América Latina se enfrenta en la necesidad de brindar servicios de manera diferente e hizo aumentar en toda la región herramientas y soluciones para comprar y vender productos y servicios, y transaccionar en general en forma remota, sin contacto.

Este fenómeno obligó a empresas y estados a disponibilizar para los ciudadanos y consumidores formas de pago que evitaran el uso de los billetes. 

De acuerdo al Banco Mundial, el 42% de los adultos en Latinoamérica utiliza pagos digitales en comercios, y el 11%  adoptó recientemente este formato de pagos. El relevamiento incluyó datos a nivel nacional de más de 14.000 adultos, de 15 años o más, en 14 economías de la región.

El estudio resalta que algunos adultos se digitalizaron durante la pandemia, pero el alcance de la adopción digital fue diferente según las economías regionales. Por ejemplo, el 38% de los adultos en Argentina y el 27% de los adultos en México utilizaron un pago digital por primera vez durante la pandemia.

No obstante, el uso de efectivo se mantiene sin grandes cambios en diversos rubros económicos, así como también en distintos segmentos de la estratificación social.

Por el lado de las organizaciones, según un estudio realizado por la consultora de investigación de mercado OH! Panel, dos de cada tres comerciantes y pequeñas empresas en la Argentina prefieren el efectivo como forma de pago, mientras que ocho de cada diez lo consideran como fundamental para el desarrollo de su negocio. La gran mayoría lo ve, además, como el método más inclusivo, seguro y económico. 

Adopción de los medios de pagos

Dicha investigación fue realizada en simultáneo también en Chile, Paraguay y Uruguay, entre empresas de distintos rubros y ciudades. Así, el relevamiento reveló que en tres de los cuatro países sondeados el efectivo ocupa el primer puesto entre los métodos de pago utilizados.

Las diferencias de adopción se hacen muy notorias entre los grupos según ingresos. Así, los adultos de 60% de los hogares más ricos utilizan más los pagos digitales en comercios.

De la misma forma, en Colombia, México y Perú, alrededor de una quinta parte de los adultos más pobres utilizan los pagos en comercios digitales pero la proporción es dos a tres veces mayor entre los adultos más ricos, indica el BM

En la Argentina, el 50% de los pagos de servicios se realizan con efectivo y de manera presencial, según un relevamiento que realizamos desde Tap, la billetera virtual que creamos en 2020 y fue nuestro emprendimiento antecesor a tapi.

El uso del efectivo en el pago de servicios e impuestos genera enormes costos. Sólo por ir hacia un pago digital las empresas se ahorran 50% de la comisión en relación al pago cash, pero además se consigue una mejora en el plazo del pago y reducción de la morosidad.

Por supuesto, también hay ventajas para los clientes, que no deben movilizarse, hacer filas o incluso quedar sujetos a posibles robos. Pero, aún a pesar de la pandemia, se pueden ver largas colas de gente que busca retirar efectivo y luego hace otra fila para pagar.  

Es relevante observar que los servicios públicos son una buena manera de trabajar en inclusión financiera porque son pagos mensuales y que todas las familias deben hacer.

Las empresas, en tanto, tienen una gran oportunidad de evolucionar, y minizar la gran cantidad de pagos en efectivo que reciben a diario, pero además podrán atender a la demanda y conocer mucho mejor a sus clientes. 

Las causas

Existen diversas causas que explican la persistencia, relativamente superior a otras regiones del planeta, del uso de efectivo en América Latina.

Por un lado, se sabe que la región tiene una baja tasa de bancarización comparada con la del resto del mundo, en cuya base se encuentra un alto nivel de informalidad. En ese contexto, los especialistas advierten que el efectivo sirve de vaso comunicante entre la economía formal y la informal.

Además, en escenarios inflacionarios son todavía muchos los comercios que ofrecen descuentos a quienes paguen en efectivo, porque entienden que así se aseguran recibir el dinero lo antes posible.  

La escasa confianza en las instituciones financieras es otra de las razones por las que el efectivo se muestra tan resiliente. Muchos consumidores no quieren poner su información o no les gusta estar vinculados a una entidad bancaria. 

Otro aspecto es que, si bien la digitalización de servicios se amplió en pandemia por razones de seguridad y facilidad, la oferta y calidad de conexión a internet no crecieron al mismo ritmo. Esto tiene que cambiar, porque si no corremos el riesgo de que se profundicen las desigualdades que afectarán tanto los pagos digitales, como la bancarización y el uso de servicios de los grupos más vulnerables.

Es importante comprender que las mujeres, los adultos mayores y quienes viven en situación de pobreza se ven afectados de forma superlativa durante las crisis económicas y, por lo general, no tienen identificación, cuentas bancarias o teléfonos móviles necesarios para adoptar el formato de pagos digitales.

La pandemia mostró esta contradicción: por un lado, impulsó a mucha gente a abandonar el efectivo para evitar los contactos, pero por el otro sumió a amplias capas de la población en la informalidad, atrapándolos en el uso de efectivo.

La necesidad de abandonar el efectivo suma más razones, ya que su uso conlleva una serie de inconvenientes que hay que tener en cuenta:

Por un lado, dificulta la trazabilidad: el pago o cobro con dinero en metálico permite hacer transacciones desde el anonimato, lo que conlleva, en algunas ocasiones, al blanqueo de dinero o la evasión de impuestos, y favorece la economía en negro. 

El uso de efectivo es, además, realmente menos eficiente: las transacciones digitales son más rápidas que los pagos efectuados con dinero en efectivo. Además, pueden realizarse en cualquier momento y lugar, mientras que para acceder al dinero en metálico debemos desplazarnos, por ejemplo, a un cajero automático

¿Qué debemos hacer?

Hay causas estructurales y culturales por las que la región retrasa el abandono del efectivo. Sin embargo, el ecosistema de las fintech aporta un gran valor, a través de soluciones tecnológicas confiables y escalables que motorizan la transformación digital.

Y este avance es indispensable, no sólo por los beneficios en materia de inclusión y democratización que estamos en condiciones de brindar, sino también porque la digitalización y automatización de procesos es un paso clave en el futuro de las empresas de América Latina, ya que es lo que asegura su evolución.

En este contexto, las empresas de tecnología e innovación, en particular las que nos enfocamos en ofrecer infraestructuras tecnológicas para impulsar la digitalización, tenemos un enorme desafío en acelerar y transformar la experiencia de pagos en la región, favoreciendo el abandono del efectivo.

Debemos poner en el centro de nuestra agenda la tarea de acompañar a todas las plataformas digitales para que en el corto plazo tengan la capacidad de ofrecer a sus usuarios diferentes soluciones financieras a través de una única conexión en todo Latinoamérica.

Esto es particularmente importante porque hasta hoy las fintech tenían que recurrir a múltiples proveedores locales de los países en los que querían operar y demorar hasta seis meses por una integración. Además de los tiempos de integración, los estándares tecnológicos no siempre se alinean a las expectativas de las fintech.

 

*Por Kevin Litvin, CBO y Cofounder de Tapi

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