organizaciones hacen uso intensivo de las tecnologías digitales, bien para sostener y hacer más eficiente sus operaciones como para generar productos digitales que permitan resolver los problemas cotidianos de la humanidad.
En esta masificación de la tecnología que lleva ya algunas décadas, la digitalización dejó de ser un diferenciador competitivo para transformarse en un must que toda organización debe incorporar para asegurar su supervivencia en mercados cada vez más desafiantes.
Así, siguiendo una estrategia en forma proactiva y planificada o reaccionando a una necesidad de resolver un problema, todas las organizaciones se vieron forzadas en algún momento a zambullirse en lo que la industria bautizó -oportunamente- transformación digital.
En esa dinámica, las empresas (¡y las personas!) tuvieron que comenzar a construir y operar sus soluciones tecnológicas y adaptarse rápidamente para poder mantenerse digitalmente competitivas.
Esta adaptación es, a su vez, un blanco móvil dado que constantemente se generan nuevas tecnologías, prácticas y metodologías que mejoran la forma en la que desarrollamos nuestras soluciones, pero que nos exigen cambiar constantemente: no se pasa a ser digital de un momento a otro, más bien pareciera que nunca se es suficientemente digital.
Los años nos demostraron reiteradamente que estos nuevos productos digitales que vamos generando (cualquiera sean: tecnologías, prácticas o metodologías) para poder ser aplicados deben ser articulados, relacionados y contextualizados y que no existe una receta infalible, pero sí marcos de trabajo de probada eficacia que al menos evitan que cometamoserrores no forzados.
Una sociedad digitalizada
Por otra parte, la digitalización forzosa y profunda de la pandemia transformó nuestra sociedad rápidamente hacia la tecnología de información (y multiplicando la complejidad del as soluciones tecnológicas).
Esto levó a un incremento descomunal de la superficie expuesta a ataques de ciberseguridad, no solo contra la tecnología sino también contra personas cada vez más digitalizadas que día a día es explotado por delincuentes digitales.
Los malware, ransomware, sustracción de identidad o phishing son también palabras que dejaron de pertenecer al diccionario exclusivo de expertos de IT o seguridad informática y se transformaron en conceptos conocidos para muchas personas ajenas a esos ambientes.
Así, Agilidad, SecInfo, QA Automation, Continuous Integration, Continuous Delivery yObservability son algunos de los tantos nombres que leemos a diario y que claramente aportan valor en el desarrollo de soluciones de software, pero que no tienen una forma única de implementarse y que deben ser ajustados a cada organización para asegurar que su despliegue sea efectivo.
Las tecnologías y las prácticas asociadas a estas avanzan exponencialmente en el tiempo.La aceleración no va a detenerse: resulta imprescindible la correcta aplicación de estas y otras herramientas, siguiendo marcos de trabajo probados y maduros junto a una estrategiaintegral que aborde a cada organización en particular comprendiendo profundamente sus desafíos, cultura y objetivos.
Esto, que muchas veces es llevado a cabo junto con unaempresa experta como es el caso de Ingenia, entre otras, permitirá acelerarla, potenciarla y adecuarla al cambio y transformación constante.
La realidad es que las soluciones universales no existen, pero el correcto uso de cadatecnología, metodología y práctica en la medida necesaria y en el momento adecuado,aportará grandes beneficios a las organizaciones y las personas.
*Por Fernando Sclavo, Head of Strategic Evolution en Startia in Ingenia